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La proliferación de cotorras amenaza el ecosistema barcelonés

El Ayuntamiento de Barcelona estima que los 10.000 ejemplares afecta a los árboles, a otras especies y genera problemas de seguridad ciudadana

Clara Blanchar
Tres ejemplares de cotorras argentinas en un parque.
Tres ejemplares de cotorras argentinas en un parque.CONSUELO BAUTISTA

Con la caída de las hojas de las últimas semanas, es fácil ver las miles de cotorras, denominadas cotorritas verdigris y procedentes de América del Sur, que se mueven de árbol en árbol en Barcelona. La población no para de crecer y el Ayuntamiento estima que estas aves son más de 10.000 —y subiendo—. Se trata de una especie exótica invasora que amenaza el ecosistema de la ciudad: afecta a los árboles, a otras especies, genera problemas de seguridad ciudadana y el ruido que hacen puede llegar a ser muy molesto. A esta población cabe sumar otras cada vez más numerosas en todos los municipios del entorno de Barcelona.

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El 2015 fue el año en el que se produjo la última estimación de la población de las cotorritas verdigrises, cuando se cifró en unos 5.000 ejemplares, pero el Ayuntamiento calcula que esa cifra se ha duplicado desde entonces, sin contar con las poblaciones distribuidas por el resto de municipios metropolitanos. Su crecimiento se explica por su éxito reproductor en un terreno como el mediterráneo, en el que las parejas han conseguido tener segundas puestas de huevos.

Pendientes de una estrategia para gestionar su presencia y si fuera necesario su erradicación, el Consistorio de la capital trabaja en la vigilancia poblacional y sanitaria para conocer su situación y posibles impactos, pero no puede eliminarlas, más allá de sus huevos y los polluelos, por su consideración de especie exótica invasora. Por ahora, solo puede actuar retirando nidos que están en árboles y corren peligro de desplomarse. Alguna vez, debido al peso, incluso han arrancado grandes ramas.

Desde la Dirección del Servicio de Derechos de los Animales del consistorio, Carmen Maté detalla por qué las cotorras amenazan el ecosistema. Por un lado, explica, dañan vegetación ornamental, en algunos casos árboles exóticos monumentales (como la higuera africana o el almez), a los que rompen ramas para hacer sus nidos, incluso en primavera cuando rebrotan.

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También son grandes devoradores de frutos de árboles no autóctonos, el ejemplo más claro, las palmeras. Además, causan molestias por el ruido que hacen al comunicarse mientras vuelan o en algunas escuelas, donde también tiran dátiles desde las palmeras. Y se ha apreciado que allí donde abundan sus nidos dejan de verse otras especies, como las ardillas.

Los nidos en sí mismos, son otro grave problema y si corren el riesgo de caer, el área de Medio Ambiente y Servicios Urbanos los retira durante la poda, en primavera. Pueden llegar a pesar 300 kilogramos, porque en ellos conviven parejas con sus crías y las respectivas descendencias. Cuando llegaron las cotorras, solo anidaban en palmeras, pero ahora también lo hacen en pinos, farolas o torres eléctricas, señala el Consistorio. Las cotorras se han adaptado muy bien a las condiciones climáticas de Barcelona y su entorno, favorecidas por la "isla de calor" que provoca la contaminación sumada a un suelo impermeable. Tanto es así que esta población tiene un éxito reproductor que supera al que tienen en origen y su tasa de supervivencia es muy alta, del 80%.

El Real Decreto de 2013 que introducía la necesidad de controlar y/o erradicar la especie establecía que debían hacerlo los ayuntamientos, las comunidades y el Ministerio, que todavía no se han puesto de acuerdo. De ahí que el Ayuntamiento pida que se cree una mesa de trabajo con la Diputación de Barcelona y la Generalitat y se pongan en práctica experiencias piloto para poderlas erradicar. El objetivo principal es presionar al Gobierno catalán para que tome medidas.

Uno de los puntos sobre los que el Ayuntamiento de Barcelona quiere poner el foco es la concienciación de la población: no se debe alimentar a las cotorras para evitar su proliferación. Es la misma política que se ha intentado trasladar en el caso de la colonia de palomas.

Las batidas en el Parc del Llobregat acaban con 3.400 cotorras

Una empresa, Soma, es la encargada de retirar los nidos y los especímenes hallados en Barcelona, que lleva hasta el Centro de Fauna Torreferrussa, dependiente de la Generalitat, para que sean “sacrificados con métodos humanitarios”, señala el Consistorio. A partir del contrato firmado con la empresa se pudieron retirar 129 nidos entre abril y julio pasado, donde se hallaron 125 polluelos. La tasa de supervivencia de esta especie es del 80%, lo que, admiten desde el Ayuntamiento, complica el control de la especie.

Donde sí se matan cotorras es en el Parc Agrari del Llobregat, un supermercado de alimentación para los residentes de la región metropolitana de Barcelona y también para varias especies de aves. Son 3.500 hectáreas de sustento, gratis y abiertas 365 días al año, donde las cotorras devoran tomates o manzanas, y semillas, explica Lluís Parés, payés y miembro de la Comisión Permanente Comarcal del Baix Llobregat de Unió de Pagesos. Hasta 2018 las batidas de caza las autorizaba el Departamento de Agricultura, cuyos datos de los últimos tres años muestran que hubo 160, casi una a la semana, que se saldaron con 3.441 cotorras muertas. Ahora se encarga el Departamento de Territorio y Sostenibilidad, pero no tiene datos de 2019.

“Se comen la semilla o el alimento, compiten con el ser humano y con la renta de los campesinos y provoca daños económicos", dice Gemma Francès,  gerente del Parque

La gerente del Parque Agrario, Gemma Francès, explica que entre las tareas de gestión de este espacio agrícola profesional está el control de fauna para evitar daños a los cultivos. “Se comen la semilla o el alimento, están compitiendo con el ser humano y con la renta de los campesinos, provoca daños económicos importantes y nosotros somos un espacio metropolitano de producción de alimentos”, señala la gerente.

La gestión del control de fauna se realiza a través de un convenio con los ayuntamientos, que promovieron zonas de seguridad donde no se puede cazar, salvo en caso de daños en los cultivos por parte de aves, jabalíes o conejos. Los productores avisan al parque y este solicita el permiso a la Generalitat, que lo autoriza tras la verificación por parte de los agentes rurales. “Vienen al día siguiente”, asegura Parés.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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