La Real abruma al Rayo
Jornada de puertas abiertas en la defensa del cuadro franjirrojo
El miedo es libre y por eso volaba por Anoeta como un globo en una fiesta infantil. No en vano el Rayo Vallecano era, después del Barça y el Madrid, el visitante más cansino de la Liga. Pero ayer no estaba para gracias. Era algo así como un humorista trabajando después de un funeral. Y por eso empezó a encajar goles a tutiplén con el agravante de que no sabía por qué. Sabía que cada vez que llegaba la Real era gol o algo parecido. Y la Real sabía que le bastaba casi, casi, con asomarse al balcón (del área) para ver la calle vacía. No era la Real un ciclón, sino un viento de Levante que cada vez que miraba a los ojos a Joel le echaba arena a las pupilas. Seguramente se sintió grande la Real por la convertibilidad de su moneda. Seis ataques, cuatro goles, es una revalorización que cautiva a cualquier mercado.
REAL SOCIEDAD, 4 - RAYO, 0
Real Sociedad: Bravo; Estrada, Demidov, Íñigo Martínez (Ansotegi, m. 67), De la Bella; Illarramendi (Rubén Pardo, m. 80), Elustondo; Griezmann, Zurutuza, Vela; y Agirretxe (Llorente, m. 76). No utilizados: Zubikarai; Cadamuro, Xabi Prieto y Aranburu.
Rayo Vallecano: Joel; Tito, Arribas, Diamanka, Casado; Javi Fuego, Movilla (Trashorras, m. 59); Lass (Piti, m. 54), Michu (Tamudo, m. 65), Armenteros; y Diego Costa. No utilizados: Cobeño; Sueliton, Pacheco y Labaka.
Goles: 1-0. M. 5, Agirretxe. 2-0. M. 30. Zurutuza. 3-0. M. 51. Griezmann. 4-0. M. 52. Vela.
Árbitro: Pérez Moreno. Amonestó a Diamanka, Casado y Diego Costa.
Unos 25.000 espectadores en Anoeta.
Si lo quiere mirar por el lado positivo, el Rayo podría sentirse gratificado por tener un equipo poderoso en el ataque. Si tuviera miedo, pensaría que su defensa es manifiestamente mejorable (dicho con lenguaje florentino). Si el Rayo quiere resguardarse en lo accidental, tiene el argumento perfecto en los resbalones, fueran los tacos de las botas, fuera el césped rapidísimo de Anoeta. Paredes donde agarrarse no le faltan. Psicoanálisis colectivo, tampoco. Ni siquiera es un equipo exigible porque sus condiciones estructurales no son normales. Pero el resbalón fue de época. El primero le costó el gol de Agirretxe, que se vio solo, sin esperarlo, cuando se fue al suelo Arribas como una peonza. Y ya no levantó el culo del suelo. Para que no hubiera dudas, la Real se fabricó un gol de cabeza, con toque de testa de Agirretxe y más de lo mismo de Zurutuza, con la defensa del Rayo boquiabierta, como mirando al sol de medianoche. Y Vela, al que le sobra talento, quería cerrar el partido de un portazo para que todos los jugadores ofensivos de la Real se fueran con un gol a casa mientras el Rayo no entendía por qué no le valía con la inteligencia de Movilla para sacar adelante una disputa que nació de su mano con dos ocasiones de Michu y Diego Costa, acostumbrados matadores, resueltas de forma insulsa, con bajonazos impropios de su espada.
La Real asumió el trompicón y, bien sujeta por Illarramendi, descubrió que tenía la puntería exacta, lo que se llama una noche afortunada en la que iban cayendo los goles de la forma más natural del mundo. Algo tenía que ver la movilidad de Zurutuza, de Carlos Vela y la nariz bien abierta de Agirretxe. El Rayo tenía la defensa como una jornada de puertas abiertas. Así que de poco le valía Movilla sin Messi. Era un Rayo virtual y una Real práctica, firme y segura. Una Real más espectacular en los datos que en el juego.
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