Llorente y el vizcaíno
La definitiva salida del delantero del Athletic, al que llegó con 11 años, fue oficialmente anunciada por el Juventus de Turín el pasado jueves poniendo fin así a una falsa intriga
“¿Yo no caballero? Juro a Dios tan mientes como cristiano”, le dice a Don Quijote el escudero vizcaíno de unas damas que viajan en un coche que se cruza en el camino del caballero andante. Y añade, en la distorsionada parla que la literatura de la época atribuía a los vascos: “Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo y mientes que mira si otra dices cosa”.
La definitiva salida de Fernando Llorente del Athletic, al que llegó con 11 años, fue oficialmente anunciada por el Juventus de Turín el pasado jueves. Se ponía fin así a una falsa intriga, puesto que el desenlace estaba cantado, que ha durado media temporada larga en su fase final y unos dos años si se toma como punto de partida el primer intento de renovación por parte del anterior presidente, García Macua. El actual, Josu Urrutia, volvió a intentarlo al terminar el curso pasado, pero el jugador y su hermano y representante, Jesús, prefirieron esperar a la celebración de la fase final de la Eurocopa, en la esperanza de que la prevista participación del jugador elevaría su cotización. Ocurrió que no llegó a jugar ni un minuto en esa fase, y que el Athletic se plantó en una oferta que quedaba un millón de euros al año por debajo de lo pretendido por los Llorente. Los cuales, al comienzo de esta temporada, y tras un partido en el que la grada de San Mamés recordó al delantero centro ‘Estamos en crisis, Llorente, estamos en crisis’, comunicaron al club la intención del jugador de abandonar el club de todas formas. Según trascendería poco después, la Juve estaba dispuesta a pagar 20 millones por el traspaso, pero la directiva bilbaína no quiso escuchar oferta alguna, remitiéndose a la cláusula de rescisión, de 36.
Esta actitud ha sido considerada “quijotesca” por bastantes personas, que advirtieron que si un año después podían llevárselo gratis, por extinción del contrato, era absurdo renunciar a ese dinero. Pero más que quijotesca, en el sentido de idealista, la actitud del club recuerda a la del obstinado vizcaíno de la novela, el único personaje que se toma en serio a Don Quijote y se enfrenta a él, ofendido al no ver reconocida su condición de hidalgo, por vizcaíno. Sin embargo, no le faltaban razones a Urrutia para su resistencia: un club de cantera como el Athletic, si quiere defenderse de los efectos de la sentencia Bosman, que eliminó el derecho de retención, está obligado a utilizar a fondo la cláusula de rescisión frente a los intentos de los clubes más poderosos de llevarse cada año a los mejores futbolistas formados en la casa. Aceptar rebajar la cláusula de Llorente, pensaba Urrutia, sentaría un precedente que otros jugadores, de acuerdo con los equipos que los pretendieran, no dejarían de invocar, desestabilizando permanentemente la plantilla.
Más que quijotesca, la actitud del Athletic es obstinada, aunque no le falten razones
Pero la crisis económica afecta a todo. El Bayern pagó la cláusula de 40 millones de Javi Martínez, y eso llevó al entonces presidente del Gobierno vasco, Patxi López , y a varios partidos a reclamar al Athletic una mayor aportación al fondo constituido para financiar la construcción del nuevo San Mamés, a fin de aligerar la contribución de las instituciones comprometidas en el proyecto: el propio Gobierno vasco, la Diputación de Vizcaya y la BBK, con 55 millones cada una, y el Ayuntamiento de Bilbao, con 11 millones; mientras que la contribución del club no superaba los 42 millones. Pero si la reclamación tenía sentido, era inevitable que el asunto Llorente se viera con otros ojos. En una situación de grave crisis, ¿es legítimo renunciar a ingresar los 20 millones de euros que ofrecía la Juve y que podían también contribuir a reducir la aportación pública? Además, no es lo mismo el efecto de la cláusula cuando el jugador tiene contrato por cuatro temporadas que cuando le queda solo una para quedar en libertad. En este caso, consideraban los que acusaban a Urrutia de confundir los principios con la terquedad, sería lógico actuar con cierta flexibilidad. Así, el dilema moral vino a sumarse al estrictamente deportivo que planteaba la decisión del más valioso jugador del Athletic de abandonar el club.
El dilema moral vino a sumarse al deportivo que planteaba la decisión del más valioso jugador del Athletic de dejar el club
Transcurrida toda la primera vuelta de la Liga y eliminado el Athletic de la Liga Europa y de la Copa, ¿qué balance puede hacerse de la actitud del club? Pues que seguramente tenían razón quienes auguraban que el jugador se iría, el Athletic no cobraría nada y su situación en la plantilla sería una fuente de inestabilidad. De algunas declaraciones del presidente cabe deducir que Urrutia (y no era el único) esperaba que si Llorente seguía en el equipo hasta junio, acabaría renovando. Que sus goles le reconciliarían con la afición y él mismo comprendería que había sido un error su sueño italiano. ¿Dónde iba a estar mejor que en Bilbao, la ciudad que le recibió siendo un niño, y dónde, cuándo se retirase, encontraría oportunidades excelentes, incluida, quién sabe, la de llegar a ser presidente del equipo de la ciudad?
Esa combinación de razones del corazón y argumentos pragmáticos no ha cuajado y Llorente seguirá solo hasta el 30 de junio, y seguramente en la situación precaria, de secundario, en que está desde agosto. No se ha verificado la idea de que todo defensa central es sustituible por otro sin apenas merma. El Athletic ha llegado al ecuador de la Liga con más problemas de defensa que de ataque. Hasta la jornada 20 ha marcado 24 goles (seis menos que el año pasado) pero ha encajado 40 (15 más). La mitad de los marcados, 12, han sido anotados por Aduriz, que también ha conseguido cuatro entre Copa y Liga Europa. La temporada pasada, Llorente marcó en Liga 17 de los 49 goles del equipo (el 35%) y otros 12 entre Copa y Liga Europa: 29 en total. A fines de enero llevaba 11 en Liga y tres en las otras competiciones.
De manera que la esperanza algo ilusa que muchos vizcaínos compartíamos con Urrutia no se ha cumplido porque ha fallado su premisa esencial: no ha sido Llorente, saliendo desde el banquillo, quien ha marcado los goles a pares, sino su sustituto, Aritz Aduriz.
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