‘El secreto’, la novela ‘malabuena’ que triunfa en Tik Tok 30 años después de su publicación
Donna Tartt cautivó en 1992 con un libro que romantizaba los estudios de lenguas clásicas y el estilo de las viejas universidades. Tres décadas más tarde se ha convertido en un ‘hashtag’
No se puede decir que el éxito la pillara por sorpresa. Antes de publicarse El secreto, de Donna Tartt, en otoño de 1992, ya se había generado tanto ruido con la novela de una autora debutante de 28 años que llegó a las librerías con el eco de los grandes acontecimientos editoriales. De pronto, para estar en la conversación había que leerse 550 páginas sobre seis estudiantes de Clásicas en una universidad imaginaria, el Hampden College, que se ven envueltos en un asesinato.
Se sabía ...
No se puede decir que el éxito la pillara por sorpresa. Antes de publicarse El secreto, de Donna Tartt, en otoño de 1992, ya se había generado tanto ruido con la novela de una autora debutante de 28 años que llegó a las librerías con el eco de los grandes acontecimientos editoriales. De pronto, para estar en la conversación había que leerse 550 páginas sobre seis estudiantes de Clásicas en una universidad imaginaria, el Hampden College, que se ven envueltos en un asesinato.
Se sabía que Tartt había cobrado 450.000 dólares de adelanto (nada excita tanto el mercado del libro como una cifra bien grande) y la propia autora había contribuido a dibujar una imagen irresistible de sí misma. “Tengo las mismas medidas que Lolita”, le dijo a un periodista. O sea, 90 libras de peso, 60 pulgadas de altura. Vestida como un diminuto gentleman andrógino, con zapatos Oxford, chalecos y corbatas y peinada con un bob imperturbable (desde Tom Wolfe, ningún escritor había hecho tan bien lo del autobranding), a Tartt la rodeaba un relato fabuloso, una historia que se ha demostrado no del todo o casi nada cierta que hablaba de gentileza del Sur y dinero viejo. Venir de Misisipi permitía emparentarla con autores sureños como Flannery O’Connor, Carson McCullers y Truman Capote. En realidad, los padres de Tartt —ella, secretaria, él, un tendero que destacó en la política local— la criaron en un ambiente bastante más prosaico que el que ella misma dio a entender durante décadas. En los 30 años que han transcurrido, la autora ha sabido mantener ese misterio. Apenas da entrevistas, no tiene redes sociales, vive semioculta entre Nueva York (se aloja siempre en el hotel Soho Grand) y la casa de Virginia que llama su “dacha” y solo ha publicado dos libros más: Un juego de niños (2002) y El jilguero (2013), que fue premio Pulitzer de novela de ficción en 2014.
Cuando se iba a publicar El secreto, había tales navajazos en la industria editorial por hacerse con las ediciones no venales que normalmente se distribuyen entre prensa y libreros que Alfred Knopf, que había ganado la subasta por ese manuscrito tan deseado, tuvo que imprimir una segunda edición antes incluso de poner a la venta la primera. Alan J. Pakula, el director de Klute y La decisión de Sophie, compró los derechos para llevarla al cine, algo que nunca ha llegado a suceder.
En la reseña fundamental que escribió entonces Michiko Kakutani para The New York Times ya estaba la semilla de lo que ha pasado con la novela en los 30 años desde su publicación, en los que se ha convertido en un libro de culto, muy citado, leído y disfrutado, pero no necesariamente un texto muy respetado por quienes construyen el canon, una novela de la que aún se discute si es mala o buena, algo que trae sin cuidado a sus muchos lectores. Kakutani llama a los personajes “tontos” y dice que la autora no logra la “resonancia moral” de un Dickens o un Dostoievski, pero admite a la vez que la novela resulta arrolladora. “Como entretenimiento de ritmo feroz, es un éxito magnífico”, concluye.
