_
_
_
_
EUROCOPA | RUMANIA 0 - FRANCIA 0

Francia parece Rumania

El equipo de Piturca, sin alarde alguno, complica la vida al subcampeón del mundo

En la apertura del 'grupo de la muerte', Francia se pegó un tiro en el pie ante una selección de corte plano como Rumania, que no se sintió destemplada en ningún momento ante los subcampeones mundiales. A los rumanos les bastó con un poco de tesón para frenar a su afamado adversario, que jugó al paso y, encima, terminó fundido, tutelado por su rival. A Francia le faltaron argumentos futbolísticos y físicos, como si buena parte de sus eternos gladiadores ya estuvieran empachados de fútbol y quienes se acunan tras ellos aún no se atrevieran a coger el testigo. En esta vieja Francia no ha habido mutación alguna y, por ahora, la transición no parece fluida.

Tal es la militarizada escala gradual que maneja Raymond Domènech, su técnico, que Benzema, la nueva veta francesa, le quita el tajo a Anelka, aquel supuesto proyecto de estrella más reputado entre el círculo de intermediarios que le pasean por las gerencias que por su huella futbolística. Con Benzema de chico de los recados, Ribéry fue el único agitador de Francia, que mantiene las mismas arterias que hace una década, pero sin Zidane, un vacío irremediable para cualquier selección. Esta generación se ha perpetuado con honores y ha logrado la mejor cosecha de la historia del fútbol francés y no es sencillo su pase a la reserva.

El partido, minuto a minuto
Francia en la Eurocopa
La Selección Rumana

El oficio queda, le falta la energía de antaño. Sus laterales (Sagnol y Abidal) no reman, los centrales (Thuram y Gallas) son demasiado rígidos y Toulalan, en el eje, aún no pesa lo que Makelele, que no tiene edad y poco que importa. Demasiado lastre para superar a la teórica cenicienta del grupo, Rumania, que se sostuvo en el encuentro sin grandes alardes: una defensa bien aliñada y a la espera de que irrumpieran Chivu, el pastor del medio campo, y Mutu, el mazo del equipo. Sin herederos de Hagi, Victor Piturca, el seleccionador, ha logrado que el equipo se sacuda viejos vicios. Rumania ya no tiene la gracia de aquel irreverente y espontáneo grupo del Mundial de 1994, pero a cambio no es tan anárquica. Salvo sus dos sobresalientes, el resto sabe cuál es su peaje. Suficiente para complicar la vida al subcampeón del mundo, al que cada minuto se le hizo extenuante. No fue extraño ver cómo la numerosísima hinchada rumana celebró el empate con alborozo en medio de la chifla de los franceses con su paquidérmico equipo.

Nadie simbolizó la decadencia francesa durante el choque como Anelka, autor de otro de esos partidos mentirosos que tanto le delatan. Instalado como presunto ariete, sus compañeros, como si no le conociesen, le buscaron de entrada y ni siquiera le encontraron cuando el chico aún tenía ganas de algún plano. Luego, mediado el primer capítulo, ya no hubo forma. Anelka ya era Anelka, el displicente Anelka de siempre, ese jugador de paso por aquí y por allá, de juego resacoso y funcionarial. Varios metros por detrás, Benzema se alejó del área para ejercer de aguador del ex madridista. Con el gol fuera de foco, el nuevo mesías del Lyón apenas dejó huellas antes de ser sustituido por Nasri, que aportó tan poco como Gomis, que entró en auxilio de Anelka. Para entonces, Francia, con un ritmo empachoso de principio a fin, ya estaba rendida, sin chispa y sofocada. El cuadro de Domènech no sólo fue incapaz de aumentar el voltaje, no pudo sostener su cansino ritmo. Nada hizo al respecto Rumania, a la que el tedio le hacía tirar fuegos artificiales, con Lobont, su guardameta, sin rasguños, salvo un remate desviado de Malouda y un disparo centrado de Benzema.

Cada cambio de tuerca del seleccionador francés empeoró las cosas para su equipo, que no sufrió mayor desgarro por la complacencia rumana, una selección dispuesta a negociar cada punto en este grupo tan rutilante. Quizá por ello Rumania apenas consiente un par de jugadores por delante de la pelota. No lo hizo antes ni después de que Francia se pusiera en evidencia. Domènech, si su credo se lo permite, puede que tenga que adelantar la revolución pendiente.

Makelele trata de frenar el avance del rumano Nicolita.
Makelele trata de frenar el avance del rumano Nicolita.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_