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Columna
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Los fines

La promoción califica la serie 'Oficina de infiltrados' como la mejor producida en Francia en toda su historia y probablemente sea cierto

Ángel S. Harguindey

La promoción califica la serie Oficina de infiltrados (Movistar) como la mejor producida en Francia en toda su historia y probablemente sea cierto. Su tercera temporada supone un alarde de inteligencia y buen hacer, y si en las dos primeras el epicentro de la trama eran los entresijos de los espías franceses y los conflictos personales que conlleva mantener durante años una doble personalidad —condición indispensable en quienes se infiltran en otras sociedades—, en la tercera la cuestión moral que recorre los 10 capítulos es el dilema de si el fin justifica los medios, o no.

Mathieu Kassovitz, su protagonista, ha sido capturado por el ISIS. Sus compañeros saben que les ha traicionado como agente doble de la CIA, pero también conocen su entrega a la causa durante años. La cuestión es decidir si deben rescatarle pese a su deslealtad o, por el contrario, permitir las prolongadas torturas y su posterior asesinato en aras de un hipotético fin: el intento de resolver el diabólico rompecabezas en que se ha convertido Siria. Pragmatismo o defensa a ultranza de uno de los nuestros.

El dilema, naturalmente, no es exclusivo de los servicios secretos franceses. Aquí mismo, en Cataluña, acabamos de comprobar cómo tres de sus más distinguidos prohombres, Puigdemont, Forn y Trapero, en disciplinada cascada jerárquica, mintieron descaradamente al negar haber recibido un informe de la CIA sobre la posibilidad de un atentado en Barcelona que, desgraciadamente, se cometió el pasado agosto. ¿Con qué fin? No dañar la imagen del Govern ante el referéndum del 1 de octubre, un paso más para la anhelada independencia. La diferencia con la ficción francesa es que la serie creada por Eric Rochant es excelente y la realidad del comportamiento de los próceres catalanes, con ese reflejo innato en la clase política de tratar de matar al mensajero (en este caso El Periódico), ha sido una burda y cruel chapuza.

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