Cuando el nazismo deja de dar miedo y se vuelve ‘camp’
Fantaseamos con Auschwitz porque ya no es un lugar, sino la idea contemporánea del infierno en la cultura occidental
Abusamos del nazismo y de la invocación de los espectros de Auschwitz, tanto en la conversación pública como en las ficciones. Mike Godwin patentó la ley retórica (e irónica, aunque muchos la toman al pie de la letra) que lleva su nombre, según la cual, cuanto más se alarga una discusión política, más probable es que alguien mencione la palabra nazi. En la ficción, como en la nueva serie de Amazon Prime Video con Al Pacino, Hunters, esta banalización se expresa mediante lo camp, es decir, con caricatura chillona e inofensiva.
Las protestas continuas del Memorial de Auschwitz, que condena todas las ficciones que no se ciñen a la verdad histórica (y con Hunters tienen trabajo para rato) se unen a las burlas de quienes creen, como Godwin, que llamar nazis a los oponentes ideológicos es un exceso retórico que inhabilita cualquier argumento. Y tienen razón.
El nazismo y Auschwitz están banalizados, pero no se debe a una falta de conciencia ni a los muy preocupantes brotes antisemitas ni a los negacionistas que menudean en la extrema derecha, sino a todo lo contrario: apelamos al nazismo porque es nuestro horizonte moral y el espacio ideológico del que queremos huir a toda costa, y fantaseamos con Auschwitz porque ya no es un lugar, sino la idea contemporánea del infierno en la cultura occidental.
Cuando hoy imaginamos el Hades, no se nos ocurre nada más terrible que un campo de exterminio. Dicen en el Memorial de Auschwitz que no cabe fabular porque la verdad histórica es más terrorífica e inverosímil que cualquier fantasía, y así es: aún no hemos sido capaces de honrar con la ficción lo que los hechos documentados revelan. Por eso seguiremos usando la palabra nazi como insulto (porque no hay otra peor) y por eso seguiremos caricaturizando y dando vueltas al mito de Auschwitz: porque nos importan mucho.
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