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Ecuador retrata a Croacia

El equipo de 'Bolillo' Gómez vence a una indefinida Croacia

Orgullosa, feliz y, sobre todo, con el porte de dignidad que distingue a los equipos que no tienen nada que reprocharse y provocan el aplauso del respetable, Ecuador se despidió del Mundial con un triunfo frente a Croacia, una selección que, a diferencia de su rival, se abandonó de mala manera, víctima de su indefinición, pues, a día de hoy, no se sabe muy bien qué es: si vieja o joven, si va o vuelve, si le da igual el Mundial que la Eurocopa, como si le fuera lo mismo que Italia empatara, perdiese o ganara ante México.

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Frente al fútbol asociativo y aseado, muy interesante en el entrejuego, del equipo de Bolillo Gómez, el plantel de Mirko Jozic actuó de manera diseminada, sin interés ni agresividad, dilapidando su triunfo sobre los italianos, con Boksic como única amenaza, aunque con el punto de mira desviado, sin reparar en que un triunfo le habría valido un billete para los octavos de final.

Nada que ver con Ecuador, que encontró en la bota de Méndez el premio a su esfuerzo, al gobierno que tuvo de la contienda y también al peso de futbolistas como De la Cruz o Delgado.

Ni el amor propio de Jarni redimió a Croacia, tercera en Francia 98 y ahora eliminada en la primera fase. Al silencio croata respondieron los ecuatorianos con la alegría propia del equipo que ha ido creciendo con el paso del torneo. "Estoy seguro de que los aficionados estarán tan felices como yo", afirmó Méndez, autor del gol que dio coartada al planteamiento italiano ante México. "Les invito a festejar nuestra primera victoria en la Copa", añadió; "nunca perdimos la fe". Y remachó: "Es como si hubiera vuelto a nacer". Bolillo, el seleccionador colombiano de Ecuador, se mostró menos eufórico: "La palabra más común que debe tener un técnico es la de disconformidad. Me ha gustado el equipo, pero sé que puede dar más".

En Zagreb, mientras tanto, reinaba la consternación, sobre todo entre los 3.000 aficionados que se congregaron ante dos pantallas gigantes en la plaza Bana Jelacica. Nadie entendió qué pintaba su selección en el Mundial.

REUTERS

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