‘Lunana, un yak en la escuela’: el respeto a los profesores en el colegio más remoto de la Tierra

Película noble y certera, de buenos sentimientos y sin alharacas, y rodada en paisajes imponentes

Sherab Dorji, en una imagen de ‘Lunana, un yak en la escuela’.

Impartir clase en el colegio más remoto de la Tierra. A casi 5.000 metros de altitud. Sin apenas medios. A una decena de críos. Y no precisamente porque el joven profesor haya pedido ese destino, sino porque le ha venido impuesto desde el departamento de educación de su país, Bután, a causa de su continuo apoltronamiento en anteriores asignaciones. El profesor, de hecho, lo que quiere es ser cantante e irse a vivir a Australia, pero los inicios en el funcionariado suelen ser así en med...

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Impartir clase en el colegio más remoto de la Tierra. A casi 5.000 metros de altitud. Sin apenas medios. A una decena de críos. Y no precisamente porque el joven profesor haya pedido ese destino, sino porque le ha venido impuesto desde el departamento de educación de su país, Bután, a causa de su continuo apoltronamiento en anteriores asignaciones. El profesor, de hecho, lo que quiere es ser cantante e irse a vivir a Australia, pero los inicios en el funcionariado suelen ser así en medio mundo. Es Lunana, un yak en la escuela, título quizá no demasiado bueno, con un póster promocional que tampoco lo es. Sí, en cambio, la película: sencilla, sincera, humilde, bonita.

“Creo que no quiero ser profesor”, dice el protagonista a la delegada de educación en su despacho antes del último de los cinco años de contrato con el Gobierno. “Pues descúbrelo en el peor lugar del mundo para intentar recuperar la ilusión”, le vienen a decir desde arriba, sin el menor subterfugio. La historia, desde luego, no es nueva. No está muy lejos de la esencia inicial de Doctor en Alaska: de Nueva York a Cicely. Tampoco de la bastante desconocida pero excelente Conrack, de Martin Ritt, 30 años de carrera artística crítica y comprometida con la sociedad de su tiempo, siempre al lado de los de abajo y sin maniqueísmos.

El arco del personaje protagonista se ve venir desde el inicio. La película nunca sorprende, pero no tiene por qué hacerlo. No hay caídas, y cuando surge el cliché algodonoso, Pawo Choyning Dorji, director y guionista en solitario, huye de él: en el poblado del Himalaya, de 56 habitantes, es evidente que va a haber una chica joven y guapa con la que confraternizar. Es el asomo del lugar común. Sin embargo, el autor no desarrolla esa relación en la línea más habitual. En verdad, la gran historia de amor y dulzura de Lunana es la del maestro con la pequeña delegada de clase, de unos ocho años, con la sonrisa más bonita del cine reciente.

Estrenada en 2019 en el festival de Londres, llega a los cines españoles con bastante retraso, pero bienvenida sea. Hace unos meses se convirtió en una de las grandes sorpresas de las candidaturas a los Oscar de este año 2022, con su (tardía) nominación a mejor película internacional. Una distinción quizá exagerada, y con poco que hacer frente a Drive My Car, La peor persona del mundo, La mano de Dios y Flee, pero, en todo caso, un logro para el creador de Bután (dejando fuera del quinteto a Titane y a Un héroe, entre otras), perteneciente a una industria audiovisual casi inexistente, aunque formado en Estados Unidos y con formas cinematográficas occidentales.

Película de buenos sentimientos, sin alharacas, aunque rodada en paisajes imponentes, Lunana es noble y certera. Y además tiene dos grandes hallazgos: el largo recorrido de media hora de metraje desde la capital hasta el poblado, ideal para hacerse una idea del culo del mundo al que se dirige el personaje; y la sustancia que le va a hacer cambiar su visión de la vida: el exquisito respeto por la educación y por los educadores que tienen los adultos y los niños del lugar, del que deberíamos aprender en muchos otros sitios. “Los profesores pueden tocar el futuro”, repiten sus habitantes un par de veces. Pocas frases más verdaderas y radiantes.

LUNANA, UN YAK EN LA ESCUELA

Dirección: Pawo Choyning Dorji.

Intérpretes: Sherab Dorji, Pem Zam, Gurung Ugyen, Tshering Dorji.

Género: drama. Bután, 2019.

Duración: 110 minutos.

Estreno: 22 de julio.

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