“¿Qué es eso del líbero?”
En 1969, el Granada del Pipo Rossi sorprendió con la novedosa defensa en zona
En el verano de 1969, Néstor El Pipo Rossi (Argentina, 1925-2007) se presentó en Los Cármenes para dirigir al Granada con su arrolladora personalidad y una revolución táctica bajo el brazo: la defensa en zona. Con ese recurso apenas conocido en el fútbol español, el Granada sorprendió a la mayoría de sus rivales, hasta el punto de que firmó una de las mejores primeras vueltas de su historia. La entidad nazarí llegó a ocupar el tercer puesto durante algunos tramos de la primera ronda de aquel campeonato bajo las órdenes de un personaje que dejó algunas de las mejores anécdotas que se han escuchado en un campo de fútbol. El defensa paraguayo Fernández, marcado para siempre por lesionar a Amancio como uno de los jugadores más duros de aquel Granada posterior a Rossi, rememora cómo les explicó el vivaracho entrenador argentino la defensa en zona: “En uno de sus primeros entrenamientos se subió a la grada para ver cómo jugábamos. De repente bajó, paró el partido y se dirigió a Barrenechea, que era el líbero”.
-“Usted de qué juega”, le preguntó Rossi.
-“Yo de líbero”, respondió Barrenechea
-“¿Y eso qué es?, yo nunca he escuchado esa palabra. ¿Por qué se queda usted detrás de la defensa?. Mire querido, el pan de nuestros hijos nos los jugamos en el otro área, así que salga usted hacia adelante con toda la línea”, le espetó Rossi.
“Cuando él llegó jugábamos con tres defensas marcadores y un líbero por detrás. Nos explicó que con él se jugaba con cuatro en línea. En los primeros entrenamientos los marcadores seguían persiguiendo a sus pares y gritaba: ‘pero dónde van, que ese ya no es suyo’, recuerda el portero Ñito. “Los rivales no sabían cómo atacarnos e hicimos una gran primera vuelta, aunque luego el equipo se cayó en la segunda por las lesiones y el cansancio físico”, prosigue Ñito, al que Rossi le hablaba de Amadeo Carrizo “porque jugaba mucho con los pies” y también de Gatti, “que empezaba y era de ese estilo”. A Ñito le llegó a probar como extremo en un amistoso ante la insistencia de Fernández, que aún se ríe cuando cuenta el experimento: “Ñito siempre decía que jugaba bien con el pie, así que convencimos a Rossi para que le probara. Le metimos cuatro balones largos, llegó al primero, pero a los tres siguientes ya no llegó y Rossi no paraba de reírse”. Ñito aún defiende su habilildad con los pies: “Me gustaba salir del área y en un partido en Málaga me dijo: ‘Ñito, hoy tranquilo, vamos a jugar muy al ataque, no me salga mucho’. Pero en el primer balón tuve que salir con los pies y pasar al centro del campo, le miré y se reía”.
Sin el acceso a la información que hoy existe, las mejores referencias que se tenían de Rossi cuando llegó a España eran de futbolistas argentinos o suramericanos que habían jugado con o contra él al otro lado del charco. Alfredo Di Stéfano, su compadre en River Plate y en el Millonarios colombiano, fue siempre su mejor mentor en el fútbol español. El vestuario del Madrid se llenó por boca de Di Stéfano de anécdotas de un futbolista que lo piaba todo, pero con gracia. Un caudillo gracioso en el campo capaz de decirle a un compañero que se clavara un clavo en el pecho para que controlara mejor el balón o, ya como entrenador, capaz de ver un partido con un ojo tapado “porque solo se está jugando en un campo”. De Rossi se sabía que había jerarquizado para siempre la posición de mediocentro en la legendaria Máquina de River de los años 50 y que tenía un carácter volcánico que le llevó a ser el futbolista más expulsado en la historia del fútbol argentino. Como entrenador se conocía que había dirigido a River Plate, a Boca y a Huracán. Con todo, a su llegada a Granada fue recibido por la prensa con honores de ser una leyenda del fútbol mundial. Los diarios deportivos le dedicaron portadas atraídos por una personalidad que caló rápido y mucho en el vestuario granadino.
Fernández también recuerda a Rossi dirigiendo al equipo en la grada de Los Cármenes de una manera muy peculiar: “Le habían echado tres partidos por agredir al árbitro en el campo del Sabadell, así que cogió un megáfono y empezó con ese vozarrón que tenía a dar órdenes de las suyas. El público se lo pasaba en grande. Era tremendo el míster. A Vicente, nuestro extremo le echaba en cara que no pisara el área, que siempre centrara desde la banda. Un día le dijo: ‘Vicente, querido, ¿ha visto usted algún cartel en el área que ponga prohibido pisar la hierba?”.
Rossi no perdonaba un pase malo, de jugador mataba con la mirada o solía decir, cuando le tiraban un pase demasiado alto, “Me tiró el balón, ahora tírame la escalera”. “El míster se ponía enfermo cuando errabas un pase, decía: ‘Por qué maltratan así la pelota, por favor”, rememora el centrocampista Santos, que también recuerda sus charlas: “Nos decía que teníamos que ser protagonistas, que había que divertir a la gente, que cuidáramos la pelota”. Fernández concluye con otra anécdota que resume esa dialéctica tan futbolera como sarcástica de Rossi: “Un día le dijeron que si podía venir a probar al Granada un chico que le pegaba al balón con las dos piernas y su respuesta fue: ‘Que venga, quiero verle para ver cómo golpea con las dos piernas sin caerse”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.