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puro teatro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Familias en crisis

Mario Gas y Sílvia Munt estrenan en el festival Grec obras de Stephen Karam y Brian Friel

Marcos Ordóñez
Una escena de 'Humans', dirigida por Mario Gas.
Una escena de 'Humans', dirigida por Mario Gas.DAVID RUANO

Cuando leí The Humans, en 2016, el montaje acababa de ganar cuatro tonys, y Stephen Karam, su autor, había quedado finalista al Pulitzer. Me llamó la atención el enfoque: una familia que se quiere y lucha por permanecer unida. Porque Humans, que Mario Gas ha estrenado en el Romea/Grec, en versión catalana de Ernest Riera, versa sobre los miedos de una familia. Y sobre las crisis, en todos los sentidos. El título alude a un cómic en el que los marcianos llegaban a la tierra y no comprendían la conducta de los humanos. No es fácil “colocar” esta función, porque los diálogos se entrecruzan, se pisan (a ratos a excesiva velocidad, para mi gusto), y porque transcurre en un doble espacio: un sótano sin ventanas y un piso que da a un callejón de Chinatown, alfombrado de colillas. Gran trabajo escenográfico de Jon Berrondo, aunque quizás a ese dúplex le haga falta un poco más de vejez, incluso de desaliño.

La acción transcurre durante la comida de acción de gracias. Los padres, Erik (Jordi Bosch) y Deirdre (Lluïsa Castell), y la abuela, Fiona (Maife Gil), madre de Erik, viajan de Pensilvania a Nueva York para encontrarse con sus hijas, Aimée (Candela Serrat) y Brigid (Miranda Gas), que vive en el piso con Richard (Jordi Andújar). No hay conflictos en clave melodramática, al estilo de Agosto. Mario Gas modula la sensación de que no pasa nada, pero las nubes se van ennegreciendo, cargándose de truenos. Hay algunos fragmentos tediosos, pero Karam pasa muy hábilmente de la comedia al drama, y la obra deja un poso de verdad y corazón. Me parecieron muy convincentes los trabajos de Candela Serrat, Miranda Gas y Jordi Andújar. Difícil papel el de Maife Gil, esa abuela enferma de alzhéimer que conmueve sin sentimentalizar a su personaje. Lluïsa Castell ha de luchar, a su vez, con la amargura de Deirdre, quizás el rol más áspero. Me parece que Jordi Bosch, un actor al que adoro, busca en exceso la risa en la primera parte, lo que descompensa un poco el conjunto. Entiendo que el humor puede resaltar, por contraste, el dramatismo que estallará más tarde, pero, sin que los personajes se parezcan, creo que a Bosch le vendrían bien unas gotas de la mezcla de normalidad superficial y tormento interior que mostró en Blackbird.

El texto de Karam es difícil, los diálogos se pisan y transcurre en un doble espacio; el de Friel no logra atraparme

Momentos álgidos de la función son el inquietante giro final, que obviamente no revelaré, y la lectura, en el momento idóneo, de la última carta de la abuela Fiona, ejemplo de cómo un buen dramaturgo puede sintetizar drama, carácter y situación en pocas líneas: “Ya no puedo recordar vuestros nombres. Qué raro es irme convirtiendo poco a poco en alguien a quien no conozco. No os preocupéis por mí cuando comience a irme. No tengo miedo. Bailad más que yo. Bebed menos que yo. Id a la iglesia. Amad a los que os aman. Os quiero más de lo que nunca sabréis”.

De vez en cuando veo alguna obra de la que lo que más me seduce es el juego actoral y la puesta en escena. La resposta (Give Me Your Answer, Do!, 1997), de Brian Friel, que Sílvia Munt ha montado en el Goya/Grec, en versión de Pau Gener, es una de ellas. La aplaudo por el trabajo de su equipo, que la defiende con entrega y algún que otro desajuste, pero el texto no consigue atraparme. A mis ojos, es como si Friel intentase hacer una comedia amarga de Alan Ayckbourn, que podía haber salvado este material. Pero es un Friel en horas bajas, muy lejos de Dancing at Lughnasa, The Faith Healer o Molly Sweeney. Hay un tema interesante (el ingreso de la hija de los Connolly en un hospital psiquiátrico) que depara las dos mejores escenas, pero queda como un telón de fondo.

Hay tres parejas: los Connolly, los Fitzmaurice y los Donovan. Tom Connolly (David Selvas) es un escritor que tiene prestigio pero no tiene dinero, a diferencia de su colega y amigo Garret Fitzmaurice (Àlex Casanovas, por debajo de su fuerza), que tiene tanta pasta como poco prestigio. Soy del gremio, y les aseguro que esos lamentos aburren. A la formidable Emma Vilarasau creo que no le va el personaje de Daisy Connolly, de quien nos dicen que fue una prodigiosa pianista en su juventud, pero ahora está alcoholizada (eso lo vemos). Friel no le ha dado mucho más papel. Ni a Grainne Fitzmaurice (notable Àngels Gonyalons), que parece atrapada en el patrón de esposa sarcástica. Puede comprenderse, porque a su marido lo han dibujado como un personaje de vodevil. Me alegra mucho volver a ver en escena a dos veteranos del calibre de Ferran Rañé y Carme Fortuny (Jack y Maggie, los padres de Daisy), pero tampoco tienen mucha tela que cortar, y a media obra Friel parece olvidarse de ellos. Completa el septeto David Knight (estupendo Eduard Buch), un agente literario con mucha ambición, al que Friel otorga un temperamento depresivo. David Selvas borda el monólogo final, una joya de alto voltaje emotivo, que hace desear más de ese percal, y que provoca, merecidamente, grandes aplausos.

‘Humans’, de Stephen Karam. Teatro Romea (Barcelona). Director: Mario Gas. Intérpretes: Jordi Bosch, Lluïsa Castell, Maife Gil y otros. Hasta el 5 de agosto. ‘La resposta’, de Brian Friel. Teatro Goya (Barcelona). Directora: Sílvia Munt. Intérpretes: Emma Vilarasau, David Selvas, Àngels Gonyalons y otros. Hasta el 12 de agosto.

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