Diez grandes películas de terror basadas en libros disponibles en plataformas

De ‘Nosferatu’ a ‘Frankenstein’, pasando por el ‘gore’ de ‘Re-Animator’ y ‘Carrie’, la sutilidad de ‘Rebeca’ o los fantasmas de ‘Suspense’: un viaje audiovisual con transfondo literario a historias de miedo

Klaus Kinski e Isabella Adjani, en 'Nosferatu', de Herzog.

El estreno en cines de El legado, largometraje de Lisa Mulcahy que adapta la magnífica novela de Joseph Sheridan Le Fanu El tío Silas, ha devuelto el sabor del mejor terror literario llevado a la gran pantalla. Por ello aquí va una selección con algunas de las mejores películas de horror (que estén disponibles en plataformas), vistas desde el espejo literario de sus fuentes. Un fantasmal paseo por los mejores miedos: los externos, los que nos acechan desd...

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El estreno en cines de El legado, largometraje de Lisa Mulcahy que adapta la magnífica novela de Joseph Sheridan Le Fanu El tío Silas, ha devuelto el sabor del mejor terror literario llevado a la gran pantalla. Por ello aquí va una selección con algunas de las mejores películas de horror (que estén disponibles en plataformas), vistas desde el espejo literario de sus fuentes. Un fantasmal paseo por los mejores miedos: los externos, los que nos acechan desde las más diversas amenazas, y los que surgen del propio interior del ser humano, quizá los más hirientes.

El péndulo de la muerte (1961), de Roger Corman

Adaptación de El pozo y el péndulo (1842), de Edgar Allan Poe

La agonía de un hombre en manos de la tortura en el Toledo de los tiempos de la Inquisición. La señora de la guadaña, esta vez, se presenta en forma de artilugio siniestro y demoledor. Un cruel e ingenioso mecanismo que la adaptación cinematográfica realizada por Richard Matheson, el escritor de Soy leyenda, otro grande del terror, se guarda para sus últimos minutos. Como lo que narra el cuento de Edgar Allan Poe son las sensaciones de un ser humano que ve llegar a la muerte hacia su pecho, centímetro a centímetro, la película envuelve el monólogo interior y ese clímax continuo del texto con el añadido de una historia de terror, engaños y maldiciones familiares, con ecos de La caída de la casa Usher y, sobre todo, de El entierro prematuro, otros dos de los grandes cuentos del escritor de Boston. El encantador cartón piedra de las traslaciones de los cuentos de Poe compuestas por Roger Corman, y la elegante, perversa y casi autoparódica mueca de Vincent Price en su rostro subyugan de un modo mucho más especial que cualquier dechado de realismo. Disponible en Filmin.

Nosferatu, vampiro de la noche (1979), de Werner Herzog

Adaptación de Drácula (1897), de Bram Stoker

Hay excelentes opciones para seleccionar una buena adaptación de la novela de Bram Stoker. La de Werner Herzog es una de las mejores, más arriesgadas y, en estos días, quizá la menos vista por las nuevas generaciones. El alemán, siempre osado, comienza su película con los cadáveres momificados de unos bebés (las momias reales de Guanajuato), y (casi) la acaba con una plaga de 11.000 ratas reales que conllevó problemas de salud pública en la ciudad holandesa de Schiedan, donde se rodó. Relectura del clásico del cine mudo dirigido por F. W. Murnau en 1922, otra obra maestra, este Nosferatu de Herzog parece inspirado por el romanticismo pictórico alemán: las imágenes de Isabelle Adjani tras la ventana, o en el cementerio, parecen sacadas de cuadros de Caspar David Friedrich. Y, sin tener que irse a las secuencias más estremecedoras con el vampiro, las tomas cámara en mano de Jonathan Harker (Bruno Ganz) caminando por los acantilados y con el río al fondo, en busca del castillo de Drácula, ya hielan la sangre. Disponible en Filmin y Amazon.

