Osasuna anuda a Joaquín
A pesar del repertorio del extremo, el Málaga choca con el entusiasmo navarro (0-0)
Le bastaba la compañía del balón para demostrar que existe una sintonía especial entre ambos. Joaquín volvió a manifestar que en eso del arte trilero tiene muchos recursos. Sin embargo, el Málaga no fue capaz de encontrar un final a las tretas del extremo. En parte porque a Osasuna se le activaron las piernas, que no las ideas, y se opuso frontalmente al espectáculo lúdico del gaditano, que bien pudo aguar Cejudo, el alter ego de la representación.
Fiel a su sentido del ritmo el Málaga se movió a partir del tacto de su hombre más barnizado. Joaquín se guardó el balón en el bolsillo y lo enseñaba de vez en cuando, más que nada para atraer la atención y crear espacios para Saviola, un diablillo en las distancias cortas. Ambos, con la colaboración puntual de Isco, deslucido todo el encuentro, trataron de remover el anclaje de la defensa rojilla. Como remedio al repertorio en ataque de los andaluces, a Osasuna no le quedaba otra que tratar de abrillantarse a base de aprovechar la espalda de su rival, aunque el juego directo siga sin ser lo que siempre fue para los navarros.
Osasuna, 0 - Málaga, 0
Osasuna: Andrés Fernández; Damiá, Flaño, Arribas, Nano; Cejudo, Timor (Oier, m. 76), Raoul Loe, Lamah (Roberto Torres, m. 69); Sisi y Kike Sola (Omwu, m. 86). No utilizados: Riesgo, Lolo, Annan y Joseba Llorente.
Málaga: Caballero; Gámez, Demichelis, Weligton, Eliseu; Joaquín, Toulalan, Camacho, Portillo, Isco (Duda, m. 81) y Saviola (Santa Cruz, m. 71). No utilizados: Kameni, Oniewyu, Álex Portillo, Iturra y Buonanotte.
Árbitro: Estrada Fernández. Amonestó a Damiá, Sisi, Raoul Loe, Arribas y Toulalan.
Reyno de Navarra: 18.700 espectadores.
Con Sisi de enganche y Kike Sola como única referencia arriba, las aguas se revolvieron poco por el área de Caballero. El único peligro para el meta argentino fueron varios remates desde fuera del área, un mal menor si por el camino no hay quien los desvíe. Mientras el Málaga define a partir de la necesidad de culminar una concatenación de pases, a Osasuna le basta medio espacio virgen para encontrar un desahogo. Así el escaso repertorio ofensivo de unos chocó con el enredo del otro, reflejo de la situación emocional de ambos equipos.
A la ansiedad de recuperación de balón de Osasuna respondió el Málaga con algún balón en largo, cosa rara en la tabla de las estadísticas, ya con Santa Cruz sobre el campo. El paraguayo se encajó entre Arribas y Flaño, con la idea de atraer toda la atención que su cuerpo le permite, mucha a ojos de dos centrales de tamaño menor. Aun así el despliegue físico del ariete no escapa a las tendencias terrestres de su equipo.
La tarea de Santa Cruz es similar a la que Mendilibar exige a Kike Sola, aunque reluzca menos en el guión del navarro. Solo Cejudo, el único jugador capaz de mantener dominado el balón, fue capaz de deslucir a dos centrales como Demichelis y Weligton. En sus botas estuvo, además del gol anulado a Sola en el comienzo de partido, la mejor oportunidad para Osasuna. Un balón peinado por Sisi, situación que no se da con asiduidad, terminó en los pies del cordobés que no pudo engañar a Caballero en el mano a mano.
Solo pareció perder la orientación el Málaga cuando los locales se lanzaron con más intención que destreza a por una victoria que solo sintieron cerca cuando mueren los partidos y flotan las piernas. Pero ni siquiera la voluntad, esa lanza que enarbolaba Osasuna como bastón de mando le sirvió para conseguir una victoria que descuenta en una lista a la que resta una casilla menos. Consiguió, eso sí, anudar a Joaquín, aunque por el camino se deshiciera de varias cuerdas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.