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El Sporting saca pecho ante el Sevilla

Preciado; su ayudante, Tejada, y Canella fueron expulsados

El Sporting empezó a demostrar ayer que no es el muñeco del pim-pam-pum que destrozaron los grandes en el comienzo de la Liga. No es el mismo. El Sevilla, por supuesto, tampoco. El equipo de Jiménez vive una evidente crisis de identidad, lejos del juego y, sobre todo, la intensidad que le convirtieron en un gigante no hace mucho. Gracias a eso, El Molinón vivió una noche grande, de las que recuerdan a aquel equipo que hace medio siglo apodaron El Matagigantes.

En ese tobogán en que el Sporting ha convertido la temporada, ayer le tocaba estar arriba del todo. Los de Preciado salieron hechos una furia y a los cinco minutos ya olían el gol. El árbitro vio penalti en unas manos de Escudé, apoyadas sobre el césped, y Bilic se encontró cara a cara con Palop como en la primera vuelta. El croata tiró como siempre, muy duro, pero el portero respondió con un paradón.

Sporting 1 - Sevilla 0

Sporting: Lafuente, Sastre, Iván Hernández, Gerard, Canella, Michel, Diego Camacho, Maldonado (Cámara, m.34), Carmelo (Matabuena, m.82), Diego Castro y Bilic (Barral, m.63).

Sevilla: Palop, Crespo, Prieto, Escudé, Dragutinovic, Navas, Duscher (Renato m.67), Facio, Capel, Romaric (Kanouté, m.45) y Chevantón (Acosta, m.58).

Gol: 1-0. m.16. Diego Castro.

Árbitro: Megía Dávila. Expulsó con roja directa a Canella (m 28) y al borde del final simultáneamente a Preciado y a su segundo Iñaki Tejada por una protesta estando ambos ya advertidos y mostró tarjeta amarilla a Camacho (m 6), Navarro (m 34), Carmelo (m 52).

Incidencias: Partido de la vigésima primera jornada de la Liga disputado en el estadio de Molinón. Unos 25.000 espectadores.

El Sevilla, con una alineación muy rebajada por causas de fuerza mayor y por decisión de Jiméndez, que dejó en el banquillo a Kanouté, Renato y Navarro, ni siquiera despertó al hilo de su guardameta. A una defensa descolcada y desbordable unió un centro del campo fantasmagórico. Duscher y Fazio nunca podrán llevar el peso del juego en la construcción del juego de un equipo grande. Y sin nadie que les suministre balones, Navas y Capel son dos puñales sin filo. En definitiva, el Sevilla fue un equipo previsible, pesadote, sin esa magia de sus mejores temporadas.

Mientras el Sevilla andaba, el Sporting volaba. Cada balón robado, y fueron unos cuantos, se convertía en una carga con todo hacia el área. Y, en ocasiones, con detalles artísticos. Como la jugada que hilaron en la banda derecha Bilic, Maldonado y Carmelo, que acabó con un centro magnífico del mediapunta, tan bueno que hasta Diego Castro, que tiene la cabeza para otras cosas, encontró hueco junto al palo derecho de Palop.

Bilic, que tras su triplete del Sánchez Pizjuán parece peleado con la portería, tuvo la oportunidad del desquite con Palop en el minuto 22. Falló su mano a mano con el agravante de que dos compañeros esperaban un pase que era gol seguro. El panorama se nubló para el Sporting cuando Canella se pasó de frenada y atropelló a su compañero de selección Diego Capel. Con diez, el Sporting y el Sevilla empezaban otro partido. El Molinón se preparó para resistir. Y aguantó agarrado a su fe y un guardameta, Lafuente, que parece llegado para cerrar el debate con Sergio Sánchez. El bilbaíno respondió con unos cuantos paradones y, sobre todo, una sensación de seguridad desconocida últimamente. El resto lo hizo la inoperancia de un Sevilla que sigue dando motivos para el cabreo a su afición. Kanouté mejoró sus prestaciones, pero no fue suficiente.

Manuel Preciado celebra el gol del Sporting de Gijón.
Manuel Preciado celebra el gol del Sporting de Gijón.REUTERS

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