El Villarreal recurre a su pareja letal
Riquelme y Forlán le dan la vuelta al partido ante un Getafe sin complejos en El Madrigal
Imperturbable es la imagen que ofrece el Villarreal. Cuando los partidos le sonríen o cuando se ponen serios. Cuando su fútbol parece arte o se convierte en un mero oficio. El Villarreal cree en sí mismo y los resultados le dan la razón, aunque para disfrutar también tenga que sufrir. Como esta tarde en El Madrigal, ante un Getafe muy vivo, atrevido y bien dispuesto, que evidenció buenos modos y ausencia de complejos. Le faltó la efectividad que garantizan Riquelme y Forlán, los autores que materializaron la remontada amarilla junto al buen trabajo general del grupo de Pellegrini.
Lo que tienen bien aprendido los equipos que se enfrentan al Villarreal es que anular a Riquelme es menguar el poder creativo e intimidatorio del conjunto de Pellegrini. El Getafe atendió también a la máxima. Bernd Schuster acumuló efectivos en la medular para dificultar la transición del Villarreal, a costa, eso sí, de renunciar a la presencia del goleador Güiza. Como referencia en el ataque madrileño quedó Riki, al que acompañaban por las bandas Redondo y Gavilán. A primera vista, el planteamiento podría trasmitir un mensaje conservador y austero. Una exposición lógica para un equipo menor cuando se enfrenta a un rival de más categoría y con destacadas individualidades. Sin embargo, la lectura del encuentro tenía diversas interpretaciones. Una de ellas era que la pretensión del Getafe no era tan sólo defenderse de los ataques del Villarreal, sino desesperar al rival a partir de dejarle sin su mejor arma. Es decir, sin el balón.
La disposición del Getafe incomodaba al Villarreal, acostumbrado como está a manejar los partidos, a ejercer una moderada tiranía a partir de un dominio pausado, constante, elegante y efectivo. El conjunto madrileño secuestró en la medida que pudo el esférico y transmitió la sensación de defender con más hombres, acumular más unidades en el centro del campo y atacar con más efectivos que el Villarreal. Una constante que tuvo su premio en el magnífico gol de Riki tras una perfecta internada por la izquierda y mejor centro de Gavilán.
La ventaja del Getafe era fruto de la perfección empírica de una razón pensada y estudiada de antemano. Tal vez sea por la calma que da estar en una zona tranquila, en el ecuador de los puntos que se necesitan para la salvación, objetivo claro y básico del grupo de Schuster, o por la buena materia prima de que dispone, lo cierto es que el Getafe no ejerce de equipo pequeño. Actúa con descaro y prudencia delante del rival que sea. Lo mismo le sucede al Villarreal, que tiene la ventaja de los mil recursos que posee para manejar situaciones adversas y revertir momentos complicados. Para eso está Riquelme, para responsabilizarse y ejercer de líder. Para lograr empatar el encuentro en el último minuto de la primera parte tras un magistral lanzamiento de falta que situó el esférico en la cruceta de la meta de Calatayud y que terminó por introducirse medio metro en la portería. El séptimo gol que consigue el argentino.
Nacía de nuevo el partido sin renunciar nadie a sus formas y maneras. Las llegadas se sucedían en ambas áreas, acentuándose paulatinamente en la defendida por el Getafe, que acabó cediendo ante la mayor precisión del Villarreal, que por algo cuenta con mejores individualidades y con Forlán, el Bota de Oro.
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