Christian Clavier: “España es una tragedia y Francia es una comedia”
El actor francés, uno de los cómicos más taquilleros de la historia del cine europeo, estrena la tercera parte de ‘Dios mío, ¿pero qué...?’ y destaca la capacidad de su país, “desde Molière”, de reírse de sí mismo
En mitad de una de las olas de calor, un 12 de julio en Madrid, ni el jardín del hotel Ritz se libra del sofoco de la tarde. Por allí asoma Christian Clavier (París, 70 años), camisa abierta hasta mitad del tronco, color tostado de piel similar al que suele lucir en verano uno de sus amigos más cercanos, el expresidente de Francia Nicolas Sarkozy. Si para muchos europeos la imagen de Francia sería Gérard Depardieu, en su país abogarían más por Clavier, uno de los cómicos más taquilleros de la historia del cine europeo, el protagonista de las sagas Los visitantes y ...
En mitad de una de las olas de calor, un 12 de julio en Madrid, ni el jardín del hotel Ritz se libra del sofoco de la tarde. Por allí asoma Christian Clavier (París, 70 años), camisa abierta hasta mitad del tronco, color tostado de piel similar al que suele lucir en verano uno de sus amigos más cercanos, el expresidente de Francia Nicolas Sarkozy. Si para muchos europeos la imagen de Francia sería Gérard Depardieu, en su país abogarían más por Clavier, uno de los cómicos más taquilleros de la historia del cine europeo, el protagonista de las sagas Los visitantes y Los bronceados, y el rostro de Astérix en las dos primeras entregas con actores de carne y hueso.
Entre su casi centenar de trabajos ha habido espacio para dramas, como una adaptación de Los miserables, o para series históricas (ha encarnado a Napoleón). Pero lo suyo es la risa, y ahora acaba de estrenar en España Dios mío, ¿pero qué nos has hecho?, la tercera ocasión en la que da vida a Claude Verneuil, un notario gaullista, de familia burguesa católica asentada en la ruta de los castillos del Loira, y cuyas cuatro hijas están casadas con inmigrantes o descendientes de inmigrantes, para berrinche del padre. Es el rostro de esa Francia rural y conservadora, y a Clavier se le nota relajado en el personaje: aparece en Madrid antes de irse de vacaciones “al mar” y tras acabar el rodaje de Cocorico, otra comedia sobre un aristócrata escandalizado con la futura boda de su hija con el hijo de un vendedor de coches. “Está pensada para un público adolescente”, concede con una sonrisa. Clavier, azote de la prensa, hoy, sin embargo, está de buen humor “a pesar de este calor”.
Pregunta. ¿Hasta qué punto la saga Dios mío, ¿pero que...? sirve para retratar una cara de Francia?
Respuesta. Naaaa, es una comedia. Solo buscamos provocar risas. Espera, puede que sí. La risa es el alma de Francia, como lo es de Italia.
La risa es el alma de Francia, como lo es de Italia”
P. Está regateando la pregunta. ¿Ese personaje conservador y racista es habitual en Francia?
R. Puede, pero para mayores análisis creo en lo que piense el público. ¿Tú qué piensas?
P. En su país, para muchos de sus compatriotas, usted es el rostro de Francia.
R. Lo sé, pero no me interesa mucho eso. Prefiero hablar de las películas, y que estas sean universales, como las relaciones paterno-filiales, o entre suegros y yernos, un tema cercano a casi todo el mundo. Sinceramente, creo que hemos alcanzado el final de la saga.
P. Puesto entre la espada y la pared, ¿a quién prefiere a su lado: a Jean Reno [compañero en varios filmes, entre ellos los de Los visitantes] o a Gérard Depardieu [Obélix en la adaptación a la gran pantalla de los cómics de Uderzo y Goscinny]?
R. ¿Para qué? No, en serio, ese tipo de elección es muy española. Yo soy francés. España es una tragedia y Francia es una comedia.
P. ¿De verdad?
R. Desde Molière nos estamos burlando de nosotros mismos. Al mismo tiempo somos muy intelectuales, muy pretenciosos... Somos una nación muy particular, con esta doble faceta.
P. En los últimos tiempos en Europa, y desde luego en España, no paran de adaptarse comedias que funcionan en un país y el esquema se repite en el resto.
R. Solo Pedro Almodóvar puede salvarse de este problema, y su cine tampoco es comedia pura. Cuando saca a Antonio Banderas [en Dolor y gloria] y lo pone a hablar con su madre, quien le recrimina que haya sido un hijo muy malo... Eso es comedia. España es muy creativa, pero arrastráis algo grave, pesado. Nosotros intentamos vivir con más ligereza. Cuando no lo logramos, filmamos una comedia [risa]. Por cierto, ojalá hubiera sabido español para actuar en una comedia producida por Almodóvar, Relatos salvajes. Me deslumbró.
España es muy creativa, pero arrastráis algo grave, pesado. Nosotros intentamos vivir con más ligereza”
P. ¿En algún momento ha dejado de preocuparse por la taquilla?
R. He tenido muchísima suerte en mi vida porque he hecho películas con muchísimo éxito. Y nunca se me ha subido a la cabeza. Hice mi primera película a los 20 años [cuando ya formaba parte de un famoso colectivo de actores cómicos, Le Splendid], y desde ese momento dejé de inquietarme.
P. Es decir, que acepta los proyectos por...
R. ...el guion, siempre el guion. Soy un fanático del cine, he visto películas que no han funcionado en taquilla, y que, en cambio, eran muy interesantes o divertidas. Al final se transforman en títulos de culto. En fin, el público nos crea, nunca puedes olvidarle.
P. Y mientras rueda, ¿es capaz de adivinar si un chiste funcionará?
R. Siempre hay que esperar a los espectadores, no poseemos ciencia cómica infusa. Puedes intuirlo. La comedia en cine es una escalera, y hay que subirla. Un peldaño es el guion, otro el rodaje —y te fijas si se ríen los compañeros—, otro escalón se alcanza en el montaje...
P. Solo ha dirigido una vez. ¿Por qué no ha repetido?
R. Porque me gusta mucho actuar. Y solo cuando lo entendí de manera consciente, comprendí también que interpretar y dirigir es demasiado. No puedes estar dentro y fuera, no puedes soltar la frase y ver en ese instante la reacción. Hace años me planteé que cuando ya no pudiera actuar, me pasaría a la realización. Y todavía no ha pasado.
P. Como guionista, ¿de dónde toma las ideas?
R. De la gente. Me encanta la gente. Me fijo en las situaciones, en las charlas de los restaurantes... Soy una esponja.
P. ¿Le preocupa desconectarse de la calle?
R. Cierto, cuando eres conocido las reacciones de tus interlocutores se falsean. Una de las pocas cosas buenas de la actual pandemia son las mascarillas, porque con ella nadie me reconocía. El hecho de ser famoso no ayuda, no tiene ningún interés.