La Real no le quita el sueño al Racing
El equipo blanquiazul no saca todo el partido a su arrolladora primera parte y acaba encerrada por el equipo cántabro
A veces cuesta más prolongar un sueño que escapar de una pesadilla. El Racing vive el sueño de la Copa como se viven las gestas: con humildad, pero la pesadilla social tiene los brazos muy largos y le tiene agarrado por el cuello. A los tres minutos, cuando aún ni se había acurrucado en el área y apenas había pisado el césped, la Real dio un portazo que le levantó de la cama al equipo de Paco Fernández. El gol de Mikel González fue algo más que un gol. Fue todo un anuncio de intenciones. Llovía en Anoeta como si fuera la primera vez en la vida, pero sobre todo al Racing le llovían futbolistas blanquiazules llegando desde atrás con el espíritu traicionero de quienes buscan siempre la espalda. Y a fe que la Real la encontró siempre despistada, ancha, expuesta a cualquier puñalada de gol. Vela desde la derecha y Castro desde la izquierda buscaban a los compañeros que se apostaban tras la espalda, también ancha, de Sefereovic, más faro que barco en el área. Y quién si no que el que viene desde más atrás para encontrar la carretera vacía. Mikel González repitió a la media hora tras una gran apertura de Vela que el Chory Castro centró sobre la marcha para que el central repitiese gol, esta vez con la cabeza a un metro de la raya.
R. SOCIEDAD, 3 - RACING, 1
Real Sociedad: Zubikarai; Zaldua, Mikel González, Iñigo Martínez José Ángel; Gaztañaga, Ros (Rubén Pardo, m. 71), Xabi Prieto (Griezmann, m. 77); Chory Castro, Carlos Vela (Zurutuza, m. 63) y Seferovic. No utilizados: Bravo; y Agirretxe.
Racing: Mario Fernández, Francis, Oriol, Javi Barrio, Iñaki, Andreu, Saúl García, Javi Soria (Borja Granero, m. 64), Ander Lafuente (Mariano, m. 59), Miguélez (Rubén Durán, m. 71) y Koné. No utilizados: Dani Sotres; y Orfila.
Goles: 1-0. M. 4. Mikel González. 2-0. M. 33. Mikel González. 3-0. M. 61. Carlos Vela. 3-1. M. 83. Koné.
Árbitro: Velasco Carballo. Sin amonestados en ninguno de los equipos.
Anoeta: 18.911 espectadores.
Y así se iba repitiendo esa jugada que el Racing no sabía defender y que le iba quitando el sueño como se pierde la inocencia, poco a poco. Pero la fe no le falta al equipo cántabro y entre gol y gol de Mikel González, Andreu se largó un libre directo que exigió la mejor respuesta de Zubikarai tocando lo justo para que la pelota se estrellara en el travesaño. Fue un hecho aislado en el monólogo realista, pero que le obligó al equipo de Arrasate a escapar de la tendencia al letargo en la que parecía caer por momentos. Sin embargo, eran tales las distintas velocidades de ambos equipos, que Vela se empeñó en marcar el tercero: la primera vez no valió, en la primera mitad, por un fuera de juego microscópico; la segunda sí subió al marcador, cuando aprovechó un amago de Xabi Prieto para descolocar a la defensa.
El Racing había vuelto a la realidad con tres portazos, aunque quiso seguir soñando. Si amenazó en el libre directo de Andreu, en la primera parte, en la segunda tuvo el gol Ander Lafuente, pero le pudo el vértigo al remate. Fueron los mejores momentos del Racing, impetuoso y bien dirigido en ataque (en su poco ataque) por Miguélez, su futbolista con las ideas más claras. El gol de Vela, y las ocasiones perdidas por Seferovic, a quien el gol no quiso pagarle su trabajo de desgaste, le anunciaban un final infeliz Aún así, sabía el Racing que un tanto le daba oxígeno para la vuelta en El Sardinero. Si soñar es libre, por qué no soñar cuando se viene de ser la pesadilla de varios primeras.
La Real volvió a aletargarse tras subir el tercero al marcador. Al Racing los cambios no solo le refrescaron los pulmones, sino también las ideas. Al equipo donostiarra no le importó compartir el balón con sus visitantes, después de habérselo quitado durante todo un tiempo, y entonces se vio lo que el equipo cántabro llevaba dentro: pura teoría al principio, práctica al final. Con el balón en su poder y la presencia en el ataque de Mariano para socorrer al solitario Koné, el Racing no solo hizo el gol de la esperanza, sino que arrancó pitos en Anoeta ante la apatía de su equipo. Primero se conformó tras el gol de Koné —un cabezazo que ponía broche a una jugada bien elaborada— y después tembló, cuando el Racing le fue empujando hacia atrás y a correr detrás del balón que es la tarea más cansina del fútbol. Cuando no solo tembló, sino que le corrió un sudor frío por el cuerpo, fue cuando a falta de unos poquísimos minutos, Mariano cazó un centro al área y lo cabeceó como mandan los cánones: adelantándose al defensor y girando el cuello como si fuera de goma. El balón se escapó por centímetros del gol y Anoeta enmudeció. El Racing en medio de su pesadilla general, sigue disfrutando de su sueño particular.
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