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Kit de supervivencia cultural para el encierro (día 28)

‘Babelia’ recomienda los mejores libros, discos, películas, series, cómics y videojuegos para disfrutar en casa

Babelia propone un libro, un disco, una película, una serie, un cómic y un videojuego cada día, mientras dure el confinamiento en los hogares y la parálisis del sector del ocio, para poder disfrutar de la cultura desde casa.

UN LIBRO: La larga espera del ángel, de Melania G. Mazzucco

De Pietro Aretino a Thomas Bernhard pasando por Henry James, Virginia Woolf o Sartre, la figura de Tintoretto (1518-1594) siempre ha sido una mina para los escritores. De esa mina sacó en 2008 la italiana Melania G. Mazzucco una enorme pepita de oro en forma de novela. La larga espera del ángel, que narra en primera persona los últimos 15 días de vida del pintor en una Venecia asolada por la peste, es un prodigio de emoción, construcción y erudición. Es un libro de historia del siglo XVI y un tratado de pintura que igual habla de geometría y pigmentos que de los precios de cada lienzo. También es una guía que hoy mismo –la ciudad no ha cambiado– sirve para rastrear en la Serenísima la obra de Jacopo Robusti por las muchas iglesias de las que recibió encargos, de la Madonna dell'Ortoa San Giorgio Maggiore. Sin olvidar, claro su Capilla Sixtina: la apabullante Scuola Grande di San Rocco.

La larga espera del ángel es todo eso más la rivalidad de su colérico protagonista con el poderoso Tiziano. Pero sobre todo es ficción en el mejor sentido de la palabra (que lo tiene). Mazzucco consigue envolver de tal manera al lector que este termina sufriendo por el destino de la otra gran figura del relato: Marietta, la hija ilegítima del genio, pintora como él y muerta con 22 años. Lo que en la contracubierta parecía una novela histórica más se convierte desde la primera página en un desgarro provocado –y autoprovocado– por una bestia de la naturaleza que desprecia al resto de su familia como desprecia el mundo. Solo Marietta se salva. Y lo salva. Acaso cuando ya es tarde. Para los dos. Sin un gramo de sensiblería ni de maniqueísmo, dosificando con sabiduría la tonelada de documentación que manejó para escribir esta obra, Melania G. Mazzucco, que en cada libro cambia de registro, da una lección magistral: de humanidad y de literatura. Javier Rodríguez Marcos

La larga espera del ángel. Melania G. Mazzucco. Traducción de Xavier González Rovira. Anagrama, 2011. Disponible en Todos tus libros, Amazon y Fnac.

UN DISCO: Channel Orange, de Frank Ocean

Este disco se inicia con el sonido de una puerta abriéndose. Un correo electrónico que cae a la bandeja de recibidos… La pieza se llama Start. Dura 45 segundos. Estamos en 2012 y aquí hay un valiente que nos propone que los discos son unidades, que el orden de las canciones tiene su sentido, que hay que escucharlo mayormente completo y del tirón (que solo duran 45 minutos, leñe; bueno, este un poco más: 55). Frank Ocean (nacido Christopher Edwin Breaux en 1987 en California) tenía 24 años cuando grabó este monumental Channel Orange, crónica de la deconstrucción sonora y relato de un atribulado joven con la sensibilidad a flor de piel. Lo que hizo Ocean fue retorcer géneros musicales de ayer, de hoy y de lo que iba a venir (pop, hip hop, música negra comercial, soul, trap…) para devolverlos en un empaquetado brillante, sofisticado y accesible para todo el mundo. Dato importante este último: pocos próceres de la modernez logran escapar de la tendencia a explotar lo raro. Este es el disco que lleva toda la vida intentando hacer Lenny Kravitz, canciones que Marvin Gaye firmaría, textos que reflexionan sobre la identidad sexual y el desánimo existencial, música vanguardista para todos los públicos.

Sin ser un trabajo donde se saque pecho de las colaboraciones, los que aparecen por aquí dejan su toque de forma sutil, pero interesante: Pharrell Williams, André 3000 (Outkast) o el guitarrista –oh, sorpresa– John Mayer. Es un disco que transmite relajación, perfecto para estos días de turbulencias y disgustos. Especial mención a la canción Pyramids, la más larga del lote. Son casi diez minutos de baile contenido, una canción colocada estratégicamente en el tramo final del álbum, una pieza que ahora que un virus nos tiene a todos encerrados nos hace viajar a una playa, al caer la tarde, con un cóctel en la mano. Por soñar que no quede. Carlos Marcos

Channel Orange. Frank Ocean. Def Jam, 2012. El disco se puede escuchar en Spotify y otras plataformas.

UNA PELICULA: 10.000 km, de Carlos Marques-Marcet

En 2014 Carlos Marques-Marcet empezó a indagar en el mundo de las parejas, y arrancó esa exploración de la comunicación sentimental con 10.000 km, protagonizada por una pareja que por motivos laborales toma la decisión de separarse físicamente. Mientras que Sergi se queda en Barcelona, Alex se muda a Los Ángeles. Son nueve horas de diferencia, un mundo tanto en kilómetros como en horas. Ni siquiera el apoyo tecnológico, la posibilidad de verse cara a cara logra salvar una grieta que la película disfruta en ahondar por motivos dramáticos. Ganadora del festival de Málaga (algo a lo que con el tiempo se ha acostumbrado Marques-Marcet), y del Goya para su realizador a mejor dirección novel, Marques-Marcet presentó al mundo a dos actores fascinantes y muy distintos: Natalia Tena, que construye desde el arrebato físico, y David Verdaguer, capaz de crear desde el matiz a variados ejemplos de la masculinidad actual, y que con el director ha seguido esta línea en Tierra firmeLos días que vendrán. En 10.000 km, Marques-Marcet acabará llevando al espectador a una conclusión: el amor romántico, el que la literatura y la música han cantado durante siglos, no cambia mucho con la nueva tecnología. Otra cosa son las pulsiones, pero la comunicación sentimental se acaba vertebrando sobre hilos frágiles idénticos desde el inicio del enamoramiento. Y eso no hay mucha pantalla que lo solidifique. Un abrazo a ese 20% de parejas que, desde el humor de Twitter, se asegura que se divorciarán al final de la cuarentena. Gregorio Belinchón

10.000 km. Carlos Marques-Marcet. 2014. La película está disponible en Filmin e iTunes.

