Rudy enseña el camino
El Madrid se impone al Valladolid (72-84) guiado por el alero, que anotó 24 puntos y ofreció un recital
La necesidad de ganar lejos de Madrid tras la derrota en Bilbao convirtió el partido en Valladolid en un examen de los serios para el Real Madrid, porque el equipo de Laso tiene muchas cosas que demostrar, que el síndrome del visitante es una enfermedad pasajera, que es favorito para todo, que puede atravesar los partidos frente a los equipos menores de la Liga con aire en las velas para romper rápido y pensar en afinar el conjunto, en dar tiempo en cancha a un banquillo profundo y valioso. En esas estaba Rudy Fernández, que apareció en el parqué lanzado, un triple, una entrada a canasta, con ganas de una solución urgente. El primer parcial de importancia encontró respuesta en Touré, un alero francés que replicaba cualquier acción del rival sin apenas oposición en defensa, el espacio en el que el equipo de Laso malgastaba su buen ataque, algo que terminó por ser la marca distintiva del partido.
VALLADOLID, 72 - REAL MADRID, 84
Blancos de Rueda (16+17+13+26): Dumas (6), Diego García (10), Robinson (10), Touré (14), Bagaric (8) -cinco inicial-, Umeh (9), Seawright (1), Nacho Martín (6), Uriz (6) e Isaac López (2).
Real Madrid (20+18+26+20): Llull (9), Rudy Fernández (28), Suárez (-), Velickovic (7), Tomic (10) -cinco inicial-, Mirotic (16), Pocius (3), Sergio Rodríguez (5), Carroll (2), Begic (2) y Reyes (2).
Árbitros: Amorós, Peruga y Sacristán. Eliminaron por cinco faltas personales a Dumas (min.39) y a Touré (min.40), del Blancos de Rueda.
Incidencias: Encuentro correspondiente a la tercera jornada de Liga ACB, disputado en el pabellón Pisuerga ante 4.900 espectadores.
La segunda oleada del Madrid tras su cinco inicial, Carroll, Pocius o Begic, no mejoró lo que ya había, atascado en las defensas mixtas del Valladolid, con poco rebote ofensivo y solo rescatado por el acierto de Mirotic, La diferencia, que por momentos llegó a ser de diez puntos, se quedó en cinco al descanso y regaló otra oportunidad de sobrevivir al equipo de Luis Casimiro.
El intermedio no sirvió para que Laso organizase las ideas de los suyos. La defensa no tenía intensidad y el ataque carecía de continuidad, de modo que la solución llegó con Rudy Fernández, que en un par de minutos abrió el hueco definitivo. Un triple, un mate de espaldas, un lanzamiento a la carrera, el repertorio completo y la diferencia por encima de los quince puntos. El mallorquín había hecho lo suyo y solo restaba administrar la ventaja, enterrar cualquier asomo de reacción del Valladolid, que se pasó el tercer cuarto atropellado, intentando seguir el ritmo del Madrid y perdiendo balones.
La bronca de Luis Casimiro se dejó sentir al inicio del último periodo, cuando el Valladolid regresó a aquello que le había mantenido en el partido casi media hora: defensa intensa, de la zona a individual y de la individual a la zona, y sobre todo asegurar el tiro, impedir que el Madrid corriese. Del abismo al aliento en la nuca, de dieciocho puntos la diferencia pasó a cinco a tres minutos del final, de dominar sin oposición a estar agobiado, a perder el balón en pases facilones, a regalar un cartucho más al Valladolid. Y en esas regresó Rudy, a su triple, a su entrada, a su canasta inverosímil, y a colocar otra vez distancia con el Valladolid y con el resto de lo que ocurría a su alrededor.
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