Cine en serie
Las superproducciones se crean cada vez más como televisión, y eso conlleva peligros
La momia ha renacido. El monstruo ha regresado a las salas con una incesante promoción y la omnipresencia de un imberbe Tom Cruise que sigue creyéndose la estrella que fue. Pero ni eso ha funcionado. La película, masacrada por la crítica, ha sido un fracaso en su estreno. Y las consecuencias de esos números son profundas: reflejan un síntoma del cine actual.
Días antes, Universal había presentado el filme como el comienzo de un universo compartido monstruoso, donde colisionarían el Jekyll de Russell Crowe, el monstruo de Frankenstein de Bardem, el Hombre Invisible de Johnny Depp o el Jorobado de Notre Dame. El fracaso de La momia en EE UU (que no en el mundo) es como ver estrellarse un piloto televisivo millonario el día de su emisión. Uno que ya había tenido problemas para despegar cuando en 2014 la historia de un jovencito Drácula corrió todavía peor suerte. Y es que, cada vez más, las superproducciones se fabrican como la televisión. Eso acarrea peligros.
Mientras que Netflix estrena películas de prestigio en el ordenador y grandes cineastas apuestan por las series, el sistema de producciones veraniegas sigue el camino inverso en el cine: contrata mesas de escritores, piensa en spin-offs y alarga continuidades interminables. Las historias conclusivas de hora y media son el pasado. El cine son las series y las series están en el cine.
Esa transformación se siente también detrás de la cámara. El director Alex Kurtzman, por ejemplo, se ha formado en televisión. Allí ha dejado sus mejores obras: Alias, Sleepy Hollow, Fringe... La momia lo necesitaba precisamente para cumplir lo que tan bien hacía en sus series: reunir otros guionistas y desarrollar el destino de la saga. Pero cuando llega la hora de la creatividad, sus decisiones quedan en segundo plano a favor del estudio e incluso de los vaivenes de sus estrellas.
El modelo se repite una y otra vez. Desde que Los Vengadores triunfaron en el universo Marvel, nadie quiere quedarse sin su franquicia: superhéroes de DC, Godzilla contra King Kong, Transformers y, a este paso, hasta los libros de Agatha Christie. Más que cine, su estructura es la de la clásica novela por entregas: finales abiertos, evolución de personajes, giros rocambolescos… y, claro, jugosos contratos firmados antes de tiempo. La caída será dolorosa.
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