El movimiento es más complejo que el pensamiento
El teatro inmersivo de Rimini Protokoll funciona físicamente: pasa por el cuerpo, más que por la mente
Era hora de que llegara a España este trabajo de la compañía alemana Rimini Protokoll que se pone como ejemplo cuando se habla de “teatro inmersivo”. Se estrenó en 2013 en Berlín y ha pasado ya por 35 ciudades del mundo. Aquí no hay actores ni escenario: el actor es el espectador, y el escenario es la ciudad que el espectador-actor debe recorrer durante dos horas guiado por una voz robótica a través de unos auriculares. Somos 40. Caminamos al unísono por control remoto. De ahí el título: Remote Madrid.
La cita es en el cementerio británico de Madrid. Es martes por la tarde, todavía horario laboral, pero de pronto estamos en el barrio de Carabanchel leyendo epitafios. Hay que elegir uno. Rápidamente encuentro el mío: “Nicholas Witold, conde (último en la línea) Zawadowski Miklaszewski (1903-1971)”. Salimos al mundo de los vivos y caminamos por calles desconocidas. Viajamos en metro, entramos en una iglesia, bailamos en medio de una plaza y provocamos a otros transeúntes mientras la voz robótica hace preguntas. ¿Te mueves porque quieres o porque te lo ordenan? ¿Por qué me obedeces si soy un robot? ¿Cómo te sientes en medio de esta multitud?
Puede que las cuestiones que se plantean sean un tanto obvias, pero no es ese el mérito de esta pieza. En general, el mérito del teatro inmersivo no es tanto intelectual como sensorial. Físico. Todo pasa por el cuerpo, hay que moverse, tomar posiciones. Y ahí de pronto salta una chispa. Lo importante es el movimiento. Lo dice la voz robótica: “Puedo vencerte jugando al ajedrez, pero no al fútbol. El movimiento es más complejo que el pensamiento”.
Al final, subimos a una torre. Todo Madrid a la vista. El Madrid de todos los días. Quizá solo se trataba de redescubrirse como habitante de esta ciudad.
Remote Madrid. Una creación de Rimini Protokoll. Centro Conde Duque. Madrid. Hasta el 7 de abril.
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