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OPINIÓN
Tribuna
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Incompatibles

Llevo demasiado tiempo escuchando a fatigosos descerebrados su sarcástica certidumbre de que Guardiola mea colonia. Intentan burlarse de la actitud y los modales de alguien que ha logrado el mejor arte dirigiendo una orquesta

Carlos Boyero

Creo haber leído o escuchado a Valdano que al comienzo de su carrera pudo jugar un partido en el que Cruyff estaba en el campo. Lógicamente, sentía veneración por todo lo que representaba ese jugador y teórico prodigioso. Y recuerda sin que le engañe el olfato o la mitomanía que en medio del fragor del partido, cuando el sudor y la secreción empapan a los jugadores, cada vez que disputaba un balón con Cruyff, este desprendía un olor muy agradable. Lo creo. Son atributos naturales de los dioses.

Recuerdo esa anécdota porque llevo demasiado tiempo escuchando a fatigosos descerebrados su sarcástica certidumbre de que Guardiola mea colonia. Intentan burlarse de la actitud y los modales de alguien que ha logrado el mejor arte dirigiendo una orquesta que va a guardar un lugar privilegiado en la memoria de todos los enamorados del fútbol, de un tipo que demuestra cotidianamente algo tan insólito como saber ganar. Y del que no dudo que también sabrá perder. Con idéntica sensatez y elegancia, afrontando con clase sensación tan amarga. Se supone que los personajes públicos son actores que interpretan un papel. Pero los grandes, los que no parece que estén actuando, siempre transmiten una personalidad y una veracidad que enamoran.

Para que las historias clásicas funcionen el héroe necesita un villano potente. Guardiola lo ha encontrado en ese mercenario tortuoso y pragmático llamado Mourinho. Este acaba de recordarle que su naturaleza es similar, que todo es imagen y está en función de que vayas ganando o perdiendo. El prudente Guardiola ha sido ágil y contundente. Ha contestado que eso le alarma, que tendrá que revisar seriamente su comportamiento si este guarda el menor parentesco con el de su obsesivo agresor. Que, en cualquier caso, intentará no provocar vergüenza ajena cada vez que abre la boca en las ruedas de prensa. Peter Lorre se merece esa respuesta de Gary Cooper por sugerir falacias tan surrealistas.

Alguien me contó que una de las ilusiones de Marsé y de Vázquez Montalbán se realizó cuando pudieron cenar con aquel futbolista singular, enamorado de la poesía de Martí i Pol, que jugaba a las ordenes de Cruyff. Normal. Años después Guardiola ha creado poesía con el equipo que entrena. Otros solo pueden aspirar a una prosa vendible y sucia.

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