Los sueños de la cuarentena, materia prima para el arte
El laboratorio teatral de José Sanchis Sinisterra crea una 'oniroteca' y el colectivo multidisciplinar El Instante traduce visualmente las vivencias oníricas de ciudadanos anónimos durante el confinamiento
Los siguientes relatos son sueños de ciudadanos reales narrados por ellos mismos:
Videollamada de amigas. Todas queremos ver al bebé. ¡Ponnos al bebé, pónnoslo! La cara del bebé está ahora en primer plano, ocupa ahora toda la pantalla. Yo agarro mi tablet como si fuera el mismo niño: la beso, hago pedorretas en el centro de la pantalla, arrumacos, tonterías, cariñitos… La madre del niño corre angustiada, aparece en la imagen junto a la criatura: "¿Qué habéis hecho desgraciadas? ¡Habéis infectado a mi bebé!". No lo entiendo, no sabía que podíamos infectarnos a través de una pantalla. "¡No lo sabía, te lo juro! ¡Lo siento! ¡nunca quise hacerle daño!". La angustia y la culpa es abrumadora, tanto, que me despierta en mi cama entre sudor y lágrimas. (Leticia, 29 años, Londres)
Mi piso de la calle Pradillo de unos 130 metros cuadrados parecía ahora una diminuta cueva oscura asfixiante. Los muebles doblaban su tamaño. La cama de 'Wanda' (el labrador de mis padres) era ahora una gigantesca colchoneta que cubría toda la superficie del salón y también comedor. Las mesas y cómodas eran monstruos que te impedían el paso, la casa se había convertido en una yincana donde sortear los objetos era todo un desafío. Conseguí llegar al balcón, abrir las puertas significó una ráfaga de aire fresco y una sensación de libertad. (Claudia, 31 años, Madrid)
Soñé con una lavadora que no podía parar y seguía y seguía. Le daba al botón, pero no paraba. (K. K., 32 años, Madrid)
Esta mañana he soñado al despertarme que me despertaba y le decía a mi compañero que había tenido un mal sueño, que vivíamos lo que estamos viviendo… Y me he despertado… Y he tenido que quedarme un rato en la cama, inmóvil, procesando todo. (Sam, 35 años, Madrid)
Sobran las pistas que indican que estos sueños acaecieron en los últimos meses, durante el confinamiento obligado por la pandemia del coronavirus: el miedo al contagio, la obsesión por la limpieza, la asfixia que produce el encierro, el desconcierto. Están registrados en una página web llamada La oniroteca en cuarentena, una iniciativa de un grupo de investigación llamado Onirodrama ligado al Nuevo Teatro Fronterizo, el laboratorio-escuela que el dramaturgo José Sanchis Sinisterra dirige en Madrid, heredero de aquel primer Teatro Fronterizo que fundó en los setenta en Barcelona y que tanto ha influido en la escena española posterior. La idea es reunir un sustrato importante de sueños para ver cómo se refleja en ellos esta situación excepcional y crear con ello una obra teatral en el futuro.
Dice Sanchis Sinisterra que los sueños son una vía de acceso al conocimiento y cita como ejemplo un libro que le fascinó sobremanera: Soñar en el Tercer Reich, que reúne los que recopiló la periodista alemana Charlotte Beart entre sus compatriotas en los últimos años treinta, poco antes de que consiguiera huir a Estados Unidos para huir del nazismo, pues era judía. “Es una radiografía asombrosa de lo que todavía no se sabía, como si todo eso que iba a ocurrir después durante la guerra ya lo estuviera percibiendo la sociedad de manera inconsciente y angustiosa. No tiene nada que ver con el esoterismo, sino con los mecanismos de la mente humana, que no siempre registra todo lo que percibe y eso a veces aparece después en el dormir con una lógica particular”.
