Raí y los beneficios públicos del deporte
El brasileño podría ser imitado por otros deportistas que podrían comprender que en la vida hay algo más importante que simplemente mantener el apadrinamiento y el nepotismo en que se basan su estatus
Play the Game continúa agitando los territorios que rodean la profana unión entre el deporte y el dinero. Dos debates, en concreto, pasearon el espectro del nepotismo y el padrinazgo que envenena al deporte en los tiempos modernos: por un lado, el lugar y el papel de los deportistas para promover el cambio en el deporte, y, por otro, los beneficios públicos y privados de los estadios construidos para los megaacontecimientos del siglo XXI.
Henrik Brandt, del Instituto Danés de Estudios Deportivos, habló de una duda, de si los enormes recintos construidos para los Juegos Olímpicos o los Mundiales de fútbol eran en realidad una hermosa y duradera herencia que tales eventos donaban a la sociedad o, más bien, se habían convertido en cargas financieras insoportables para los fondos públicos. Con ejemplos como el del estadio que Ciudad del Cabo erigido para el pasado Mundial de fútbol o los que Portugal edificó para la Eurocopa de 2004, Brandt subrayó el triste legado que dejan detrás de ellos tamaños proyectos constructores. Construir el estadio de Ciudad del Cabo le costó a Sudáfrica más de 400 millones de euros y los costes operativos sumaron otros cinco millones. Pero los ingresos totales apenas sobrepasan hasta el momento el millón de euros. El déficit al que deben hacer frente las autoridades asciende a unos cuatro millones de euros anuales. De estas cuentas alguien se tiene que hacer cargo, claro, mientras quienes construyeron el estadio se fueron con enormes beneficios y los organismos deportivos internacionales, como la FIFA, ya se han puesto a ordeñar financieramente los próximos campeonatos.
El estudioso danés comparó a continuación el caso de dos estadios portugueses de la Eurocopa de 2004. El Estadio del Dragón, en Oporto, fue construido y financiado por la iniciativa privada del FC Porto, club que aún utiliza el estadio, una fuente de ingresos sostenible y viable para toda la ciudad. Por el contrario, el Estadio Magallanes Pessoa de Leiria, se construyó con fondos públicos municipales. Su mantenimiento aún le cuesta al municipio 6.000 euros al día, una suma que asciende al 85% del presupuesto de la ciudad. Desde que se construyó, hace ya siete años, apenas ha acogido 24 eventos, con una asistencia media de 2.500 espectadores. Las autoridades locales vendieron la idea como una inversión de futuro, pero el dinero derrochado en este sueño nunca ha sido recuperado. Los organismos deportivos que promovieron esta imagen y los constructores que lo edificaron se han marchado, abandonado a los ciudadanos de Leiria, que luchan para mantener el elefante blanco que heredaron. La lección portuguesa es que si un estadio puede ser rentable será la iniciativa privada la que se haga cargo de su construcción; si no, el pueblo deberá cargar con el problema largo tiempo después de que el evento haya terminado.
La nadadora olímpica canadiense Nikki Dryden, que ahora trabaja de abogada de derechos humanos en Estados Unidos, iluminó a la audiencia con detalles de los ingresos y gastos de la Federación Internacional de Natación (FINA) mediante una charla titulada "Nadando en dinero". Dryden se hizo eco de las preocupaciones de muchos ciclistas cuando sacó a colación el problema del efecto de los calendarios deportivos, cada vez más largos, intensos y densos, en las carreras de los deportistas, y cómo ello contribuía a la progresiva conversión de los nadadores en materia prima y en producto terminado de una industria de consumo. Dryden resaltó el nulo beneficio que de ello extraían tanto los nadadores de elite como el desarrollo del deporte entre los niños y jóvenes. Más bien, dijo, los grandes beneficiarios son los dirigentes de la FINA y sus administradores. En su apoyo, Dryden presentó los números del Mundial de Natación celebrado en Montreal en 2005, que le costaron a la ciudad unos 50 millones de euros. El comité organizador le pagó, además, a la FINA una cuota de unos cinco millones y los gastos de los miles de nadadores (viajes, estancia, comidas...), que llegaron a tres millones. El coste de mantener al centenar o así de dirigentes de la FINA ascendió a más de un millón de euros.
El presupuesto global de la FINA en 2005: ingresos de 10 millones de euros provenientes de la organización de sus campeonatos, dos millones de gastos en las oficinas, millón y medio en gastos administrativos, un insignificante medio millón en controles antidopaje, 800.000 euros en premios 180.000 para el desarrollo de la natación en los países en vías de desarrollo. El beneficio en 2005 de este organismo, radicado en Suiza con el estatuto de ONG, ascendió a más de cinco millones de euros. Para Dryden, el acogimiento de las federaciones internacionales a las leyes suizas constituye una de las principales barreras a cualquier tipo de control sobre ellas.
La falta de control, la falta de obligación de presentar cuentas, se enmaraña aún más cuando el sistema de apadrinamiento que rige el deporte crea las condiciones para que sea virtualmente imposible que la mayoría de los atletas puedan enfrentarse a los peligros de su propia transformación en producto de consumo. En este sentido, los problemas de la natación no son sino otra señal de la crisis más general a que se enfrenta la integridad del deporte. Si ninguno de los estratos del deporte -federaciones, gobiernos nacionales, patrocinadores, los aquiescentes medios informativos o los deportistas—está dispuesto, o tiene voluntad, de afrontar el problema, poco se podrá hacer. La excepción a la regla son los deportistas que se atreven a opinar.
La nota alegre la dio el exfutbolista brasileño Raí, que llevó la esperanza a la mesa de debate al hablar del creciente movimiento de deportistas brasileños que trabajan con fundaciones en busca de un cambio social concreto en un país caracterizado por una gran separación entre ricos y pobres y continua corrupción. Asociaciones como el Instituto Ethos, Ciudades Sostenibles, Todos por la Educación, Deportistas por la Ciudadanía y Fundación Gol de Palabra están implicadas en el proceso de desafiar el interés privado en favor de la honestidad pública.
Para Raí, el futuro no pasa por proteger la seguridad del deporte de elite y alto rendimiento, sino por su trabajo en Deportistas por la Ciudadanía y la Fundación Gol de Palabra, que intenta promover el desarrollo social, el espíritu ciudadano y la alfabetización camino de una acción social a través del deporte. En la actualidad, Raí está exportando su trabajo a África. También podría ser imitado por otros deportistas que podrían comprender que en la vida hay algo más importante que simplemente mantener el apadrinamiento y el nepotismo en que se basan su estatus y sus privilegios privados, que también deberían pensar en los cuáles podrían ser los beneficios públicos del deporte.
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