Rudy luce galones
Los 23 puntos del escolta dan la victoria al Madrid en su estreno europeo tras superar a un correoso Panathinaikos
Con Rudy por bandera el Madrid se estrenó en la Euroliga con tanto optimismo como sufrimiento. Sudaron tinta los de Laso para descifrar el partido y derrotar al correoso Panathinaikos, pero su estrella asumió los galones y aportó, a las primeras de cambio, el factor diferencial en el que se amparan los blancos para intentar reverdecer laureles en el viejo continente. Los 23 puntos del escolta tumbaron la resistencia del conjunto griego, amotinado en torno a la imponente figura de Schorsianitis, en un duelo que respondió a la enciclopedia de ambos equipos.
REAL MADRID, 85 – PANATHINAIKOS, 78
Real Madrid: Llull (15), Suárez (0), Rudy Fernández (23), Mirotic (18) y Slaughter (8) —equipo inicial—; Reyes (4), Carroll (7), Begic (2), Sergio Rodríguez (4), Draper (4) y Pocius (0).
Panathinaikos: Ukic (6), Diamantidis (13), Armstrong (0), Maciulis (6) y Panko (10) —equipo inicial—; Bramos (8), Tsartsaris (10), Kitchen (2), Skordilis (0) y Schortsanitis (23).
Parciales: 22-20; 13-24; 24-16; y 26-18
Árbitros: Pukl (Eslovenia), Sahin (Italia) y Latisevs (Lituania).
Palacio de los Deportes: 10.930 espectadores (casi lleno).
Un sorteo endiablado que encuadró a los blancos en un grupo cargado de quilates y la experiencia del curso pasado, en el que dos malas tardes le descabalgaron de la carrera continental, obligaban los de Laso a salir al sprint en la que va a ser la carrera de fondo más larga de la historia de la Euroliga. La reciente gira estadounidense lastraba las piernas de los locales, pero Rudy no perdió el tiempo y se puso sus mejores galas para superar el jet-lag y afrontar la cita. El escolta madridista condensó en apenas cinco minutos su ambición por entronizarse en territorio europeo. Dos mates, dos triples y un tapón sellaron una contundente puesta escena que dejó pasmado al conjunto griego con un parcial de 12-2. Pero a pesar de semejante chupinazo, la fiesta en el Palacio iba a tardar en comenzar. La heráldica del Panathinaikos no entiende de rendiciones prematuras y, superado el chaparrón inicial, el cuadro griego iba a presentar batalla.
Sobre el parquet, 14 Copas de Europa entre ambos equipos: ocho de los blancos –los más laureados del torneo- y seis de los verdes –empatados en el segundo lugar del podio con el CSKA-. Un palmarés mítico con un alquimista en común: Zeljko Obradovic. El técnico serbio fue el último en conquistar el trofeo para el Real Madrid hace ya 17 años y en sus 13 temporadas en el banquillo del Panathinaikos agrandó su leyenda alcanzando cinco coronas más para un total de ocho. La salida del patriarca de los banquillos provocó el pasado verano un cataclismo en el conjunto griego. Pedoulakis llegó para hacerse cargo de la pizarra y apenas Diamantidis y Tsartsaris mantuvieron su taquilla en el vestuario. Bajo la batuta de su experimentado base y agarrados a Schortsanitis, una de sus principales incorporaciones veraniegas, los visitantes trabaron la carrera del Madrid y voltearon el pulso hasta alcanzar una máxima diferencia de nueve puntos (35-44, al descanso).
Dos mates, dos triples y un tapón sellaron una contundente puesta escena que dejó pasmado al conjunto griego
Sofo se volvió inabarcable para los pívots madridistas que, enredados en descifrar el antídoto para la mole griega, descuidaron la vigilancia sobre Panko y perdieron el paso en ataque. Laso agitó entonces la pizarra y cambió de timonel. La brújula de Draper, reorientó al Madrid y puso en el mapa del partido a Mirotic, apagado hasta entonces. El despertar del hispano-montenegrino, con 10 puntos y cinco rebotes en el tercer cuarto, unido al tino de Llull desatascaron el ataque blanco hasta recuperar la iniciativa en el marcador (48-46, min. 25). Ajustada la defensa y con más efectivos sumados a la causa de Rudy, el Madrid recompuso la figura. Pero para entonces Schortsanitis, imperturbable e inamovible, continuaba superando a todas sus parejas de baile -desde la pusilanimidad de Begic, al brío de Felipe, pasando por la fibra de Slaughter- y haciendo fortuna bajo los aros con un sobresaliente 9/9 en tiros para un total de 23 puntos al final. En ese tramo estuvo además bien secundado por Panko y Tsartsaris y por algún esporádico triple de Diamantidis.
Quedaban siete minutos para el final y el pulso estaba igualado a 65 puntos. Tocaba remangarse y, en mitad de la batalla, los blancos encontraron a uno de sus mejores artilleros, desaparecido hasta entonces en combate. Siete puntos de Carroll permitieron a los blancos adentrarse en el territorio del miedo con una pequeña renta. Fue suficiente. Rudy gestionó con solvencia la ventaja, redondeó su expediente y remató el estreno victorioso del Madrid.
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