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CRÍTICA TEATRAL | ESPAÑOLAS, FRANCO HA MUERTO

La Transición femenina

'Españolas, Franco ha muerto' repasa con tono de revista la lucha por los derechos de las mujeres tras la dictadura

Javier Vallejo
Cartel de 'Españolas, Franco ha muerto'.
Cartel de 'Españolas, Franco ha muerto'.

Una revista de la Transición, pues revisa la lucha por los derechos femeninos desde el declive de la dictadura hasta fechas recientes. A paso ligero, con un tono humorístico que no le quita rigor al asunto, Ruth Sánchez y Jessica Belda rememoran las manifestacidones proamnistía, la conquista del derecho a usar anticonceptivos y al aborto llegado el caso, la despenalización del adulterio y de los “delitos específicos del sexo femenino”... Cabe recordar que durante el franquismo, la mujer anduvo sujeta a ciertas restricciones hoy propias de regímenes como el de Arabia Saudí.

Por el escenario de la grata sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid van desfilando figuras como la diputada comunista Dolors Calvet (autora de un certero discurso parlamentario en defensa de la destipificación de delitos tales como la difusión de píldoras anticonceptivas); una de las 300.000 mujeres cuyos hijos fueron robados por médicos como el ginecólogo Eduardo Vela y monjas como sor María Gómez Valbuena; Carmen Polo de Franco, que invoca su libertad financiera –entiéndase la ironía– cuando una pareja de guardias civiles, a los que llama fascistas, intenta impedir que infrinja la ley…

Al comienzo, la función amenaza con encaminarse por lo trillado, pero pronto encuentra el tono preciso. La tesis de las autoras viene a decir que aunque en 1975 Franco muriese, su herencia sigue proporcionando buenos réditos. Si La Sección (Mujeres en el fascismo español), primera pieza de la trilogía que Sánchez y Belda se traen entre manos, pivotaba en torno a las acusadas personalidades de Pilar Primo de Rivera, Mercedes Sanz-Bachiller y Carmen Polo, encarnadas opíparamente por la propia Belda, Manuela Rodríguez y Natalie Pinot, Españolas, Franco ha muerto es un espectáculo más abierto y desparramado, que pronto se va ciñendo. Un ramillete de canciones bien escogidas y entonadas acaba de encuadrarlo en el género revisteril.

En este contexto, la niña protagonista de Los días de la semana (canción de Miliki interpretada en una proyección por Fofó: “Así planchaba, así, así…”) prefigura la malhadada esposa adulta del Oi Pello Pello, afilado romance de tradición oral popularizado por Mikel Laboa. Escuchar este detrás de aquella pone en evidencia la naturaleza bipolar de la educación sentimental que hemos recibido. El Déjame vivir con alegría, de Vainica Doble, anda pidiendo que sus cantoras se vengan un poquito más arriba, cosa que hacen cuando desgranan Que la tortilla se vuelva con alborozo, razón sobresaliente y la sombra de Chicho Sánchez Ferlosio danzando con ellas.

Quizá el discurso donde la actriz Manuela Rodríguez expone con vehemencia la oposición entre mujeres y hombres peque de inexacto: antes que en términos ideológicos o genéricos, la violencia debe entenderse como rasgo del carácter (siguiendo la idea de Wilhelm Reich) susceptible de aparecer también en el género femenino cuando está en posición de poder. Las interpretaciones que Natalie Pinot, Belda y Rodríguez hacen de una galería extensa de personajes, elocuentes, precisas y enérgicas, tienen chispa y encanto. Las tres son a demanda solistas subrayables, eficaces coreutas y catalizan y llevan a buen puerto la función.

Lo que propone la puesta en escena de Verónica Forqué no siempre está perfectamente acordado con lo que el texto dice. Esto resulta palmario durante la escena final, en la cual, mientras la pantalla desgrana como lluvia fina los nombres de centenares de mujeres asesinadas por sus esposos, novios y exparejas, Belda comienza a despojarse de su ropa de espaldas al público. Nada cabe objetarle a la actriz (cabría alabarle, en todo caso), pero su desnudo distrae definitivamente de los nombres de las víctimas. Entiendo que la idea es oponer belleza al horror, pero resulta ingenuo y extemporáneo hacerlo en este contexto. Además, su uso como colofón de un montaje teatral está harto desgastado ya. El hacer del escenario una pista de circo también es un tópico que viene sirviendo a montajes de lo más variopinto. El público obligó a las actrices a salir seis veces a recoger sus aplausos, cosa del todo infrecuente en el teatro actual.

Españolas, Franco ha muerto. Autoras: Ruth Sánchez y Jessica Belda. Dirección: Verónica Forqué. Madrid. Teatro Español, hasta el 15 de marzo.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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