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El Sevilla claudica ante Diego Costa

El Atlético supera al conjunto de Emery con un inicio intenso y la gran voracidad de sus puntas en la vuelta del Pizjuán (2-2)

Rafael Pineda
Los jugadores del Atlético celebran el primer gol.
Los jugadores del Atlético celebran el primer gol.Marcelo del Pozo (REUTERS)

El fútbol, aunque no lo parezca a veces, tiene su lógica. Generalmente, ganan los mejores. El Atlético alcanzó la final de la Copa del Rey después de amordazar a un Sevilla en crecimiento, que había hecho del partido un asunto de fe y que, en la búsqueda de lo que era un auténtico paraíso, mostró sus virtudes y, también, sus miserias. Entre las primeras, sin duda, la figura de un Navas extraordinario, un coloso que jamás quiso rendirse ante lo evidente, la superioridad del Atlético, con dos grandes delanteros y un bloque a su servicio. Uno de ellos, Diego Costa, logró el primero de los dos tantos rojiblancos, dio el segundo y sacó de quicio a un buen número de rivales. Entre ellos, Medel, que se borró del partido cuando éste agonizaba. Su repertorio fue amplio. Ante él, claudicó Nervión. Un espejo en el que debe mirarse Negredo, oscurecido en las citas de alcurnia.

SEVILLA, 2- ATLÉTICO, 2

Sevilla: Beto; Coke, Fazio, Botía (Cicinho, m. 69), Alberto Moreno; Kondogbia, Medel; Navas, Rakitic, Reyes (Manu del Moral, m. 46); y Negredo. No utilizados: Palop; Cala, Maduro, Hervás y Babá.

Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Cata, Filipe Luis; Raúl García (Koke, m. 72), Tiago (Mario Suárez, m. 24), Gabi, Arda (Cebolla Rodríguez, m. 64); Falcao y Diego Costa. No utilizados: Asenjo; Insúa, Pulido y Adrián.

Goles: 0-1. M. 6. Diego Costa. 0-2. M. 28. Falcao. 1-2. M. 39. Navas. 2-2. M. 91. Rakitic.

Árbitro: Fernando Teixeira Vitienes. Expulsó a Medel por doble amarilla (m. 76) y a Konddogbia, con roja directa (m. 93). Amonestó a Raúl García, Cata y Rakitic.

Unos 42.000 espectadores en el Pizjuán.

 El Sevilla, que había ido sobreviviendo en la Copa ante rivales que casi nunca quisieron competir, no encontró el milagro necesario para volver a recuperar la credibilidad y la gloria perdidas. Es otro Sevilla, disminuido, superado ahora por este Atlético que juega como pocos los partidos de verdad, exigentes como el de anoche en el Pizjuán, que valen una final. En el escalafón del fútbol español, el Atlético ha ocupado el lugar que tan bien ocupó el Sevilla en la pasada década. La final con el Real Madrid, tercera de la era Simeone, consagra la solidez de los rojiblancos.

Tanto apeló al ardor guerrero el Sevilla en la previa que la intensidad se reflejó mucho más en el ambiente, en un entorno enloquecido que emergió para acogotar al Atlético, que en la disposición de sus jugadores en un inicio de encuentro errático y frío. Los de Simeone no son de los que se arrugan, ni mucho menos, por lo que eso de ganar partidos desde la grada no es un supuesto aplicable a este Atlético, tan intenso como fiable.

La película del partido.
La película del partido.

A la estupenda puesta en escena del conjunto madrileño le acompañó un imperdonable error en defensa del Sevilla. Por ahí chirría el equipo de Emery, con dos centrales irregulares y de cintura más bien dura. A la primera que Diego Costa olió su debilidad le hizo un lío. Un sombrero a Fazio y un recorte a Botía precedieron a un magnífico y ajustado disparo del brasileño, un delantero de postín. El gol aplacó los ánimos de una grada entregada con su equipo a pesar de la lluvia y el golpe tuvo el efecto de impactar en el corazón del Sevilla.

En el mar de dudas en el que se sumió el equipo de Emery, la única nota de vida la puso Navas, siempre incansable, aunque ante equipos tan bien plantados y ordenados como el Atlético las carreras son una buena medicina, pero no un remedio general para sanar a un enfermo tan débil en la zaga y con carencias evidentes frente a un rival tan bien plantado. Allí donde Reyes lo intentaba siempre surgía un bosque de piernas, una cobertura con sentido y una presión ajustada. Superar el entramado atlético exigía más talento, más imaginación. Rakitic era el otro hombre señalado para esa misión. Fue presa fácil de la espléndida intensidad atlética.

Los locales acabaron con nueve jugadores por las expulsiones de Medel y Kondogbia

El espectáculo lo seguía poniendo Diego Costa, provocador, rápido y guerrillero, con tanto fútbol como para descarrilar a Fazio en una carrera llena de fe y talento. Delanteros de postín para desmontar a un Sevilla con la defensa de plastilina. El desmarque y la definición de Falcao fueron de atacante puro y coronaron el espléndido trabajo coral del Atlético. Botía acabó con la nariz en el césped, la viva imagen de la impotencia.

Emery, que había previsto un encuentro con menos goles, dio rienda suelta a su lateral izquierdo, Alberto Moreno, un joven con proyección, que se rebeló ante la superioridad atlética. Un buen centro del sevillano lo recogió Navas, que resolvió como no suele, de forma espléndida. Con gol, el extremo sería de otra galaxia.

Solo Navas plantó cara al cuadro de Simeone, muy intenso tras marcar en los compases iniciales del duelo

Fue entonces, con todo perdido, cuando el Sevilla decidió soltarse. El partido entró en un ida y vuelta que, al menos, sirvió para mostrar la cara más amable del Sevilla. Negredo, Manu del Moral y Navas gozaron de claras ocasiones para decorar el resultado, así como el Atlético pudo gozar de contragolpes limpios para terminar de ejecutar al grupo de Emery. En uno de ellos, Fazio se permitió el lujo de asistir a Diego Costa, que no quiso hacer más sangre. Su papel había sido tan estelar que permitía ese borrón. El partido acabó con el empate de Rakitic y la última aportación de Costa. La fuerte entrada de Kondogbia y su posterior pisotón al brasileño dieron con el francés en el vestuario. Antes se había ido Medel. A la media hora, un Sevilla fulminado por la voracidad de Diego Costa y el olfato de Falcao. Nueva final para el Atlético de Simeone tras las de Liga Europa y Supercopa europea de la temporada pasada, ambas saldadas con contundentes victorias. Ahora les espera el Madrid.

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