Alegrías y penas de un gigante
El Bayern, el cuarto equipo más laureado de la Copa de Europa por detrás del Madrid, el Milan y el Liverpool, compagina capítulos gloriosos con episodios dolorosos en la competición continental
Gobernador de hierro en la Bundesliga –contabiliza 23 cetros en el campeonato alemán, por solo ocho del Borussia Dortmund, su inmediato perseguidor–, los poderosos tentáculos del Bayern de Múnich se extienden también por Europa. De genética ultracompetitiva, con la victoria siempre en el entrecejo y unos cimientos económicos muy sólidos, en las vitrinas de la institución bávara figuran cuatro Copas de Europa. Las conseguidas en las era dorada de los setenta, cuando encadenó tres triunfos consecutivos en 1974, 1975 y 1976, y la más reciente, lograda en 2001 frente al Valencia. Solo el Real Madrid (9), el Milan (7) y el Liverpool (5) han alzado más coronas que el cuadro muniqués, un gigante continental alérgico a la derrota.
1974: Suspense inicial… y rodillo ante el Atlético
El estadio de Heysel albergó el doble careo entre el Bayern y el Atlético. En plena bonanza deportiva y con jugadores como Luis Aragonés, Gárate, Irureta o Adelardo en sus filas, los rojiblancos estuvieron a un tris de adjudicarse la primera orejona de su historia. Aragonés, con un golpeo sutil, clavó el esférico en la escuadra de Maier durante la prórroga. Pero, cuando el duelo ya agonizaba, Schwarzenbeck trazó un zambombazo desde 30 metros. Una diana maldita. En el desempate –por entonces no existía la tanda de penaltis–, dilucidado dos días después en el mismo escenario, los alemanes no tuvieron piedad. 4-0. Hoeness y Müller, por partida doble, abatieron al Atlético.
1975: Doble mazazo al Leeds
Enganchado a la ascendencia de su gran capitán, Franz Beckenbauer, y el brío de jugadores como Breitner, Hoeness o Rummenigge, el equipo bávaro derribó el 28 de mayo de 1975 al Leeds. Los ingleses, un equipo rudo peleón, afamado en Inglaterra por su rudeza, plantearon un envite espinoso de principio a fin. Sin embargo, el Bayern respondió como un mazo con las dianas de Roth (71’) y Müller (81’) en el último tramo de la final celebrada en el Parque de los Príncipes.
1976: Tercera corona consecutiva
Tras apear a rivales de entidad como el Benfica o el Real Madrid por el camino, el conjunto alemán se topó en la final de 1976 con el Saint Étienne, que un año atrás había caído en las semifinales contra los muniqueses y clamaba vendetta. El Bayern, un tornado en el continente, abortó la insurgencia francesa. Un gol de Roth significó el tercer entorchado seguido para la entidad de Baviera.
1999: La derrota más cruel
Tres minutos. En ese margen mínimo de tiempo, el Manchester United volteó una final que el Bayern tenía prácticamente en el bolsillo y que quedará como uno de los tragos más amargos de la historia del torneo. Basler, con un disparo de falta, adelantó a los bávaros nada más arrancar la contienda, a los seis minutos. Ferguson decidió mover ficha e introdujo dos piezas decisivas, pólvora en el área, Sheringham y Solskjaer. El artillero inglés marcó nen el 90 y el noruego, Baby Face Killer, pulverizó a su rival en el 93. La derrota dejó una escena inolvidable, cuando el árbitro, el italiano Pierluigi Collina, intentaba consolar a los jugadores del Bayern tendidos sobre el verde del Camp Nou. CRÓNICA: El Manchester United triunfa en un minuto glorioso.
2001: Decide el punto fatídico
Muy engrasado, el equipo dirigido por Ottmar Hitzfeld terminó con las esperanzas del Valencia en un pulso decidido desde el punto de penalti, juez del encuentro. No acertó Scholl en primera instancia y sí lo hizo Mendieta, que batió con una frialdad extrema a Khan. Replicó después Effenberg, que tiró de galones y ejecutó una nueva pena máxima, y la final disputada en San Siro llegó hasta la tanda de penaltis. Tras los fallos de Paulo Sergio y Andersson, de un lado, y de Zahovic y Carboni, de otro, el guardameta bávaro repelió el tiro de Pellegrino para certificar el último gran éxito continental del Bayern. CRÓNICA: Agonía estéril del Valencia.
2012: La maldición del anfitrión
El curso pasado, cuando el viento soplaba a favor del Bayern y la grada del Allianz Arena arropaba a los suyos, emergió la figura de Didier Drogba, exatacante del Chelsea. Pletórico, al rescate de los blues, el marfileño dibujó un testarazo magnífico que neutralizó el gol inicial de Müller y condujo el partido a la prórroga. Estancados ambos equipos en la prolongación, el punto fatídico dictó sentencia. Drogba, faro y martillo de los londinenses, anotó el penalti de la victoria. A excepción de los graderíos poblados por los supporters británicos, el estadio muniqués enmudeció. CRÓNICA: Maracanazo del Chelsea en Múnich.
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