“El máximo símbolo de la opresión española en América”: la mita, el sistema de explotación indígena que enriqueció a la Corona

Un documento, destacado por la Unesco, describe la práctica que forzaba a indígenas a trabajar en Potosí, donde se extraían 300 mil toneladas de plata al año

El documento de 1745 'Expediente sobre el traslado forzado de indios de Puno a la Villa Imperial de Potosí para trabajos en minas e ingenios', fotografiado en noviembre de 2024.Casa Nacional de la Moneda de Bolivia

“Potosí era la segunda ciudad más poblada del mundo en la segunda mitad del siglo XVII, solo detrás de Londres”. Más allá de este mantra que repiten los guías turísticos de esta urbe boliviana, declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1987, los 200.000 habitantes que llegaron a registrar algunos documentos coloniales la confirman como una de las principales metrópolis de la época. Mer...

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“Potosí era la segunda ciudad más poblada del mundo en la segunda mitad del siglo XVII, solo detrás de Londres”. Más allá de este mantra que repiten los guías turísticos de esta urbe boliviana, declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1987, los 200.000 habitantes que llegaron a registrar algunos documentos coloniales la confirman como una de las principales metrópolis de la época. Mercaderes y oportunistas se sentían atraídos por las 300.000 toneladas de plata que se extraían al año del Cerro Rico de Potosí, montaña ubicada a 4.700 metros de altura, hoy todavía en activo, que fue el principal ingreso económico del Virreinato del Perú. Para su explotación a gran escala, desde la Corona española se implementó la mita, sistema que distribuía la mano de obra a través del traslado forzoso de indígenas, y del que se conoce más sobre su intricada administración gracias a un documento del siglo XVIII, incluido a finales de 2024 en el Registro Memoria del Mundo de la Unesco.

El conjunto de 12 folios de color sepia se titula Expediente sobre el traslado de indios de Puno a la Villa Imperial de Potosí para trabajos en minas e ingenios (1745). Especifica, con nombre, apellido y edad, a los 83 indígenas —hombres, mujeres y niños— que fueron llevados sin su consentimiento desde Paucarcolla, Capachica y Puno, todas regiones en el actual Perú, a la mina del Cerro Rico. Los esclavos traídos desde África no eran considerados aptos para el trabajo en la mina por las bajas temperaturas, por lo que la alternativa fueron los nativos, la siguiente escala en la pirámide social colonial. “El documento es esencial para comprender la historia socioeconómica de los Andes, porque refleja cómo la imposición de la mita afectó profundamente a la demografía y la estructura social de las comunidades indígenas”, explica Luis Arancibia, director de la Casa Nacional de la Moneda, museo que resguarda el escrito y que funcionó como centro de fundición de plata y acuñación de monedas desde 1773 hasta 1951.

Los historiadores José de Mesa y Teresa Gisbert, especialistas en la época virreinal, consideran la mita como “el máximo símbolo de la opresión española en América, aún mas que las encomiendas [porciones de tierra que los reyes regalaban a los conquistadores fieles, con los indígenas incluidos en la donación]”. Por una paga mínima, los llamados mitayos debían viajar caminando hasta 600 kilómetros, eran mezclados con otros grupos étnicos y tenían que aguantar las duras condiciones de trabajo, una de las causas de la reducción de la población originaria. El trabajo podía incluir el mantenimiento de las lagunas artificiales para las máquinas hidráulicas que molían el mineral, el manejo de los ingenios para amalgamar la plata con mercurio o la extracción en la mina. Este último era el peor destino porque no se podía salir del socavón durante seis días de la semana. Este trabajo obligado debía ser cumplido por indígenas varones de entre 18 y 60 años; sus esposas podían acompañarlos.

Detalle del documento.Casa Nacional de la Moneda de Bolivia

Sistema inspirado en los incas

Desde que se implementó en 1573 por el virrey Francisco de Toledo, se calcula que 14.500 mitayos fueron forzados cada año a trabajar en el Cerro Rico de Potosí. Inicialmente, las rotaciones se hacían cada cuatro meses, pero con el tiempo los periodos se ampliaron. Queda constancia de ello en el documento protegido por la Unesco: “Los indios que han pasado la lista presente son seguros y van afianzados para que la dicha mita no padezca ninguna quiebra ni falta en el tiempo y espacio de los dos años por los que se hace este despacho y que, en caso de que suceda alguna quiebra o falta, no siendo por enfermedad ni muerte o por otra causa legítima, lo pagarán con sus personas y bienes”. La advertencia alude como responsables del trabajo de los nativos seleccionados a los caciques, líderes indígenas convertidos en intermediarios entre los colonizadores y las comunidades, encargados de entregar las remesas de los mitayos.

