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Como del champán al vino

El Sevilla descorcha el partido con elegancia, pero el Athletic de Bielsa lo oxigena hasta hacerlo a su gusto (1-0)

Fernando Llorente marca el gol de la victoria
Fernando Llorente marca el gol de la victoriaALFREDO ALDAI (EFE)

Los precedentes están para incumplirlos y las tentaciones para caer en ellas. Y el Athletic tenía metido en el cuerpo el demonio del fracaso tras su éxitos europeos y la tentación de sentirse grande ante un grande venciendo las tentaciones psicológicas que invitaban a la placidez anímica. El Sevilla era una buena piedra de toque para medir sus miedos y sus ambiciones. Y además Bielsa insistía e insistía en que se sentía un tanto decepcionado por la situación del Athletic en la Liga. Y, para colmo, no estaba Javi Martínez, algo así como el capataz del equipo, lo más parecido al péndulo del colectivo que lo mismo te da tranquilidad que electriza el campo.

Y el Athletic rompió los precedentes, ganó con más apuros en el marcador que sobre el césped a un Sevilla que tuvo un aire achampando, oloroso, sabroso, formidable cuando se descorchó el tapón del encuentro, pero que fue perdiendo fuelle, rehuyendo la pelea que le proponía el equipo de Bielsa, y entregado casi exclusivamente al empuje visceral de Medel, el futbolista chileno, conflictivo y problemático. El que Bielsa recomendó a Boca Juniors, como dándole una segunda oportunidad que aprovechó en la misma medida que incrementaba su colección de tatuajes (padres, hijo, pitbull).

ATHLETIC, 1- SEVILLA, 0

Athletic: Iraizoz; Iraola, Ekiza, Amorebieta, Aurtenetxe; Herrera (Ibai Gómez, m. 64), Iturraspe, De Marcos (San José, m. 56); Susaeta, Llorente (Toquero, m. 64) y Muniain. No utilizados: Raúl; Gabilondo, Ramalho y Ruiz de Galarreta.

Sevilla: Palop; Luna, Fazio, Escudé, Navarro; Navas, Rakitic (Guarente, m. 74), Medel, Del Moral (Moreno, m. 79); Kanouté (Diawara, m. 67) y Negredo. No utilizados: Varas; Cala, Deivid y De Mul.

Goles: 1-0. M. 47. Centro de Susaeta que cabecea Llorente ganando la acción a Fazio.

Árbitro: Álvarez Izquierdo. Amonestó a Kanouté, Escudé, Medel, Iraola, Navas y Muniain

Unos 39.000 espectadores en San Mamés.

Y eso que el partido nació con un claro color sevillista, convertido durante un cuarto de hora en un monólogo casi absoluto de los muchachos de Michel, y especialmente de Manu del Moral, convertido en la hoja más afilada del cuchillo sevillista, en pleno desconcierto rojiblanco. Negredo porfiaba físicamente, Kanouté con su movilidad y Del Moral con la inteligencia y la técnica más que suficientes para cortar el queso bien curado de su equipo.

Pero fue un cuarto de hora y los partidos duran noventa y pico minutos. Le costó poco al Athletic conducir el encuentro con un billete de ida y vuelta, de esos que exigen un espíritu de sacrificio al que, al parecer, el Sevilla no estaba anímicamente dispuesto. Es cierto que disfrutaba de superioridad numérica en el medio campo, pero el Athletic disponía de superioridad numérica en ataque. Y puestos a elegir… Tanto era así que Llorente, sí, Llorente, malgastó tres oportunidades consecutivas, una de ellas con tiro al larguero, mientras el Sevilla se iba derritiendo como una botella de champán el día después de Nochevieja. Desaparecido el champán, tenía San Mamés más aroma a vino una vez decantado, oxigenado.

Susaeta e Iraola, amén de entrenar juntos, deben comer juntos, merendar juntos y viajar juntos, porque cada uno adivina la presencia del otro como si identificara el leve zumbido que deja su camiseta cuando pasa por su lado. Fue empezar ese tránsito por la banda derecha y morir el Sevilla. Fue un centro de Susaeta y Llorente que le gana la primera acción a Fazio para clavar el gol con un cabezazo poderoso. Y eso era el principio del festival de Susaeta y la resurrección de Muniain, cuando Bielsa le reubicó como media punta. El primero se inventó una vaselina, tras un jugadón con Iraola, al que solo la serenidad de Palop le robó la gloria; el segundo se marcó una jugada de garra y técnica para quitarse a cuatro sevillistas de en medio a base de juego de tobillos, y solo el poste le robó la gloria a San José, quien no supo marcar a puerta vacía.

Esas jugadas y algunas otras permitieron un suspense más ficticio que real, habida cuenta de la manía rojiblanca de dejar sus errores para los minutos o segundos finales. Pero el Sevilla, que había metido a Diawara y a dos debutantes, Guarante y Moreno, ya solo era Negredo. De Navas quedaba la rabia, más que el juego, y Del Moral vivía bajo la ducha de San Mamés.

Decía la tradición que los partidos frente al Sevilla tenían al menos tres goles. Ayer hubo uno y muchas ocasiones. Y hubo un equipo más duradero que el otro, más artificial que explosivo. El cansancio fue el olvido. El Athletic acabó atacando, como demostrando que quien crea que está cansado es que no conoce el sudor.

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