Fiesta en Heliópolis
Un gol de Rubén Castro arrima la permanencia al Betis ante un Osasuna con los deberes hechos
Con más suspense del debido y sin amarrar un final de partido donde Osasuna tuvo opciones de lograr el empate, el Betis, con un sensacional Rubén Castro, firmó un triunfo que vale su peso en oro, su casi segura permanencia un año más en Primera. Todo un logro si se tiene en cuenta la bisoñez de la plantilla y, sobre todo, sus terribles problemas económicos. Osasuna, con los deberes hechos, solo ofreció resistencia en los últimos compases, cuando el colegiado no vio un claro penalti a Ibrahima de Iriney. Pero no tuvo el talento necesario para negarle la victoria al conjunto andaluz, superior tres cuartas partes del partido.
BETIS, 1 - OSASUNA, 0
Betis: Fabricio; Nelson, Paulao, Dorado, Nacho; Jonathan Pereira (Juanma, m. 64), Iriney, Beñat, Jefferson Montero (Matilla, m. 79); Roque Santa Cruz (Jorge Molina, m. 77) y Rubén Castro. No utilizados: Casto; Chica, Amaya y Cañas.
Osasuna: Andrés; Echaide (Leka, m. 83), Damià, Lolo, Flaño, Echaide; Puñal, Loé, Raúl García; Cejudo (Timor, m. 69), Nino y Lamah (Ibrahima, m. 64). No utilizados: Riesgo; Rubén, Roversio, y Nekounam.
Goles: 1-0. M. 33. Rubén Castro.
Árbitro: Ayza Gámez. Expulsó con roja directa a Raúl García (m. 61) por una entrada por detrás a Jefferson Montero. Amonestó a Loé y Paulao.
35. 650 espectadores en el Benito Villamarín.
La ansiedad suele presidir el juego de los equipos cuando se acerca el final de Liga. Hay tanto en juego que el miedo a perder y la necesidad de ganar suelen atenazar a aquellos que tienen que ganarse todavía el pan. Del mismo modo, hay equipos que alcanzan el punto final de la competición mucho más sueltos, con la tarea realizada y con la presión justa. Betis y Osasuna son dos claros ejemplos del alumno que ha llegado al tramo decisivo con el aprobado en la mochila. A los navarros, con la permanencia en el bolsillo, la pelea por Europa se le antoja una batalla demasiado ambiciosa. El Betis, casi sin hacer ruido, también disfruta de una tranquilidad desconocida, en la que despuntan jugadores como Rubén Castro y otros, caso de Beñat, se hacen futbolistas de Primera a una edad tardía. Por eso no debe extrañar que los dos equipos encararan el encuentro como si de un trofeo de verano se tratara. Ritmo lento, juego insulso, pases predecibles y ninguna intención de arriesgar acabaron por definir un panorama de lo más aburrido en Villamarín. El Betis se limitaba a esperar a Osasuna, que tampoco arriesgaba, y daba la impresión de que los dos se conformaban con dejar pasar los minutos, sin ningún atisbo de emoción.
El lento rimo del partido, apenas roto por algún caracoleo de Santa Cruz o un desplazamiento de Beñat, se alteró en una jugada puntual. Rubén Castro se hizo con un balón en el borde del área, amagó un par de veces y cuando nadie lo esperaba se inventó un disparo que sorprendió a Andrés Fernández. El gol, un oasis en medio de la mediocridad, dejó tocado a Osasuna. Más que nada porque le obligó a dar un paso adelante, algo que tuvo prohibido cuando se manejaba con comodidad con el empate. En esa salsa, sin embargo, se movió mejor el Betis. Beñat e Iriney, con espacios, encontraron vías de penetración en las endiabladas carreras de Jefferson Montero. Quiso detenerle de malas maneras Raúl García, que le cazó por detrás y Ayza lo mandó a la ducha antes de tiempo.
Con uno más, sin embargo, el Betis no pretendió demasiado protagonismo con el balón. Se mantuvo a la expectativa, en espera de que una carrera de Jefferson o la calidad de Rubén. Y Osasuna, con el rival sin aprovechar su superioridad por la lesión de Juanma con los tres cambios hechos, pudo lograr el empate. Pero no lo hizo. La fiesta era del Heliópolis.
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