Post y éxito

Para no ser perfecto todo el rato me hice un Instagram a medias

MIGUEL ÁNGEL CAMPRUBÍ

Mi amigo Elisardo Bastiaga se hizo Instagram para ser influencer, y creía que a partir de 100 seguidores ("tres cifras") lo conseguiría. Una vez logrado ese superpoder no tenía ni idea de en qué lo emplearía. “Ya se me ocurrirá algo”, dijo, como el que no sabe aún dónde colocar el Oscar.

Yo, le dije, me hice Instagram para ser mejor persona, porque desde que lo tengo 1) Como menos y más sano, pues las fotos de platos pequeños y cuquis tienen muchos más likes que unos huevos fritos con chorizo y patatas fr...

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Mi amigo Elisardo Bastiaga se hizo Instagram para ser influencer, y creía que a partir de 100 seguidores ("tres cifras") lo conseguiría. Una vez logrado ese superpoder no tenía ni idea de en qué lo emplearía. “Ya se me ocurrirá algo”, dijo, como el que no sabe aún dónde colocar el Oscar.

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Yo, le dije, me hice Instagram para ser mejor persona, porque desde que lo tengo 1) Como menos y más sano, pues las fotos de platos pequeños y cuquis tienen muchos más likes que unos huevos fritos con chorizo y patatas fritas, que es de lo que me alimento cuando no tengo wifi. 2) Juego mucho más con mi hijo, ya que esas fotos suelen arrasar, si bien conservo el pudor de no mostrar su cara, no sé si por respeto hacia él o por afán mío de protagonismo. 3) Viajo a sitios "sorprendentes" y "mágicos" para ver puestas de sol, algo que históricamente me la ha sudado muchísimo, con el objetivo de conseguir verdaderas postales. 4) Voy al gimnasio para afilar rasgos y procuro ir siempre bien afeitado y peinado, pues nunca se sabe dónde puede haber un selfi histórico, como supo Carlos Herrera en París. 5) Visito más a mis padres y a mi abuela, les dedico gestos de cariño y respeto, me fotografío con ellos sonriendo y no me pierdo ningún cumpleaños, y les escribo textos de amor impresionantes, relaciones familiares todas ellas que tenía en tal desuso que a mi abuela me la tuvieron que presentar. 6) Si hay algún amigo hospitalizado soy el primero en acudir allí para abrazarme a él y contarle a mis seguidores su historia de superación, a veces añadiendo un emoji con lágrima, aunque una vez me equivoqué con las lágrimas y publiqué el emoji de descojonarse. 7) Me quedo mirando el mar embobado, buscando el momento de más brillos, el encuadre perfecto, y he hecho más fotos en un año del océano, una cosa que no sabía ni que era salada, que el resto de mi vida, habiendo nacido en costa. 8) Visito monumentos y, por lo tanto, tengo que enterarme antes qué son y de qué van para escribir de ellos como si hubiese cortado yo la cinta inaugural en el siglo II antes de Cristo. 9) Compro ropa y visto mejor, aunque sean las tres horas que tardo en hacerme la foto, y a veces me erotizo ante el espejo, si bien eso no sé muy bien lo que significa. 10) Leo, leo más, no libros enteros, pero sí muchos principios y contraportadas, y conozco los rincones más bonitos de cada lugar que visito, no porque ande por ahí buscando un stendhalazo, sino para que queden bien los libros en la foto, porque no es lo mismo acabarlos en un barranco del valle del Jerte, a punto de perder el equilibrio, que en el butacón de casa de tus padres, con las cenefas asomando.

Y en fin, todo esto se lo dije a mi amigo Bastiaga (99 followers, más cerca de 98 que de 100) en la playa, en la pretemporada del selfi, mientras le reconocía que yo, para no ser perfecto todo el rato, había hecho el Instagram a medias con mi pareja, y cuando le tocaba a ella actualizar yo la podía liar parda por ahí, ya que es menos arriesgado ser tú mismo en la vida que en las redes.

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