La decepción de ‘The Romanoffs’
La nueva serie de Matthew Weiner acaba de terminar y ya ha caído en el más terrible de los olvidos
Hace poco más de un mes, cuando arrancó en Amazon The Romanoffs, escribí tras haber visto los dos primeros episodios. Allí dije que era una buena serie. Y, con lo visto hasta ese momento, sí me lo parecía. Pero una vez vistos los ocho episodios, creo que me equivoqué, y por eso vuelvo aquí a decirlo: The Romanoffs ha sido toda una decepción. Llevada por la esperanza y por las ganas que tenía de que me gustara la nueva creación de Matthew Weiner, dije que era una buena serie que estaba cayendo en tres trampas importantes: formato, duración y expectativas. Ahora le veo muchas más trampas y problemas a esta antología con capítulos independientes entre sí (aunque con algunas relaciones entre ellos que no influyen en sus tramas) y con resultados muy dispares.
The Romanoffs ha tenido un gran problema: dos semanas después de que se estrenara, ya nadie hablaba de ella. Hoy, recién terminada, ha caído en el más terrible de los olvidos. A nadie le ha importado ya que sus dos últimos capítulos hayan sido los mejores del conjunto. El terrible quinto episodio no animaba a seguir más allá. En él, las sospechas que recaían sobre un profesor de piano homosexual llevaban a los personajes a verbalizar lo que parecía la defensa del propio Matthew Weiner ante las acusaciones de acoso sexual que hizo una guionista de Mad Men contra él. El episodio, moralmente muy cuestionable y con un colofón que da escalofríos, es, además, aburrido. Peor aún resultó el sexto, un soporífero paseo turístico por Ciudad de México. El resto de capítulos pueden tener algo salvable, especialmente el centrado en el proceso de adopción de una pareja de una niña rusa y la historia de venganza con reminiscencias hitchconianas, escenón de karaoke y narración al estilo matrioshka. Pero el global ha sido demasiado decepcionante.
Matthew Weiner ha descargado en The Romanoffs sus preocupaciones. El problema es que quizá a los espectadores no les interesen tanto sus quebraderos de cabeza como él se cree. Y menos cuando los descarga en eternos capítulos de casi hora y media con guiones pobres a los que les sobra, siempre, por lo menos 30 minutos, y eso en los episodios buenos. La excusa de los Romanov tampoco ha cuajado del todo. Algunos de los personajes eran sus supuestos descendientes como podrían haberlo sido de Juan García.
¿Quién se acordará de estos Romanoffs dentro de un mes?
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