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Columna
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Figurante

Las cadenas que emiten 'Venezuela en llamas' deberán ampliar horarios porque el enredo se complica

Juan Jesús Aznárez
Policías se alejan de las llamas tras una explosión en la Plaza Altamira de Caracas.
Policías se alejan de las llamas tras una explosión en la Plaza Altamira de Caracas.Ariana Cubillos (AP)

Las cadenas que emiten 'Venezuela en llamas' deberán ampliar horarios porque el enredo se complica: arrancó como drama, pero se adentra aceleradamente en la categoría de tragedia. El actor principal, Nicolás Maduro, parece empeñado en hacerla posible para superar a la brava su complejo de actor secundario, incurable desde que aceptara una misión imposible: interpretar al indiscutible protagonista de la obra, Hugo Chávez.

Sin talento, ni conciencia de su ineptitud, se obsesionó con la emulación de un caudillo que emocionaba a su audiencia con actuaciones memorables y la promesa de una Arcadia feliz y gratuita. El cuento de la lechera parecía posible con el barril por las nubes. Al menos, aquel hacía soñar y reír a los suyos; su sucesor, sólo llorar. La serie protagonizada por el figurante suma y sigue acumulando sangre, destrucción y odio.

Pese a todo, sigue el frente del elenco porque así fue acordado en los estudios de La Habana en 2011, cuando le fuera descubierto un cáncer al genial predicador bolivariano, fallecido dos años después. El guion original se escribió desde la euforia de las regalías petroleras y a cuatro manos: las Chávez y las de sus apuntadores cubanos, encargados del backstage, su especialidad.

La candidatura del segundón no fue la única. Otros aspiraban al puesto, principalmente Diosdado Cabello, demasiado montaraz e inmanejable. Recibió una oferta que no pudo rechazar y se retiró. Maduro resulto ser un fiasco durante el rodaje de interiores y exteriores. Antipático, carecía de las dotes de encantamiento necesarias para retener a la audiencia bolivariana, que cambia de canal o baja el volumen hasta silenciarlo.

El problema es que se ha creído el personaje. La serie ha fracasado y el presupuesto se agota. Alguien tendrá que rescindirle el contrato y reescribir la serie en democracia. Los productores cubanos conocen su nulidad. Si le amparan, corren el peligro de perderlo todo: los platós venezolanos y al figurante, reciclable en papeles de conductor de autobús.

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