Mark González decide en Anoeta
La Real Sociedad se impone al Racing en un choque presidido por la especulación
Con todo que perder, la recta final de la Liga convierte los duelos de la zona baja en choques matemáticos y asépticos, sin emotividad. Sólo nervios y cálculo racional. Desde la táctica de los entrenadores, en la que prima el no perder, hasta la tensión de los jugadores, el fútbol se ve supeditado a las carambolas y la especulación. Así ocurrió en Anoeta durante casi 80 minutos. Dos conjuntos metidos en problemas por la mala gestión de sus posibilidades se toparon frontalmente en un encuentro carente de brillantez, pero que cayó del lado local tras un gol inesperado.
Tanto la Real Sociedad como el Racing, que la pasada semana pararon los pies al Madrid y el Barça, no supieron a qué jugar. Ambos, pero especialmente los de Preciado, se hallan cómodos agazapados y a la espera. Pero, a la hora de tomar el mando y decisiones, todos renegaron y convirtieron el lance en algo menor. Ni la entrada de Nihat, muy discreto, ni la calidad de Antoñito ni la clase de Xabi Prieto fueron suficientes para templar los primeros 45 minutos.
El conjunto guipuzcoano dominaba el centro sin demasiados agobios. Sin embargo, la llegada a la línea de los tres cuartos se convertía en un suplicio. Las defensas prevalecían. La sequía resultó tan notoria que nadie fue capaz de tirar a puerta en la primera mitad. El Racing, en las escasas ocasiones en las que se aproximó a Riesgo, lanzó lejos y desviado. La Real, con un cabezazo alto de Skoubo y un intento de disparo del danés que despejó Pablo Alfaro, completó su escasísima panoplia ofensiva.
La agonía de los dos conjuntos, que no conseguían depurar un fútbol suficiente como para superar las barreras defensivas rivales, trababa el fútbol hasta el extremo. Sólo Damiá, por la derecha, y un par de jugadas largas de los donostiarras pusieron intensidad en un partido extremadamente aburrido.
La primera jugada de la segunda mitad, sin embargo, cambió el tono del choque y provocó un espejismo pasajero. Dos errores consecutivos de la Real llevaron el balón desde la medular hasta la cabeza de Melo, ya dentro del área defendida por los blanquiazules. El brasileño, tras un potente salto, cabeceó fuera por centímetros. Apenas dos minutos después, en un córner, Damiá enganchó una media volea que también se escapó.
Ambas jugadas actuaron como espoletas. El encuentro ganó en velocidad y perdió un punto de orden, es decir, comenzó a resultar divertido, aunque la calidad no terminaba de aparecer. Se percibían los apuros de ambos, pero también una especie de determinación por alejarse de la zona de descenso. Sin embargo, ni Bakero ni Preciado abandonaron la calculadora. El tramo más explosivo apenas duró un cuarto de hora y todos volvieron a especular con el marcador y la zaga. Fútbol horizontal, juego en el centro y vuelta a las largas posesiones donostiarras que no decían nada. Bakero tiró de Uranga para suplir a Nihat, que no está en su mejor forma, mientras que Preciado se decantó por Antonio Tomás para controlar el centro, para lo que sacrificó a Damiá, el racinguista más destacado hasta ese momento.
El partido parecía morírse con las mismas carencias iniciales. La falta de personalidad y de coraje para completar los ataques, aunque Real y Racing provocaron que volviese a entrar en el laberinto inicial de miedos y especulación. Uranga, recién incorporado, puso una pizca de tensión en las gradas, tras una jugada trenzada en la que remató demasiado alto. Todo lo demás que llegaba a las áreas acababa en esperpento: caídas, como una de Mark González; falta de remate, pases errados o tiros pésimos, como uno de Melo. Pero, en uno de esas jugadas trompicadas con rechaces en el área, el chileno Mark González empalmó una buena volea cruzada que rompió la estructura del encuentro.
A partir de ese momento, todo fue achique por parte de los realistas, que se encontraron con una victoria casi determinante. Mientras tanto, el Racing trató de enmendar el entuerto en el que se convirtió el choque después del gol, pero no hubo lugar por la férrea defensa realista, que supo aguantar acumulando dos líneas de cuatro, a pesar de los embates santanderinos, que no había disparado entre los tres palos durante todo el encuentro (igual que la Real Sociedad hasta el gol), pero que acumularon cinco ocasiones en el tramo final.
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