“Yo tenía 14 años en el otoño del 92, cuando se publicó. Me quedé despierta toda la noche y me emborraché de ese libro. Después, tomé todo tipo de decisiones vitales a partir de él. Por ejemplo, sufrí cuatro años de latín en el instituto, y hubiera cursado felizmente griego antiguo, pero no lo daban en mi escuela”, admite Lili Anolik, periodista estadounidense que produjo el año pasado el podcast Once Upon a Time… at Bennington College, sobre el ascenso de tres compañeros de clase de esa pequeña y muy cara universidad, Bennington: Bret Easton Ellis, Jonathan Lethem y la propia Tartt. “Yo también quería ir a un centro de élite con una tradición ilustre y un paisaje pastoral. Y quería tener amigos que fueran más sofisticados que yo”, admite. Para ella, si Retorno a Brideshead es la “novela del joven esnob británico”, El secreto lo es del “joven esnob norteamericano”. Los libros que gustan mucho a los jóvenes con ínfulas, apunta también Anolik, “nunca se consideran intelectualmente respetables, pero los intelectuales casi siempre se equivocan”.
El mismo deslumbramiento que vivió Anolik de adolescente es el que se apodera ahora de muchos lectores que llegan a la novela a través de TikTok y que la consideran algo así como el texto sagrado de la Dark Academia, una estética codificada en redes sociales que floreció durante la pandemia y que consiste en idealizar una idea muy particular y peliculera de las universidades históricas británicas y de la Ivy League, un pastiche que incluye Maurice de E.M. Forster, El club de los poetas muertos y la serie de Netflix Gambito de dama. En TikTok hay miles de vídeos relacionados con los personajes de El secreto: los enigmáticos gemelos Cavendish, el narrador, Richard Papen, y el condenado Bunny Corcoran. Los vídeos etiquetados como #darkacademia acumulan tres mil millones de visualizaciones y los agrupados como #thesecrethistory, el título del libro en inglés, 183 millones.
Elena L. Villalvilla, periodista de 23 años, es una de esas lectoras que descubrieron el libro vía TikTok, porque el algoritmo le recomendó a Donna Tartt como la “reina madre” del subgénero gótico universitario. Va por la mitad y le está encantando: “Sabes desde el minuto uno quién es asesinado y luego quiénes son los asesinos. Entonces piensas qué es lo que va a pasar si en teoría ya está todo resuelto, pero qué va, queda casi todo”.
Para Anolik, el éxito de la novela 30 años después de su publicación se debe a lo inmensamente legible que es y a que los años ochenta, cuando transcurre la novela, “parecen para estos nuevos lectores tan lejanos como la era del jazz”, pero también al magnetismo de la propia Tartt y a su probada habilidad para generar un fervor poco común en el mundo del libro. “Ella empezó la novela en sus años universitarios, pero en aquella época su mejor creación literaria fue ella misma. Con su media melena, sus trajes bien cortados, sus corbatas y pañuelos, se diseñó como una versión femenina de Sebastian Flyte”, dice citando al personaje de Retorno a Brideshead que estaba en aquellos años especialmente presente en el imaginario por la adaptación televisiva de la novela de Waugh.
El editor Enrique Murillo, que fue quien publicó El secreto en España como director editorial de Plaza & Janés, conoció a Tartt en 1992, el año de su despegue. Comieron durante la feria de Fráncfort, junto al editor estadounidense Gary Fisketjon, que era entonces pareja de la escritora. “En las distancias cortas era normal y corriente, tampoco muy charlatana y no recuerdo que llevara todo el atuendo de las fotos de promoción. Parecía menor de 25″, rememora. El libro no funcionó entonces especialmente bien en España. “No debió recuperar lo mucho que se pagó por los derechos, aunque luego sí fue mejor en edición de bolsillo”, dice Murillo, que vio en Tartt la cualidad de saber adaptar a su época fórmulas de la novela de género. “Ella hizo lo mismo que ahora están haciendo autoras como Mariana Enríquez, Ariana Harwicz o Samanta Schweblin, tomar los códigos del género porque les permite contar lo que ellas quieren contar”.
Con varias generaciones de lectores entregados y un nuevo fandom que no para de crear contenido en torno a la novela en redes, aún resulta más llamativo que nunca se haya llevado al audiovisual. La película de Pakula, que iba a tener un guion adaptado por Joan Didion y John Gregory Dunne, embarrancó con el fallecimiento del director en 1998. Más tarde, Gwyneth Paltrow y su hermano Jake anunciaron que la rodarían para Miramax, en la época dorada del estudio de Harvey Weinstein, y que la propia Paltrow haría de Camilla Cavendish, pero aquel proyecto también fracasó. Según Lili Anolik, “toda película sería superflua. El libro ya es una película”.