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Gotemburgo: la meta perfecta

La ciudad sueca, base de la compañía Volvo, tiene una historia marcada por el mar

La llegada de la regata a Gotemburgo en 2002.
La llegada de la regata a Gotemburgo en 2002.

Ninguna odisea marítima está exenta de penalidades y, por consiguiente, de un deseo: el regreso a casa, el lugar donde el marino se reencontrará con los seres queridos a los que contará historias que entenderán a la perfección, donde el sufrimiento de los días pasados encontrará un motivo de justificación. Y todo eso es lo que hace que un lugar como Gotemburgo (Suecia) sea el puerto perfecto al que arribar tras dar la vuelta al mundo compitiendo en la Volvo Ocean Race.

La historia de Gotemburgo no se entiende sin el mar, que penetra en la ciudad a través de sus canales. “El mar es de capital importancia para nosotros. Nuestra visión de Gotemburgo pasa por acercar más la ciudad al agua”, cuenta la alcaldesa de la ciudad Anneli Hulthén, quien recientemente visitó Alicante -el puerto de salida de la regata-.

El mar ha marcado la historia de la ciudad: por él llegaban las invasiones de daneses y noruegos que empujaron a los habitantes a buscar cobijo en el terreno que sería el origen de la ciudad. Y también arribaron las migraciones de comerciantes holandeses trayendo las técnicas de canalización de Ámsterdam a la ciudad que se convertiría en lo que es hoy el puerto escandinavo más grande y la puerta de entrada y salida de productos principal de Suecia. “Es un lugar emblemático para los gotemburgueses, muy orgullosos de su historia y tradición marítima”, señala la alcaldesa sueca al hablar de unos muelles conectados con el resto del continente a través de sus transportadores.

La cercanía del mar es capital tanto por comercio e industria como por placer. La gente vive el mar en su plenitud: incluso pesca en el interior de la ciudad en los canales que se adentran en ella. Y buena nota de ello lo da el marisco que se come en sus restaurantes en todas sus variantes, desde sopas a pastas o simplemente en su forma natural. El archipiélago que se extiende desde la segunda capital sueca hasta casi Noruega o la delicadeza con la que los pueblos de la costa occidental de Suecia se acercan al mar hacen del lugar un escenario perfecto para la navegación.

La cercanía del mar es capital tanto por comercio e industria como por placer

Así quedó demostrado en las últimas dos ocasiones que la ciudad acogió la regata. 2001-2002 fue la edición en que la regata Whitebread 60 pasó a llamarse Volvo Ocean Race. Y también la primera ocasión en la que Gotemburgo fue puerto de la Volvo. Quizás fuera porque precisamente es la base de la compañía Volvo. Pero tras el recibimiento que las gentes de Gotemburgo dieron a los barcos de la Volvo echándose a la mar con sus embarcaciones de recreo, los propios marineros establecieron una relación de amor con la ciudad. De aquella llegada se dijo que se podría cruzar el puerto entero solo saltando de barco en barco.

Las palabras que el director general de la Volvo Ocean Race, el noruego Knut Frostad, dedicó a la segunda capital de Suecia el día que la organización de la vuelta al mundo a vela la nombró como meta final de la regata más dura del mundo no son baladí: “Es fantástico saber que después de navegar decenas de miles de millas alrededor del mundo llegaremos a un puerto anfitrión con todas las instalaciones y el conocimiento para conseguir hacernos sentir como en casa”. Y eso es lo que persigue el marino al arribar a puerto: un lugar caliente, una buena comida y el reconocimiento de su hazaña. En Gotemburgo saben cómo dárselo.

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