El esqueleto de la señora Morales (1951), de Rogelio A. González

Adaptación de El misterio de Islington (1927), de Arthur Machen

Seguramente la película más desconocida en España de esta selección, y una de las más sorprendentes. Arthur Machen, escritor galés especializado en lo sobrenatural, admirado por mitos contemporáneos como Stephen King, se alejó por una vez de los espectros y las almas perdidas y compuso un relato de crónica negra cargado de humor aún más oscuro. Pocas veces se ha trazado la personalidad y la actitud de un personaje femenino de un modo más repulsivo que en la adaptación mexicana de su texto. Con unas interpretaciones maravillosamente delirantes de Arturo de Córdova, como el bonachón taxidermista y vendedor de esqueletos articulados, y de la española Amparo Rivelles, como su arpía esposa, El esqueleto de la señora Morales, más macabra que terrorífica, fue adaptada del cuento de Machen por el exiliado español Luis Alcoriza, guionista habitual de la etapa mexicana de Luis Buñuel, y acostumbrado por tanto a la sorna más fúnebre. La fabulosa puesta en escena de González, jugando con las luces y las sombras y con unos muy expresivos encuadres, completa una obra extraordinaria, a reivindicar en nuestro país. Disponible en Flixolé.

Suspense (1961), de Jack Clayton

Adaptación de Otra vuelta de tuerca (1898), de Henry James

La mejor adaptación de la novela de Henry James, y una de las películas de terror más influyentes de siempre: Los otros y El orfanato, entre otras, no serían lo que son sin la obra de Jack Clayton. Las apariciones fantasmales, de una sutileza abrumadora, resultan sobrecogedoras gracias a la fotografía de Freddie Francis, que le otorgó una extraña textura al blanco y negro, y una profundidad de campo tan enorme que las tomas espectrales, de apenas unos segundos, parecen tener dos enfoques simultáneos. El lado más oscuro del deseo y el reverso tenebroso de la depravación se clavan en la mirada de unos niños hasta provocar un feroz envilecimiento y una perfidia heladora. El título original de la película, The Innocents, dice mucho más que el sosaina Suspense que se le endilgó en España. Truman Capote participó en el guion, en un descanso de su escritura de A sangre fría. Disponible en Filmin.

Rebeca (1940), de Alfred Hitchcock

Adaptación de Rebeca (1938), de Daphne Du Marier

“Hubiera podido luchar con los vivos, más no contra los muertos”. En esta frase del núcleo central de la novela de Daphne Du Marier se asienta todo un sentimiento atroz, el de una lucha desigual entre la ilusionada segunda esposa de un decadente viudo rico y el espectro de la primera, fallecida e idolatrada, que pulula por la mansión de Manderley en forma de sombra que pesa más que las piedras, de perfección que nunca envejece, pues ya no es una persona viva sino un mito muerto. Du Marier, genialidad absoluta, tituló su obra con el nombre de la muerta, y a la viva ni siquiera le dio la posibilidad de un nombre propio: no es solo la otra, o la nueva señora De Winter, es una doña nadie. Alfred Hitchcock compuso un drama psicológico, una intriga criminal y una película de fantasmas. Todo a un tiempo. Y luce sus poderosas armas de puesta en escena, particularmente en la presentación de la tétrica señora Danvers, el ama de llaves, que entra en el encuadre como salida de la nada, para empezar a aterrorizar a una Joan Fontaine vestida, cómo no, con esa prenda de vestir abotonada y célebre desde entonces: la rebeca. Disponible en Filmin.

El doctor Frankenstein (1931), de James Whale

Adaptación de Frankenstein o El moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley

Mientras algunas de sus terroríficas compañeras de generación en la Universal han envejecido mortalmente (el Drácula de Tod Browning, sin ir más lejos), la película de James Whale y su estupenda secuela, La novia de Frankenstein (1935), mantienen vivos su espíritu de imaginación poética y el malsano brío del científico que reta a la naturaleza y a Dios. “He descubierto el gran rayo que trajo la vida al mundo”, clamaba Víctor Frankenstein, antes de que el monstruo, su creación hecha a base de retales de carne humana, acabara robándole hasta el apellido de cara a la posteridad. “Pronto habrá desaparecido esta ardiente desesperación. Subiré en triunfo a mi pira funeraria y disfrutaré, en mi agonía, la caricia de las torturantes llamas”, había escrito Mary Shelley, poniendo en boca del doctor un desenlace lírico que la película de la Universal convirtió en explícito. En el viejo molino, localización deslumbrante, el hombre de los pespuntes y los tornillos, invención de la película, gritó su último alarido de desesperación. Disponible en eBiblio y en Classix.

