Charlie Hebdo: palabras que valen más que mil imágenes
Narrar lo que no se puede expresar (porque ni siquiera quien lo ha vivido lo entiende) es uno de los retos literarios más monumentales a los que se enfrenta un escritor
De la matanza de Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015 vi, como todo el mundo, los vídeos de los que se alimentó la cobertura televisiva. Me quedé pegado a la pantalla varios días, atónito y aterrado, y los repasé muchas veces, embutidos en reportajes y en documentales (el de Dan Reed para HBO, titulado Three Days of Terror, por ejemplo). Pero, pese a tener el cerebro lleno de escenas, reconstrucciones y testimonios, no percibí la enormidad de la tragedia hasta que no leí El colgajo, el libro donde Philippe Lançon, redactor de la revista y superviviente de los atentados, cuenta su experiencia y su larguísimo calvario de hospitales.
Las imágenes no valen más que mil palabras. Si las palabras son buenas, no hay imagen que pueda con ellas. Desde fuera, lo que hace Lançon puede parecer fácil: contar lo que a uno le ha pasado. Sin embargo, libros como el suyo son excepcionalísimos. Si fuera tan sencillo, cualquier testigo o víctima de una tragedia podría escribir algo profundo y conmovedor, pero lo normal es que víctimas y testigos se refugien en la banalidad, en el lugar común y en la elipsis. "Imagínese", dicen algunos, cuando es evidente que somos incapaces de imaginar nada.
Un atentado como el de Charlie Hebdo entra dentro de lo inefable. Narrar lo que no se puede expresar (porque ni siquiera quien lo ha vivido lo entiende) es uno de los retos literarios más monumentales a los que se enfrenta un escritor. Muy pocos lo superan. Cuando alguien como Lançon encuentra las palabras que nadie más sabe usar, nos damos cuenta también de que no habíamos visto nada, de que las cámaras no sirven para narrar un terror así. Por muchos móviles que hubiera filmando a la vez y por muchos ángulos que cubriesen. Sin la literatura, la experiencia es incomprensible.
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