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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

Réplica taurino-animalista a Victorino Martín, presidente del 'toro de lidia'

La tauromaquia actual solo se mantendrá si recupera su integridad a pesar del animalismo

Un fotograma de la película Ferdinand.
Un fotograma de la película Ferdinand.
Antonio Lorca

Victorino Martín, prestigioso ganadero de toros bravos y presidente de la Fundación del Toro de Lidia (FTL), es un bálsamo para la tauromaquia del siglo XXI. La suya es la única voz que clama en el desierto de una sociedad que no tiene los oídos despiertos para atender argumentos taurinos. El compromiso, la entrega y la fe de Victorino son condiciones impropias de los taurinos actuales, y solo la historia reconocerá la labor impagable de un hombre que se está dejando la piel en la defensa del dogma de la fiesta de los toros, en el que ha nacido y ha sido educado.

Hace unos días, estuvo en la Comisión de Cultura del Senado -un paso adelante sin precedentes y escasamente valorado-, y allí, ante los distintos grupos políticos trató de remover las conciencias sobre los peligros que acechan al espectáculo taurino.

Victorino puso el foco en los males intrínsecos del animalismo, “un movimiento -afirmó- que pretende un nuevo orden moral en el mundo”. “Es una filosofía incompatible con nuestra cultura”, continuó, “a la que pretende aniquilar”. Defendió la corrida como una visión integral de la vida, y añadió que no es un espectáculo de muerte, sino de exaltación de lo que somos. “¿Es necesaria la tauromaquia?”, se preguntó. “Pues no estoy muy seguro, la verdad”, contestó, “¿pero son necesaria la danza, el teatro y las demás expresiones culturales?”. “Si no existieran, el mundo sería más pobre, como lo sería si no existiera la tauromaquia”. Y concluyó con una frase rimbombante: “La tauromaquia es el regalo cultural de España a la humanidad”.

Encomiable actitud del presidente de la FTL y apasionado su alegato a favor de los toros. Valiente y bienintencionado, sin duda, pero tan apasionado como simplista, también, e incompleto.

La batalla contra el animalismo -una revolución global- está perdida

No está claro si ese nuevo orden moral que nos amenaza, a juicio de Victorino Martín, será alguna vez una realidad; no se sabe si será tan devastador como él augura, pero lo que está fuera de toda duda es que el ser humano está cambiando aceleradamente su relación con el mundo animal. Y ese no es un movimiento, sino una revolución global que nos afecta a todos, y que evidencia un progreso social fuera de toda duda. Ningún aficionado de hoy, ninguno, soportaría el dantesco espectáculo de varios caballos destripados en el ruedo que era habitual para nuestros antepasados. Todos somos más sensibles hacia el sufrimiento animal. Rechazamos el maltrato y la violencia contra los animales.

Este axioma no es solo la bandera de los llamados animalistas extremistas, sino un mensaje que ha calado hondo en la sociedad y ha modificado sustancialmente la percepción sobre el único espectáculo público cruento con un animal, como es el festejo taurino. Un mensaje que está modificando políticas, planes educativos y aficiones. Dicho de otro modo: el mundo está cambiando y no tiene vuelta de hoja.

He aquí unos ejemplos:

- El escritor Ildefonso Falcones, pregonero de la Feria de Abril de 2018, citaba en su texto que el artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea establece la necesidad de tener plenamente en cuenta las exigencias en materia de bienestar de los animales como ‘seres sensibles’.

Un niño torea de salón en la feria de turismo taurino Territorio Toro, en Sevilla.
Un niño torea de salón en la feria de turismo taurino Territorio Toro, en Sevilla.Toromedia

- El pasado 11 de diciembre, el Congreso de los Diputados aprobó ¡por unanimidad! que los animales dejen de ser considerados cosas y sean reconocidos jurídicamente como seres vivos dotados de sensibilidad. La proposición de ley, que fue presentada por el PP, supone la modificación del Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, y pretende que los animales sean considerados ‘seres vivos dotados de sensibilidad’.

- Los gobiernos del PP -partido supuestamente taurino- y PSOE -formación ambiguamente taurina según los territorios- han maltratado -y maltratan- sistemáticamente la fiesta de los toros desde los Presupuestos Generales del Estado y la televisión pública.

- La tauromaquia está vetada en los colegios de este país, y hablar de toros en un aula es poco menos que una provocación inadmisible. En consecuencia, los toros no forman parte del interés de las nuevas generaciones.

Victorino tiene el enemigo en casa; está rodeado de verdaderos antitaurinos

- España está presa de una destaurización galopante que aleja a los públicos de las plazas de toros, y no son pocos los aficionados que reconocen en privado que la larga agonía sanguinolenta de un toro ‘no tiene un pase’ en estos tiempos.

¿Son animalistas furibundos los fundadores de la UE, todos los políticos, los educadores, los jóvenes y una mayoría de ciudadanos? No, seguro que no. Son la prueba de que la nueva sensibilización sobre el mundo animal ha calado en nuestra civilización.

¿Quiere esto decir que hay que acabar con la tauromaquia? No. ¿Son los aficionados unos crueles maltratadores que gozan con el sufrimiento animal? No. Son tan sensibles como el resto ante el sufrimiento animal, pero seguidores, también, de una cultura en la que el toro bravo, fiero y noble, nacido para la lucha, es protagonista de un modo de entender la emoción y la belleza.

Pero este planteamiento es difícilmente inteligible hoy para quien desconoce los entresijos de la tauromaquia o no ha sido educado en ella.

Ciertamente, la fiesta de los toros está llamada a ser una afición de minorías, y solo se mantendrá viva si se la defiende a pesar del animalismo.

La guerra contra el animalismo está perdida, y hay que trabajar para que la tauromaquia no pierda también la batalla contra sí misma. Seguirá existiendo si recupera la integridad, la seriedad y la emoción; si es capaz de seguir cautivando a quienes aún mantienen la ilusión y la esperanza ante una corrida.

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Victorino Martín arremete contra los males externos de la fiesta con el mismo ardor que oculta los internos. A fin de cuentas, es presidente de una fundación que integra, entre otros, a toreros, ganaderos y empresarios que han impuesto el toro inválido y tonto, el presunto fraude y la desesperación del más desesperante aburrimiento. El problema es que Victorino tiene el enemigo en casa porque está rodeado de verdaderos antitaurinos. El problema es que la fiesta de los toros, a diferencia de otras actividades culturales, solo la defienden el presidente de la FTL y grupos de aficionados, mientras muchos de sus protagonistas la maltratan (y eso sí que es maltrato).

Es verdad, por otra parte, que una corrida de toros es un espectáculo anacrónico y cruento, inexplicable para muchos. Como incomprensible es que algunos pretendan conceder derechos a los animales y equipararlos a las personas.

Conclusión:

1.- La liberación animal y el fin de su sufrimiento es una de las causas centrales en las reivindicaciones sociales del siglo XXI.

Y 2.- La tauromaquia seguirá teniendo sentido si recupera su integridad. El toro bravo existirá mientras se le permita morir con orgullo y dignidad en un ruedo. El torero es la representación de los grandes valores humanos que parecen perdidos, paradigma de la heroicidad, del sacrificio, de la entrega de la vida por una vocación.

Merece la pena respetar a los animales. Claro que sí. Como la merecerá siempre emocionarse con la lidia de un toro bravo y un torero heroico. Aunque muchos no lo entiendan…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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