Vampyr, la bruja vampiro (1932), de Carl Theodor Dreyer

Adaptación de Carmilla (1872), de Joseph Sheridan Le Fanu

Con la mayor de las libertades, Carl Theodor Dreyer adaptó a Joseph Sheridan Le Fanu recogiendo algunos aspectos de Carmilla, la extraordinaria novela corta del irlandés sobre vampirismo, amor y seducción entre mujeres, pero llevándolos al terreno de la experimentación. “Quería demostrar que el terror no parte de las cosas que nos rodean, sino de nuestro propio subconsciente”, dijo el director danés. Ayudado por el trabajo con la luz de Rudolph Maté, que confeccionó un tipo de imagen brumosa que recuerda a los pioneros de la fotografía, con el que ambos querían subrayar la disolución de la realidad, Dreyer abundó en las perspectivas insólitas, en los largos travellings y en una poesía siniestra que parece romper un relato que nunca resulta académico: cerca de lo incomprensible, pero siempre fascinante. Ocultismo y onirismo, realidad y pesadilla. Vampyr, a oscuras, te lleva a lugares artísticos en los que nunca has estado. Disponible en YouTube.

Carrie (1976), de Brian De Palma

Adaptación de Carrie (1974), de Stephen King

La telequinesis, la capacidad para mover objetos únicamente con la mente, puede ser terrorífica. La obsesión por la religión mal entendida, por educar a una hija bajo el yugo más represor, puede degenerar hasta el pavor. Pero quizá sea el tercer vértice de la novela de Stephen King y de la película de Brian De Palma el que, hoy en día, causa mayor dolor: el matonismo colegial y la humillación adolescente. Triplemente espeluznante, Carrie es un tratado sobre el sufrimiento interior y exterior de una chica maltratada que, durante la feliz noche de baile en la que que por fin logra salir de la prisión moral y social en la que ha sido enjaulada por su madre, por sus compañeras de clase y por la presión de una comunidad cobarde y rastrera, aún tiene que sufrir una última degradación. El más sangriento de los bochornos. De Palma parte la pantalla en dos, multiplica el punto de vista y, de paso, inventa el shock final, tan repetido desde entonces en el cine de terror. Disponible en Amazon y Filmin.

Cuentos de la luna pálida (1953), de Kenji Mizoguchi

Adaptación de Cuentos de luz de luna y lluvia (1776), de Ueda Akinari

Hijo de una prostituta de Osaka y de padre desconocido, el futuro escritor Ueda Akinari fue adoptado por una familia acomodada cuando tenía cuatro años. Sin embargo, en su infancia estuvo a punto de morir por culpa de la viruela, sufrió una deformación en las manos y, tras el rezo de sus padres al dios del santuario sintoísta de Kashima, sobrevivió. O, al menos, de eso quedó convencido aquel crío que desde entonces creyó en lo sobrenatural, y lo llevó con rotundidad a sus escritos. Con todos esos datos, quizá se pueda ver la película de Kenji Mizoguchi desde otro prisma, como una visión aún más fascinante de lo que ya es. Sueños de codicia desmesurada, abandono de esposas, y la enigmática presencia de una mujer que lleva a uno de los protagonistas hasta la más oscura de las pasiones. Telúrico, fantasmagórico y bello, el segmento dedicado a la seducción de la princesa te lleva a las tinieblas del alma: “Creía haber encontrado un amor para toda la eternidad”. Disponible en Movistar, Filmin y Acontra+.

Re-Animator (1985), de Stuart Gordon

Adaptación de Herbert West, reanimador (1922), de H. P. Lovecraft.

“Herbert West era más horrible que todo lo que hacía. Fue entonces cuando descubrí que su anterior celo científico por prolongar la vida había degenerado sutilmente en una simple curiosidad morbosa y devoradora”, escribió H. P. Lovecraft en su cuento, desde el punto de vista de su ayudante y compañero de facultad. Una adicción perversa, detrás de una apariencia intelectual, nacida a partir del mito del científico loco que se atreve a retar a Dios y a la naturaleza, del que Frankenstein es su alma máter, pero que en el sangriento relato y en la gore adaptación de Stuart Gordon encuentra acomodo en un tono deliberadamente gamberro. La película, con un guiño a medio camino del calco en la banda sonora de Richard Band, por la que los herederos del Bernard Herrmann de Psicosis bien podrían haber sacado tajada económica en los tribunales, contiene litros de hemoglobina y una especial mala leche. “Herbert West tiene una buena cabeza sobre sus hombros… y otra sobre su mesa”, se decía en el póster estadounidense como lema promocional. La secuencia del gato redivivo maullando como un bebé, con la espalda rota y las tripas fuera, es inolvidable. Disponible en Movistar, Filmin y Acontra+.

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