Los hermanos pequeños de Xavi
Iniesta, Silva y Cesc se erigen en los mejores aliados del centrocampista, que cuaja una actuación espléndida
Xavi es un clásico: pasó al lado del trofeo y ni lo miró. Llevaba la escuadra y el cartabón y encontró un césped húmedo, mojadito, como a él le gusta. Y amigos, casi hermanos. Así que jugó como acostumbra a hacerlo en los futbolines de los bares de Terrassa: rápido y a barraca, sin tregua. Sus hermanos pequeños hicieron el resto.
Iniesta, Silva y Cesc no habían debutado en la Primera División cuando Xavi ya era internacional y campeón del mundo sub-20. Siempre lo reconocieron: miraban el televisor y se fijaban en él. Fue Xavi quien les demostró que se podía jugar en la élite siendo pequeñito pero bueno; quien les dio el gusto por el pase, por encontrar con movilidad el espacio para darlo o recibirlo, para combinar.
¿Qué sería Xavi sin ellos, sin sus hermanos pequeños, sin los que le arropan en La Roja desde hace cuatro años? Los cuatro estuvieron en Viena, los cuatro ganaron el Mundial en Johanesburgo, los cuatro demostraron al mundo que España tiene un estilo de campeón. De campeón de Europa por segunda vez consecutiva. El estilo impreso por Xavi ganó otra vez.
Luis Aragonés se salió con la suya el día que le dijo a Xavi que cogiera el mando. Como Del Bosque, que ha ganado la Eurocopa cerrando todas las bocas de los que no acaban de entender que sin nueve también se puede jugar al fútbol. Se puede si pones a los buenos aunque sean pequeños de estatura y de pie si suelen jugar como lo hicieron Silva. Iniesta y Cesc, en especial este último. Dio un recital, jugó bien, se metió hasta la cocina y ayudó con su profundidad, su toque y su desmarque a que el fútbol ofensivo de España fuera demoledor.
Luis Aragonés se salió con la suya el día que le dio a Xavi el mando
Del Bosque tiene razón: se puede jugar sin nueve y jugar bien. Y hacerlo con un gol elaborado para el remate de un delantero centro fornido, capaz de anticiparse a los centrales. “Si jugamos por la banda y no tenemos nueve, ¿quién remata?”, le preguntó un periodista español a Xavi en la zona mixta tras el partido con Croacia. Xavi le miró como pensando: “¿Me vacilas o eres tonto?”. En la final obtuvo la respuesta. Se puede jugar maravillosamente si Xavi busca la pelota y se la da a Iniesta, que atiende al desmarque de Cesc. Y se puede rematar si Cesc pisa la línea de fondo y la mete atrás para la llegada de un compañero después de dejar en evidencia a Barzagli. Si el compañero es listo, no hace falta que sea alto: llega como Silva, se anticipa a Chielini, un tallo, y remata de cabeza en sus morros.
Se puede jugar por la banda sin extremos si se ocupan o se activan, si tienes un lateral que es una bala como Jordi Alba y quien conduce es Xavi. Esperó a la carrera del que será su nuevo compañero en el Barcelona y le dejó solo ante Buffon. La revelación del campeonato no perdonó y, nada más marcar el segundo, señaló a Xavi: suyo había sido el pase, fue él quien marcó el camino.
Xavi ha añorado mucho estos días a Puyol y Villa en la concentración en Gniewino. En la final los tuvo en la grada, a los dos, a su capitán y a su amigo. No se podían perder un partido en el que habrían estado vestidos de corto de no ser porque les tumbó una lesión antes de empezar el torneo. Como si quisiera darles un homenaje, Xavi, que lamentó no haber sido más determinante en los partidos anteriores, como si la impronta de su esencia permanente no fuera suficiente, fue en esta ocasión la tecla que activó a los que son, porque se lo han ganado, los mejores compañeros de sendero que habría podido imaginar.
Del Bosque ha demostrado que también se puede jugar sin ‘nueve’
El sello de Xavi fue tan patente como el del Barcelona. Durante unos minutos, entre la salida de Pedro por Silva y la de Torres por Cesc, de Xabi Alonso en adelante, todos eran jugadores del Barça. Solo faltaba Valdés. Normal que se impusiera el tiquitaca. Desde Bangkok, donde se encuentra estos días, Pep Guardiola pudo sentirse orgulloso de sus muchachos viéndoles ganar otra vez y viendo a Xavi parar la pelota y el partido, como si el tiempo se detuviera a mirarle, incrédulo de por dónde encontraría el pase.
Xavi no solo marco el camino combinando. También activando la presión. Incomodó a Pirlo incluso cuando recibió la pelota en el área de Buffon tratando de poner en funcionamiento a su equipo. Nunca lo logró el italiano porque delante tuvo al azulgrana, que se lo zampó. Al gran Pirlo, al Mozart que le llaman los italianos, Xavi le pasó por encima. ¿Solo? No, con la ayuda de sus hermanos pequeños. Juntos lograron la triple corona. Quería ser determinante y lo fue. De principio a fin, hasta el último pase a Torres que redondeó un partido glorioso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.