UNA SERIE: Unorthodox 

Esther Shapiro no aguanta más y huye. En ese momento catártico comienza la serie que cuenta su historia, la de una joven de una familia Satmar (una corriente del judaísmo jasídico) que vive en el distrito neoyorquino de Williamsburg. Para esa huida de su particular prisión usará la opción de reclamar la nacionalidad alemana que tenía por parte de su abuela materna y que ya había aprovechado su madre, que escapó mucho antes que ella rumbo a Berlín. Unorthodox es la historia de una liberación. Esty rompe sus cadenas no sin dolor y sin peligro, porque su marido y un familiar parten detrás de su pista. La trama muestra tanto los primeros pasos de la protagonista (formidablemente interpretada por Shira Haas) como la vida asfixiante que llevaba en Nueva York, donde su reciente matrimonio la había reducido a un mero recipiente para la procreación.

Poco de esto es ficción. La miniserie está basada en el libro en el que Deborah Feldman, nacida en 1986, contaba su propia historia de reinvención tras rechazar sus raíces jasídicas. Anna Winger, creadora de la serie de espionaje ambientada en la Guerra Fría Deutschland 83, vio el potencial de esa historia de liberación y de búsqueda de la identidad, y junto a Alexa Karolinski desarrolló una de las mejores propuestas de Netflix en los últimos meses. Porque, a pesar de lo dolorosa de la historia y el drama de esa joven sometida a unas normas que no entiende ni acepta (y que parece imposible que nadie pueda entender y aceptar), se vislumbra desde el primer momento un rayo de optimismo en un contraste que Esty resume en una de las frases de la serie, pronunciada con pesar: “Dios esperaba demasiado de mí”. Natalia Marcos

Unorthodox. Anna Winger y Alexa Karolinski. Netflix. 2020. Los cuatro capítulos de su única temporada se pueden ver en Netflix.

UN CÓMIC: Pies descalzos, de Keiji Nakazawa

Hay muchos relatos del horror de Hiroshima, pero pocos como Hadashi no Gen, de Keiji Nakazawa. Nacido de un relato corto autobiográfico, el editor consideró que tenía tanta potencia el recuerdo del desastre de la explosión nuclear que merecía mucho más. Nació así un manga que se constituye como una de las expresiones más desgarradoras del horror de la guerra. Conocida en Occidente como Gen de Hiroshima o Pies Descalzos, la obra de Nakazawa cuenta la historia de la familia Nakaoka y el pequeño Gen, contrarios a una guerra que no entienden y no admiten, lo que les lleva al rechazo, la exclusión y la miseria. Una dramática realidad que será incomparable a lo que vivirá el pequeño gen a partir el 6 de agosto de 1945. Pies descalzos es un relato espeluznante de los desastres de la guerra, de las pavorosas consecuencias del ataque nuclear. Nakazawa no ahorró detalles: su retrato de la realidad es riguroso, tomado de primera mano, de su propia experiencia, de unos recuerdos grabados por la radiación en su memoria. Un horror que solo fue el anuncio de lo que vino después: el hambre, las enfermedades, la desolación de una ciudad completamente destruida, el cáncer como compañero inseparable de un corto viaje de final ineludible.

A medida que la obra avanza, el grito contra la guerra de Gen es una denuncia del abandono y la manipulación que sufrieron los supervivientes: olvidados por las fuerzas de ocupación americana, más preocupadas en documentar los efectos de la bomba, olvidados por los dirigentes y políticos de su país, preocupados en esconder su protagonismo en la guerra. La historia de Gen constituye no solo una de las obras más importantes de la historia del cómic, sino la denuncia más contindente y demoledora del horror de la guerra. Álvaro Pons

Pies descalzos. Keiji Nakazawa. Reservoir Books, 2016. Sus cuatro volúmenes están disponibles en formato electrónico en la web de la editorial.

UN VIDEOJUEGO: Sekiro, Shadows Die Twice

Hemos hablado aquí de Dark Souls (2011), el revolucionario juego estilo medieval de Hidetaka Miyazaki, famoso por su ambientación y por su poca piedad con el jugador. La última obra del genio japonés, aparecida el año pasado (en 2015 sacaría el igualmente recomendable Bloodborne, cuyas referencias no eran medievales sino lovecraftianas), es otra obra maestra: Sekiro: Shadows Die Twice, un juego que esta vez bebía del folklore japonés (demonios, samuráis, shōguns) para tramar sobre esa base el mismo tipo de juego: dificultad extrema, una arquitectura absolutamente brillante, combates que te dejan con el corazón en la boca. La particularidad de Sekiro era que, al estilo de combate de los juegos precedentes, añadía una dimensión física más: la vertical; el jugador, en la piel de un ronin vagabundo, podía ahora saltar y colgarse de las alturas, lo que le daba al ya de por sí estupendo diseño de niveles una profundidad y una libertad nunca antes vistas en la obra de Miyazaki. Jorge Morla

Sekiro: Shadows Die Twice. Hidetaka Miyazaki. FromSoftware, 2019. El juego está disponible para PlayStation 4, Xbox One y Microsoft Windows.

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