El Expediente sobre el traslado de indios…, firmado por el escribano Ignacio de Valdez, “por solicitud que realiza don Francisco Javier de Argandoña, Alcalde Mayor de Minas y Registro”, describe todos los engranajes que hacían funcionar la mita. Además de los caciques y mitayos, nombra a los corregidores (españoles con mayor rango que los caciques que supervisaban el envío de los indígenas) y a los capitanes de mita, coordinadores del trabajo de los mitayos en Potosí. Nuevas piezas que se añadieron a un sistema anterior en el que se basó, el mitimae, la reubicación forzada de los grupos conquistados por el imperio incaico.

Otra imagen del documento.Casa Nacional de la Moneda de Bolivia

A pesar de servir como modelo, Arancibia cree que hay diferencias sustanciales entre mita y mitimae. “Mientras que la mita colonial fue un sistema de explotación laboral diseñado para beneficiar a la Corona, el mitimae tenía un propósito más de organización territorial y cohesión social dentro del imperio inca”. Continúa: “Los mitimaes eran destinados a poblar comunidades lejanas, pero las tierras que trabajaban eran suyas; cumplían funciones sociales y económicas. Mientras que los mitayos eran tratados como mano de obra servil, obligados a vivir en condiciones inhumanas”.

Arancibia reconstruye la historia desde el segundo de los tres patios barrocos que tiene la Casa de la Moneda, en una antigua oficina que vivió tiempos más agitados. Para entender el interés que despertaba la plata del Cerro Rico está el conflicto entre vicuñas y vascongados: una guerra civil desarrollada entre 1622 y 1625, en la que los vascongados, vascos que habían logrado primacías económicas, políticas y familiares en Potosí, buscaban defender sus privilegios ante los castellanos, andaluces y criollos americanos. Estos últimos recibieron el nombre de vicuñas por los sombreros de lana del animal que usaban.

De ciudad de la plata a la más pobre del país

La extracción del mineral provocó la concentración de hasta 150.000 habitantes —”66.000 indios, 40.000 españoles peninsulares, 3.000 españoles de Potosí, 35.000 españoles criollos de América y 6.000 negros” —, según un censo de 1611 organizado por el virrey Juan de Mendoza y Luna. Sin embargo, en un escrito de 1600, el sacerdote jerónimo Diego de Ocaña señala a sus superiores que “hay en Potosí matriculadas en las parroquias doscientas mil ánimas”. El Expediente sobre el traslado de indios… tiene un valor añadido al ser uno de los últimos destellos de una ciudad que, hacia principios del siglo XIX, tenía “la mayor parte de sus minas abandonadas y no llegaban a 2.000 los mitayos que trabajaban en ellas”, asegura Carlos Mesa en su Historia de Bolivia.

Página del documento.Casa Nacional de la Moneda

El historiador argumenta este declive en la crisis española por la invasión napoleónica, pero antes por las constantes peticiones de suspensión de la mita desde finales del siglo XVII. Primero por los jesuitas, pero después por corregidores, como Pedro Enríquez (considerado benefactor de la clase indígena), y hasta por el virrey Melchor de Navarra, quien redujo de 16 a 14 las provincias obligadas a la mita. El declive de la ahora añorada Villa Imperial fue en caída libre hasta el punto de que en 1999 era la ciudad con el PIB per cápita más bajo de Bolivia. Y no fue hasta 2016 cuando logró superar su número de población colonial.

La actividad minera, de plata, plomo y estaño, sigue siendo la principal base económica de la ciudad dominada en el horizonte por el Cerro Rico. A sus faldas se han establecido cooperativas, ingenios y viviendas de los mineros y empresarios. Cada día, entre temperaturas de media entre 5 y 7 grados, se adentran entre las 5.000 galerías subterráneas en busca de los restos de casi 500 años de explotación.

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