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Historias de un abanderado

Isabel Fernández, Alejandro Abascal, Herminio Menéndez y Luis Doreste recuerdan las emociones de desfilar a la cabeza de la delegación española en unos Juegos

La judoca Isabel Fernández, abanderada en los Juegos Olímpicos de Atenas '04.
La judoca Isabel Fernández, abanderada en los Juegos Olímpicos de Atenas '04.Reuters

La judoca Isabel Fernández, oro olímpico en Sidney 2000, está a punto de saltar al Estadio Olímpico de Atenas portando la bandera española en la inauguración de los Juegos del 2004. Está un poco nerviosa, pero antes de presentarse ante la multitud que copa el recinto con banderas y gritos, quiere solo una cosa: hacerse una foto con sus compañeros de judo. No pudo ser. “Me dieron la bandera cinco segundos antes de salir”, dice mientras recuerda ese día. A Isabel no le importa: puede hacerse la foto una vez terminada la ceremonia. Las cinco o seis horas que duró el acto fueron como un minuto para ella. “Fue una pasada”, dice. Y, por fin, llega la hora de la foto. El único inconveniente es que nunca llegó a hacerse. “Llegó un hombre que quería llevarse la bandera. Empezó a tirar de ella y yo no quería dársela”, cuenta. Pero al final se la lleva. Y entonces es cuando todas las emociones del desfile desbordan a Isabel: “Empecé a llorar, me dio todo el bajonazo”.

Luis Doreste en Atlanta '96.
Luis Doreste en Atlanta '96.EFE

Los abanderados coinciden en que ser quien encabeza a la delegación en la inauguración de unos Juegos Olímpicos es un momento inolvidable. “Es muy bonito porque los Juegos son la competición más importante para todo deportista”, dice el regatista Alejandro Abascal, oro olímpico en Moscú 1980. “En el estadio de Los Ángeles no cabía un alma”, recuerda Abascal, abanderado en 1984, “me veía en las pantallas gigantes, con mi nombre, con la bandera… Sonreía todo el rato, tenía cara de tonto, de estar pasándolo muy bien”, dice. No es capaz de describir todas las sensaciones que le desbordaron en ese momento, pero sí que recuerda un detalle: “La bandera ondeaba perfectamente. Si has visto vídeos lo verás. Lo hice muy bien”, dice entre risas.

Esas imágenes, las caras de los deportistas que portan la bandera, se pueden ver en vídeos, en los periódicos. Pero antes hay otro momento de alegría desbordante que disfrutan en privado: aquel en que alguien les dice que son los elegidos. Lo curioso es que no se suelen acordar de esa persona que les transmitió la buena noticia. “Me lo dijeron por la tarde. Yo era una de las que podían ser abanderadas y estábamos aquí, en el gimnasio todos, con una bandera española que me acababan de regalar por si salía elegida”, cuenta Isabel Fernández. Luis Doreste tuvo que dejar pasar dos Juegos Olímpicos hasta que, en Atlanta 96, le llegó la oportunidad: “En principio lo iba a ser en Seúl, después de haber ganado dos medallas en los Juegos anteriores, pero fue la infanta Cristina. Luego llegó Barcelona… y lo fue el príncipe Felipe. Por fin, me tocó a mí en Atlanta”. Abascal estaba en el comité olímpico cuando se enteró, y asegura que su nombramiento fue una sorpresa a pesar de que había traído a España el primer oro olímpico de su historia. “No estaba claro que yo fuera el abanderado porque había deportistas con mucha fama, en baloncesto por ejemplo”, recuerda. Todo lo contrario que Herminio Menéndez, abanderado en 1980 y dos veces plata y un bronce en piragüismo, que dice que su elección “fue sencilla”: “Yo venía de ganar los Mundiales, de ganar el bronce en Montreal y simplemente me lo propusieron, sin más”.

“En principio lo iba a ser en Seúl, después de haber ganado dos medallas en los Juegos anteriores, pero fue la infanta Cristina. Luego llegó Barcelona… y lo fue el príncipe Felipe. Por fin, me tocó a mí en Atlanta” Luis Doreste

A pesar de los buenos recuerdos, no todo es positivo a la hora de llevar la bandera. “El problema es que estás mucho tiempo de pie, hay muchos actos,… es malo si compites al día siguiente, por eso algunos deportistas han renunciado”, opina Abascal. El piragüista David Cal, abanderado en Pekín '08, coincide con ellos. El de Pontevedra comentó tras la apertura de los Juegos que fue un poco pesado el hecho de estar tanto tiempo de pie, que no era bueno para el entrenamiento. Aunque también un orgullo.

En los Juegos de Moscú 80 la cuestión no era tanto quién era el abanderado, sino qué bandera llevar. En plena Guerra Fría, el boicot a la Unión Soviética politizó la ceremonia de inauguración. El piragüista Herminio Menéndez encabezó la delegación española, que desfiló bajo la bandera olímpica. “Por aquel entonces”, recuerda, “España no se sumó al boicot gracias a Samaranch, que era el embajador español en Moscú. Él forzó que se normalizara todo”. A Menéndez le hizo la misma ilusión que a los demás ser abanderado, pero siempre le quedará la espinita de no haber portado los colores nacionales.

Con la marejada política de fondo, el COE dio libertad a los atletas que no quisieran participar de la inauguración en el Lenin Stadium; pero no faltó nadie. Por si acaso fallaba Menéndez, el COE barajó los nombres de algún jugador de hockey o incluso el de Fernando Romay, que era “el más alto de la delegación”.

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