Ona Carbonell: “En ‘MasterChef’, como en la ‘sincro’, dependes del gusto del jurado”
La campeona de natación sincronizada dice aplicar la receta de su éxito en la piscina a los fogones y confiesa que siempre está helada en el agua.
Lo primero que llama la atención es su pelo. Pelazo, para ser exactos. Acostumbrados a verla por la tele, dentro de una piscina, con el agua al cuello y ese ungüento de cola de pescado que convierte la propia cabellera en espectacular gorro de baño, Ona parece de cerca lo que es. Una guapísima chica de 28 años con un melenón con el degradado entre moreno y rubio del tinte de moda. Estamos en Madrid, en el bar de un hotel de lujo, aunque ella ha dormido en el cuarto de Roscón, el hijo de Samantha Vallejo Nájera, una de las jueces de MasterChef Celebrity. Para llevársela a casa. Tal es el afecto que despierta la campeona entre sus compañeros de concurso. Pero decíamos que lo primero que choca de ella al natural es su pelo. Lo segundo son sus dientes, blanquísimos y permanentemente al raso gracias a una sonrisa capaz de iluminar una cueva.
¿No le duele la mandíbula de sonreír hasta debajo del agua?
Tengo la sonrisa muy ensayada. En mi deporte, hay veces que te estás ahogando literalmente y oyes al entrenador gritarte que sonrías. Estás muerta y sonriendo a la vez, es parte del trabajo.
¿Y llorar, cuánto llora?
Muchísimo. De dolor por lesiones durísimas. De rabia por no haber logrado un reto. De emoción cuando lo logras. Y he llegado a llorar de miedo a la hora de tirarme al agua por la presión de jugártelo todo en tres minutos después de entrenar cuatro años.
¿Y de envidia al ver a otras?
No, de envidia no. Pero de emoción al ver algún ejercicio de otras rivales, sí, muchísimas.
¿Mujer de lágrima fácil?
El mundo al revés
Así dice ver la vida bajo el agua Ona Carbonell (Barcelona, 1990), doble medallista olímpica, capitana del equipo español de natación sincronizada y, coyunturalmente, concursante de 'Masterchef Celebrity'. Quizá por pasar tanto tiempo a remojo, no quiere meterse en otra clase de charcos y sabe bien nadar y guardar la ropa.
No creas, porque con la dureza de las entrenadoras, no lloro. Pero con cosas muy emotivas, o muy bellas, lloro a mares. Sabes el esfuerzo que conlleva la excelencia. Un bailarín, que parece que vuela en vez de saltar, esa belleza absoluta, me emociona en el alma porque sé por lo que ha tenido que pasar para poder hacerlo.
¿Es más fácil flotar o hundirse, en su deporte y en la cocina?
Pues mira, es mucho más difícil hundirme porque, aunque no lo parezca, tengo mucha grasa y tiendo a flotar. Y respecto a la cocina, es durísima. Lo primero que hice fue llamar a Saúl [Craviotto, piragüista olímpico] y me dijo que me preparara porque me iba a enterar.. Pero digamos que he flotado y que he aprendido a cocinar, porque antes no sabía ni coger una sartén.
En la piscina, y en 'Masterchef` depende del gusto de otros. Como deportista, ¿no le frustra tanta arbitrariedad?
Estoy muy acostumbrada a someterme al gusto de un jurado. Hay una parte técnica medible y otra subjetiva que no lo es, cierto. Pero eso me parece precioso, porque ahí reside la singularidad.
No se puede gustar a todos.
Por eso tienes que hacer, desde la técnica, lo que a ti te guste y creas que puede sorprender y hacer disfrutar a la gente, porque como quieras gustar a todos, al final no destacas y no gustas a nadie. Lo he aprendido en mi deporte, y lo mismo pasa con la cocina.
¿Qué parte de su éxito deportivo es cerebro y cuál cuerpo?
El 90%, cerebro, mínimo.
¿O sea que yo, echándole cerebro, podría competir?
Jaja. El físico cuenta, pero por mucho que tengas el cuerpo perfecto para algo, todo es trabajo, y el trabajo está en la cabeza. Dolor, recuperación, tristeza, ira, motivación, superación en la adversidad, capacidad de aguantar, de caer y levantarse. Todo eso es lo que marca la diferencia, y no es físico.
¿Qué es para usted estar con el agua al cuello?
Mi vida. La piscina tiene tres metros de profundidad. Estoy todo el día dentro, luchando para que el agua esté un poco más abajo de mi cuello porque eso significa que yo estoy más arriba.
¿Se ahoga en un vaso de agua?
No, pero hay cosas que no puedo controlar. Desde niña tengo lo que llamo criofobia. Paso muchísimo frío en el agua. He usado miles de cremas, pedido que suban la temperatura, trabajado con psicólogos. Nada. Soy yo la que tiene un problema y tiene que adaptarse. Y me cuesta muchísimo.
Vaya, otra friolera crónica.
Vivo helada, vivo temblando.Paso cuatro horas por la mañana y tres por la tarde en el agua cada día, todos los días. Por cada hora, mi temperatura corporal desciende en picado y no hay forma de entrar en calor. Se sufre.
¿Ni con un neopreno de esos?
Aparte de que te restaría movilidad, no podría ser. La natación sincronizada tiene una parte de estética muy importante. Hay que brillar en la piscina.
Desde luego. Lentejuelas, cristalitos, maquillaje 'waterproof' ... Son las reinas del 'brilli-brilli'.
Cuanto más, mejor. Así te ven los jueces y se quedan contigo.
Sí, porque las rusas suelen mojarles la oreja, con perdón.
Sí, la verdad. Son perfectas técnicamente: iguales, simétricas, ideales. Pero la pasión, también enamora,y la diversidad. Nosotras, en lugar de luchar contra algo imposible, que es ser todas idénticas, rubias, de la misma altura, perfectas, hemos cogido la diversidad como una fortaleza y hemos creado unas coreografías que destaquen. Muchas veces la belleza reside también en la originalidad, la pasión y la imperfección. Y eso también pasa en la cocina.
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