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Instinto asesino

Nadal abruma a Istomin y eleva del 64% al 73% las bolas de ‘break’ que salva en 2012

Juan José Mateo
Nadal se estira para devolver la pelota a Denis Istomin.
Nadal se estira para devolver la pelota a Denis Istomin.clive brunskill (getty images)

El uzbeko Denis Istomin muerde el marco de su raqueta. Esos colmillos que roen el plástico son dientes de leche cuando intentan perforar la armadura de Rafael Nadal. Camino de la tercera ronda (6-2, 6-2 y 6-0), en la que le espera el argentino Eduardo El Gordo Schwank, el español deja el rastro de unos datos estadísticos llameantes. Istomin solo suma 43 puntos, lo que le convierte en el segundo tenista que menos bolas ha ganado al número dos mundial en sus ocho participaciones en Roland Garros, tras el croata Antonio Veic (38 en 2011).

Nadal, que solo ha cedido nueve juegos en dos partidos, menos que nunca, defiende con acierto las dos bolas de break a las que se enfrenta. Es el resultado de un examen de conciencia que empezó un jugador dubitativo y culminó otro con instinto asesino. En 2011 salvó el 64% de las pelotas de rotura. En 2012 lleva el 73%. “Interiormente”, dijo el mallorquín el martes, “me siento mejor”. “El año pasado”, abundó ayer, “jugaba con un pelín más de ansiedad. Terminé agotado mentalmente”.

“Eso”, argumentó Nadal sobre unos números que fotografían a un competidor más decidido, “no quiere decir que vaya a hacer una temporada mejor que la precedente, sino que me está costando todo menos que el curso pasado, que se me hizo más pesado, más largo; sobre todo, las semanas de [de viaje], los torneos y salir de casa”. “Ahora”, añadió para explicar su actitud ante las dificultades, “se me está haciendo todo más ameno. Me siento feliz en la competición. No estoy sufriendo, sino disfrutando. El año pasado, aunque terminara bien muchos partidos, sentí que jugaba con un pelín más de ansiedad mental”.

Ferrer derrota a Paire y Almagro, al que le robaron en la taquilla, a Baghdatis

Consumido por seis finales perdidas en 2011 contra el serbio Novak Djokovic, que hoy (Canal+ y Telecinco) jugará contra el francés Nicolas Devilder, Nadal vivió un doloroso final de temporada. Tras ceder el Abierto de Estados Unidos, encajó un 8-0 en la final perdida en Tokio ante el británico Andy Murray, cayó en los octavos de Shanghái frente al alemán Florian Mayer y compitió sin acierto en la Copa de Maestros. Dos triunfos en la final de la Copa Davis, ganada por España a Argentina, y unas vacaciones lo cambiaron todo.

Fue una sorprendente metamorfosis exprés. “Parece extraño porque de descanso solo hubo tres semanas, pero empecé 2012 con una energía totalmente diferente. Me siento feliz con lo que ha pasado y con cómo he jugado casi todos los torneos. Cuando uno siente que juega mejor, lo ve todo más sencillo. Cambié un poco la mentalidad”, comenta.

La cabeza siempre fue el sello de Nadal, liberado de cualquier cadena por los títulos de Montecarlo y Roma, conquistados ante Djokovic. De ese músculo que no juega con raqueta depende su futuro en París, ya que el torneo propone dificultades que van mucho más allá de la habilidad con la muñeca.

Así, sin permitir que el público se incendiara de patriotismo, David Ferrer tumbó al local Benoit Paire por 6-3, 6-3 y 6-2. Así, en un largo duelo (2h 27m), Carla Suárez hizo descarrilar (4-6, 6-4 y 6-1) a la kazaja nacida búlgara Sesil Karatantcheva. Y así disputó Nicolás Almagro un triple pulso: contra los ladrones, los ultras y el chipriota Marcos Baghdatis (6-4, 6-3 y 7-5).

“Cuando llegué, no había nada en mi taquilla. Me tuvieron que prestar unas zapatillas”, dijo el murciano antes de recordar cómo le gritaban los hinchas chipriotas: “En una pista como la dos se corre el riesgo de encontrarse con gente que no viene a disfrutar, sino a molestar, incordiar y faltar al respeto a los que están cumpliendo con su trabajo”. “Hay que olvidarse de ello”, se despidió el número 13, sordo a los gritos y atento a lo verdaderamente importante.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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