Dea Kulumbegashvili: “La religión se aprovecha de la gente que sufre”
La directora georgiana estrena en España su ópera prima ‘Beginning’, que arrasó en el pasado festival de San Sebastián
El nombre de Dea Kulumbegashvili es complicado. Pero habrá que aprendérselo. Esta georgiana de 34 años ya había competido en Cannes con dos cortos, en sendas ocasiones: una en la sección Oficial y otra en la Quincena de Realizadores, además de estudiar en la neoyorquina Universidad de Columbia. Pero su nombre empezó a coger vuelo cuando Beginning, su ópera prima en el largo, apareció en la lista de los filmes con el sello de Cannes, es decir, que habría participado en el certamen francés si la pandemia no hubiera desmadejado la industria del cine. ...
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El nombre de Dea Kulumbegashvili es complicado. Pero habrá que aprendérselo. Esta georgiana de 34 años ya había competido en Cannes con dos cortos, en sendas ocasiones: una en la sección Oficial y otra en la Quincena de Realizadores, además de estudiar en la neoyorquina Universidad de Columbia. Pero su nombre empezó a coger vuelo cuando Beginning, su ópera prima en el largo, apareció en la lista de los filmes con el sello de Cannes, es decir, que habría participado en el certamen francés si la pandemia no hubiera desmadejado la industria del cine. En septiembre en Toronto Beginning obtuvo el premio de la crítica en la sección Discovery y su arrase en el certamen de San Sebastián completó el lanzamiento: Concha de Oro, Concha de Plata a la mejor dirección y a la actriz, y premio al mejor guion. Nunca el festival donostiarra se había rendido así a una cineasta. Ella, que acompañó a su película en España, salió del Kursaal flotando.
Y hubiera vuelto a España la semana pasada, dos días antes de su estreno en las salas comerciales el pasado viernes, si no hubiera sufrido la rigidez de las autoridades turcas. En un cambio de avión en Estambul, en su viaje de Tiflis a Madrid, estuvo retenida durante cinco horas —”sentada en la misma silla por protocolos covid”— hasta que la devolvieron a la capital de Georgia. Así que esta entrevista se desarrolla vía Zoom desde su casa, tras haber llegado a las cuatro de la mañana a la cama. “Ha sido una experiencia interesante. No importa, el huso horario me ha dado ventaja y lo pasé muy bien en España”, cuenta entre risas.
Sobre Beginning, y su exigencia al espectador, ya han corrido ríos de tinta. Relatado a través de unos 50 planos secuencia (que se ordenan generalmente al ritmo de dos cortos y uno más largo, “un artefacto muy meditado”, dice su creadora), el drama sigue el devenir de la esposa de un líder de una comunidad rural de testigos de Jehová, comunidad que es atacada al principio justo cuando están analizando el sacrificio de Isaac a manos de su padre Abraham. Un eco a la imposición religiosa -y probablemente, por cómo es narrado, a la cueva de Platón- que irá desarrollándose poco a poco. Beginning en realidad retrata cómo la sociedad patriarcal actual maniobra para mantener su dominio a través de la humillación, y lo hace con de imágenes tan bellas como violentas. “La belleza y la violencia están en la naturaleza, forman parte de nuestra identidad como seres humanos. El mundo en que vivimos es complejo, yo misma crecí en un pequeño pueblo como el que retrato y paseaba por esos bosques, que contienen ambas facetas”. De aquel pueblo, Kulumbegashvili no escapó fácilmente: “A nadie le cabía en la cabeza que uno de nosotros podía siquiera dirigir. Menos una mujer. Crecí en los noventa, cuando sufrimos una guerra y una crisis económica. No teníamos electricidad, así que no veíamos ni la televisión, como para pensar en cine. Pero vivir en un periodo de guerra, con las emociones a flor de piel, cuando los sentimientos y los pensamientos se acentúan, me impulsó. He viajado un montón, he vivido en Nueva York, y eso me ha hecho más consciente de mi procedencia”.
Humillación y liberación
Yana, la protagonista, es usada, humillada, en su búsqueda de la libertad y de la autoafirmación; la cámara crea tensión incluso en sus viajes en autobús. “Mucha gente me pregunta si no me da miedo alimentar la controversia y el escándalo. No, porque creo que el espectador está preparado para ver la agresividad del momento. Y claro que querría que cambiara la situación, por ello le pido al público un compromiso: no pueden mirar a otro lado y espero que me sigan hasta el final, y así puedan crear su propio relato”, cuenta con determinación. “Es un viaje de liberación, y poco tiene que ver con recuperar derechos. Porque ¿a quién se le reclaman esos derechos?”. Si antes de la pandemia, Beginning hablaba de “cómo la religión se aprovecha de gente que sufre, que necesita esperanza”, ahora con la covid su mensaje se multiplica: “Cuando fallan las instituciones y el ser humano se encuentra desamparado, la religión entra por ese resquicio. Y muchos se sienten así hoy”.
El guion nació de un comentario de su padre —ya fallecido—, una frase indolente, ante el ataque a alguien cercano religioso. “Oí la frase y sentí que me interpelaba. Mi padre, como ser humano, entendía que tenía que ayudar y mermar su sufrimiento. Pero no sentía simpatía por sus creencias, y ahí había un conflicto emocional que debía de ser reflejado”.
El año pandémico, en los festivales cinematográficos, ha sido evidentemente femenino: los dos mejores filmes de la Berlinale estaban dirigidos por Eliza Hittman y Kelly Reichardt, en Venecia ganó Chloé Zhao con Nomadland, y ya sabemos quién triunfó en el Zinemaldia. “He estado reflexionando sobre eso. Puede que hubiera algo en el aire. Conozco a Eliza porque coincidimos en la Universidad, y sé que nos movemos en los mismos parámetros. Esto ya no va de salarios parejos, sino de hartazgo. Hemos hecho nuestras películas a pesar de otros, como algunos productores con los que me he cruzado. Y además creo que en tiempos de crisis las mujeres funcionamos de manera distinta. Desarrollamos mejor nuestros talentos, y lo sé por mi abuela, que sufrió la II Guerra Mundial. Pero no sé explicarlo”. ¿No le da miedo que Beginning quede constreñida a película de festivales? “Todo el cine es cine. No entiendo de categorías o etiquetas. Y no es mi trabajo hacerlas”.