Miami
'StartUp' disecciona el complejo mundo de las empresas emergentes en el ámbito de la tecnología, un mundo que surge coadyuvado por el dinero negro


El área metropolitana de Miami tiene una población de unos seis millones de habitantes, un clima tropical y una gran variedad étnica. Este es el epicentro de StartUp, la excelente serie cuyas tres temporadas emite Amazon. Naturalmente, es mucho más que esto. Es un muy importante centro comercial y empresarial, acoge a la mayor población cubana fuera de la isla y su poderío económico atrae la codicia individual y colectiva y a las bandas mafiosas. Es, también, la demostración de que la política de Trump se resume en una frase: poner puertas al campo o la imposibilidad de poner límites a lo que no los admite. Añádanle la demostración física de la desigualdad social, para lo que basta y sobra mostrar los casoplones de unos y los guetos de otros, y el resultado es la síntesis de la sociedad desarrollada del siglo XXI.
StartUp disecciona ese complejo mundo de las empresas emergentes en el ámbito de la tecnología más sofisticada, un mundo que surge coadyuvado por el dinero negro procedente del narcotráfico y de otros grupos criminales y en el que el fin, el control, es decir, el poder, justifica los medios más ancestrales, la violencia y la trasgresión de la ley.
Cuatro son los solventes protagonistas: una cubana (Otmara Marrero), cerebro tecnológico; un judío (Adam Brody), emprendedor financiero que se desliza suavemente hacia lo ilegal; un haitiano (Edi Gathegi), líder de un barrio marginal o, lo que es lo mismo, el líder de la banda, y un wasp (Martin Freeman), un agente corrupto del FBI. El quinto protagonista impersonal es la ciudad de Miami, su área metropolitana y sus cayos, aderezada con mafiosos rusos, empresarios sin escrúpulos, grandes fiestas y mucho rap. Un conjunto humano que permite intuir una trama en la que los algoritmos encriptados se entremezclan con fusiles automáticos de 500 disparos por minuto y en el que la avaricia difuminó la legalidad. Ambición, sexo y alta tecnología es la pecaminosa trinidad de StartUp.
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