Con este libro en la cabeza, unido al interés innato del dramaturgo por la lógica de los sueños como lenguaje artístico, que ha aplicado en muchas de sus obras como herramienta de transgresión del realismo, lo que él llama “poética de los sueños”, Sanchis Sinisterra puso en marcha en 2008 una "lonja de sueños" para ver cómo se reflejaba en ellos el tremendo impacto que causó en la sociedad española la crisis económica que estalló en esos años, lo que dio lugar a un grupo de investigación permanente que fue el germen de Onirodrama. De ahí han surgido proyectos tan variados como sesiones en las que se dramatizan vivencias oníricas, una pieza teatral basada en sueños de mujeres reclusas y ahora esta oniroteca específica de cuarentena con la que pretenden realizar más adelante una nueva obra.
Por ahora se mantienen en la fase de recogida, llevan ya casi un centenar y en ellos cabe de todo. "Hay algunos patrones que además han ido cambiando según el momento que estábamos viviendo. Al principio aparecían muchas situaciones relacionadas con catástrofes, la claustrofobia, la oposición dentro-fuera. Ahora en cambio está muy presente el tema de la distancia social, estar cerca o lejos. Y un dato interesante: siempre han aparecido mucho las madres y las abuelas en estos sueños", comenta el psicodramatista Miguel Buzeta, uno de los impulsores del proyecto. "Pero no nos interesa solo lo que ocurre en los sueños, sino cómo lo cuentan sus protagonistas. Cómo intentamos trasladar esa lógica o ilógica del sueño a una narración comprensible. Tanto una cosa como la otra son reveladoras", añade la creadora teatral Karla Meneses, miembro también del equipo de Onirodrama, que se completa con las actrices Estela Montejo y Leticia Texidor.
Esa búsqueda del cómo, más que el qué, es lo que ha impulsado siempre las investigaciones de Sanchis Sinisterra en torno a los sueños. "Eso es lo que me ha interesado: cómo recoger el lenguaje onírico para transgredir la realidad. Empecé con esto en los ochenta, estudiando por ejemplo a Kafka e intentando definir lo kafkiano en relación con la poética de los sueños. Si observamos la historia de la literatura o del arte, podemos ver que todos los intentos de separarse del realismo tienen mucho que ver con cómo opera esa poética: transgresión del tiempo, del espacio, de la identidad...". Estos elementos aparecen muy claramente en la última obra que el dramaturgo ha estrenado en el Centro Dramático Nacional, Naufragios de Álvar Núñez, tan reciente que se estaba representando justo cuando se decretó el estado de alarma en España.
El dramaturgo, que confiesa ser un consumidor compulsivo de sueños ajenos, puesto que le cuesta recordar los suyos, ha recopilado muchísimos a lo largo de su vida, tanto de escritores y pensadores como Borges, Benjamin y Adorno como de personas anónimas o de su entorno. De una de esas colectas surgió incluso una obra teatral, Una artista del sueño, basada en sueños que le contó la actriz Viviana Porras, "una narradora extraordinaria e inspiradora", asegura. Ella misma la llevó a escena en Costa Rica en 2014 y él dirigió otra puesta en escena en Montevideo el año pasado.
La oniroteca en cuarentena no es el único proyecto en torno a los sueños que ha surgido durante el confinamiento. El colectivo multidisciplinar El Instante, del que forman parte artistas como José María Sicilia, músicos como Tomás Marco, escritores como Marcos Giralt Torrente, arquitectos como Juan Navarro Baldeweg, cineastas, científicos y gastrónomos, también ha lanzado un llamamiento en su web para recopilar entre ciudadanos anónimos y traducirlos luego visualmente.
Cada semana, el colectivo envía los que ha recogido en ese periodo como si fuera una especie de parte de situación, "una crónica del estado mental del cuerpo social que todos nosotros componemos", explica su directora, Cristina Pons. Cada sueño llega en dos versiones: el relato original del soñador y una imagen inspirada en esa narración, normalmente collages, creada por los artistas de El Instante. Todos pueden verse en su página web y cualquier persona puede seguir enviando ahí sus sueños: de pandemia, de desescalada o de la fase mental en la que cada uno se encuentre.
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