Cuidado con lo que ves en el espejo
Miro mi libro, mi café, mi periódico y no sé si lo disfruto gracias a la libertad que me da Pedro Sánchez como socialista, Iglesias como comunista o Díaz Ayuso como libertaria
Si te gusta lo que ves en el espejo, ten mucho cuidado. Le ocurrió a la madrastra del cuento y le ocurrió a la España de los noventa, que se creía bellísima al asomarse toda maquillada y arreglada a confirmar lo que creía y se llevó un disgusto. La España de la modernización, las olimpiadas, el príncipe desfilando con sombrero panamá, el crecimiento que dejaba atrás cosas peores no fue lo que parecía, pues también abría paso a las maldades que le han quitado el podio de la belleza suprema. Apasionante ...
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Si te gusta lo que ves en el espejo, ten mucho cuidado. Le ocurrió a la madrastra del cuento y le ocurrió a la España de los noventa, que se creía bellísima al asomarse toda maquillada y arreglada a confirmar lo que creía y se llevó un disgusto. La España de la modernización, las olimpiadas, el príncipe desfilando con sombrero panamá, el crecimiento que dejaba atrás cosas peores no fue lo que parecía, pues también abría paso a las maldades que le han quitado el podio de la belleza suprema. Apasionante movimiento que hoy están reflejando creadores a los que se les quedó alguna púa clavada en los pies al caminar y que apenas ahora se la están sacando.
El imprescindible documental sobre Nevenka muestra una España que ya no existe. No por el acoso sexual, que por desgracia perdura de una forma aciaga y silenciosa, sino por la capacidad que entonces tenía la población de agruparse en torno a proyectos que ilusionaban, buenos o malos. El pueblo rodeaba a los reyes Juan Carlos y Sofía cuando llegaban a Ponferrada con un ímpetu y unidad que hoy no se vería en ningún paseo del rey Felipe. Las masas arropaban a Aznar, Álvarez Cascos o el alcalde denunciado por Nevenka, Ismael Álvarez, no tanto amalgamadas por una convicción en la España del pelotazo que se estaba gestando, sino por la tajada que pudieran sacar de ella. El dinero corría de presupuesto en presupuesto, de obra en obra, de crédito en crédito, y miles de mujeres y hombres salían a manifestarse por el alcalde empresario tan dueño del carisma que daba el ladrillo y la hostelería como la madrastra de su fugaz belleza. Debajo había basura.
Esa España ya no existe. No la del acoso o el pelotazo, esa sigue en plena forma. Sino la de la capacidad de unirse, de defender a sus reyes, sus políticos y sus políticas como si nos lo creyéramos, y ese es el mayor hallazgo del documental, que en esa unidad nos muestra la fragmentación de hoy, el enfado general, la fractura, la soledad de los ciudadanos frente a los proyectos avasalladores y desalmados que reflejaban nuestros políticos en el espejo. Solo hay que pensar en el emérito.
Lo mismo puede decirse de El año del descubrimiento, feroz dibujo de los noventa, o la bella película Las niñas, que nos desconcierta al enseñarnos el poder de la Iglesia, la culpa, las monjas y el discurso del pecado en un tiempo en que creíamos ya superada la mismísima movida.
Entonces nos creíamos libres sin saber que mucho iba a ir social y humanamente a peor, como ahora nos sentimos libres al tomar un café al sol, al elegir un libro o un periódico cuando de repente, asomados de nuevo al espejo, nos encontramos unos políticos que nos dicen que no lo somos, porque somos socialistas o derechistas criminales. Estoy despistada. Miro mi libro, mi café, mi periódico y no sé si lo disfruto gracias a la libertad que me da Pedro Sánchez como socialista, Iglesias como comunista o Díaz Ayuso como libertaria. Los que vivimos en Madrid nos quedaremos con la duda.
¿Y cómo nos enfrentamos a este simplismo? Por lo menos, creando. Aunque sea 20 años después.