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“¡Se van a cargar el fútbol!”

El escritor Manuel Longares es un espectador desencantado del fútbol industrial

Juan Cruz
Manuel Longares.
Manuel Longares.TOMÁS ONDARRA

Manuel Longares, escritor, padre de Marcos Longares, campeón mundial de Skate, es un espectador desencantado del fútbol industrial de ahora que recuerda con la nitidez con la que escribe el momento en que tenía siete años y le escuchó a Matías Prats “gritar siete u ocho veces, o quizá quince o dieciséis, el gol de Zarra en Maracaná”. Él hubiera querido ser Zarra.

Ese grito atenuado por la memoria fermentada que es la literatura (en el decir de Manuel Vicent) es la esencia de la infancia de Longares, cuya escritura arranca en los sueños pesarosos de la dictadura (Las cuatro esquinas, reciente premio Umbral), se adentra en la decadencia de Franco (Romanticismo) y desemboca en una obra que lo representa: delicada pero valleinclanesca, cervantina, consecuencia de una máxima suya para otros: “Has de escribir midiéndote con los grandes”.

Pero aquel instante, el del gol de Zarra, repiquetea como una música en su esencia de adulto, que es, cómo no, la persistencia del niño que fue. Entonces empezó a pensar que la escritura era la consecuencia de todas las cosas, y el fútbol lo puso a escribir. “Hacía un periódico chico en el que publicaba los resultados del fútbol, lo que escuchaba en la radio. Luego le daba el periódico a mi padre, que era del Zaragoza, como Martínez de Pisón”.

De la estirpe de Del Bosque

Longares fue central “y extremo que no corría” en los equipos del barrio, “en esos partidos de solteros contra casados”. Era un fracaso, dice. La industria del fútbol lo ha alejado de la grada y de la afición, que mantiene porque la infancia no se pierde nunca. Entre los iconos actuales señala a Vicente del Bosque, y si te fijas en Longares tiene algo del seleccionador español: amable, discreto, inteligente, “un sabio”, dice Longares. Tiene incluso el bigote. Él, naturalmente, rechaza la comparación, pero añade sobre el gran salmantino que ha llevado dignidad al fútbol de ahora: “Es hijo de rojo represaliado, un hombre que en el silencio guarda seguramente el recuerdo de los sufrimientos de ese tiempo. Un hombre cabal. Sí, un sabio”.

Ese día del gol de Zarra, Longares, madrileño de 1943, estaba veraneando con sus padres en Chamartín de la Rosa, cerca del Bernabéu. Ya jugaba en el pasillo de su casa. “Jugaba yo solo y me lo retransmitía. Luego escribía las clasificaciones, los resultados, los nombres de mis jugadores favoritos. Esa era la sustancia de mi periódico”.

¿Y cómo siguió el fútbol? “Bueno, en realidad el fútbol acaba ahí, en la infancia. El fútbol verdadero. Lo más bonito que tiene el fútbol termina cuando ya no eres niño. Lo hermoso del fútbol es que es una pasión solitaria. En cuanto eres espectador ya es otra cosa. Mi padre me llevó al Bernabéu dos o tres veces. El primer partido que vi fue un España-Irlanda. España ganó 5-0. Basora marcó un gol de maravilla”.

Pero quien le fascinó fue Zarra. “Era mi ídolo. Era gente sobria. Iba directo al gol. Un día le pedí a mi amigo Vicente Verdú, que iba al País Vasco, que me trajera algún recuerdo de Zarra. Se fue a la tienda del exfutbolista y me trajo un cenicero”. Era tiempo de héroes distintos. “Molowny gambeteaba. Pero Zarra no se andaba con florituras. Le centraban Iriondo o Gainza, él se ponía a pelear con la defensa y marcaba de cabeza como un león. A mí me hubiera gustado parecerme a él. Una cara seria, muy varonil”.

Entre los jugadores de hoy ve imágenes de Zarra “en un Xavi Hernández, tan serio”. “Pero como rematador no hay muchos. Quizá Llorente, aunque es más fino, o Soldado. Ah, y uno del Sporting que se llama Barral. El último de su estilo fue Santillana”.

La literatura siempre ha sido compañera del fútbol. Recuerda lo que escribía Antonio Valencia en Marca, lo que escribía Manuel Alcántara… As se incorporó en 1967. “Esos periódicos deportivos tenían ambición de ser bien escritos, y yo aprendí a leer en Marca al tiempo que Matías Prats narraba esos goles en la radio”.

El fútbol es, pues, en la infancia. Ahora ya lo mira con la indiferencia del que está harto de que ganen siempre los mismos. “¡Se van a cargar el fútbol! Hay dos equipos inhumanos que van a ganar siempre, y eso aburre a las ovejas”. Se hizo del Atlético de Madrid “porque perdía” y las alegrías son más grandes “cuando tu equipo tiene tantos fracasos”. Su Atlético era el de Gárate, el de Adelardo, el de Peiró… En la memoria tiene un chut de Luis Aragonés “que es el orgullo de nuestros recuerdos, cuando estuvimos a punto de ganarle al Bayern la Copa de Europa”. Se entretiene con alineaciones ilustres, y llega hasta Griffa. “Jorge Bernardo Griffa Monfetorni… Le gritaban ¡Griffa, mata! Y él se lanzaba adelante, destrozando al que se le opusiera, para salvar al equipo”. ¿El Atlético ahora? “Pues si no venden los futbolistas para pagar a los acreedores haremos algo. Y si no, a perder, que es nuestro sitio en el mundo”

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