El mito de los ‘castells’, en la punta de los dedos
La ‘colla’ ha abordado en situación de fuerte tensión el 3 de 9 ‘sense folre’, una construcción inalcanzable
Para los profanos, cualquier torre de personas que vaya más allá de auparse al cuello a un niño pequeño y de poco peso, ya es digno de aplauso y, si se tiene el móvil a mano, merecedor de foto. Es fácil constatarlo durante el verano, cuando la proliferación de colles castelleres genera exhibiciones en varios municipios y barrios marineros. Los turistas, autóctonos o foráneos, muestran su asombro sin disimulo, acongojados por el arrojo de los atrevidos enxanetas. Pero hablar del 3 de 9 sense folre es subir varios escalones de golpe en el universo casteller. Por partes: es un castillo de los de gama extra, formado por nueve pisos de tres personas y donde el pom de dalt se eleva más allá de los diez metros de altura, una estructura majestuosa que conlleva una notable dificultad. Prueba de ello es que el 3 de 9 sense folre resiste como el único castell que ha sido llevado a plaza y que no se ha podido cargar nunca. En el argot de las diadas, el apelativo de la bestia indomable es para el 2 de 8 sense folre, pero el 3 de 9 es un hueso duro de roer. Sin folre ni manilles, los contrafuertes que robustecen la base, su complejidad radica en el hecho de que exige un apoyo endeble para tanto piso. Como dato comparativo, un primo hermano suyo, el 3 de 9 amb folre, ha sido cargado por 20 colles, y 19 lo han descargado.
Como suele suceder con todos los mitos, el 3 de 9 net arrastra una leyenda ilusoria a sus espaldas. El paso de los años ha alimentado la creencia que en el siglo XIX hubo un par de envites exitosos sobre el 3 de 9. El más verosímil se habría descargado durante la diada de Santa Tecla de 1881, pero los entendidos deslizan que existen muchas dudas con respecto a que fuera una estructura limpia, sin contrafuertes.
Activa desde sus inicios en 1791
Año de fundación. Los orígenes de la colla Vella de Valls se remontan a 1791
y presume de ser "la única" que se ha mantenido activa desde sus inicios.
El peor momento."Los tragos más amargos se viven cuando los compañeros se lesionan o viven complicaciones de salud", explica el cap de colla Albert Martínez.
Qué hacen actualmente. Preparan el 4 de 9 con el pilar para las diadas del Catllar (hoy), l'Arboç y Vilafranca del Penedès.
En la era moderna, tres colles castelleres han intentado meterle mano al 3 de 9 net, pero sin éxito. Son los Castellers de Vilafranca, la Joves de Valls y la Colla Vella de Valls. El pique eterno entre la Joves y la Vella propició una doble intentona en la diada de Santa Úrsula del año pasado. El toma y daca entre ambas collas alentó, en la tercera ronda, sendos ataques a una estructura que cobra categoría de quimera. Las tentativas terminaron en caída. El estímulo viene de lejos. La Joves fue pionera en intentar montarlo, el año 2000 en Vila-rodona, pero la Vella se atrevió con él en un escenario insuperable: la final del Concurs de Castells, el mundial de la especialidad. Fue en 2016 cuando los de la camisa rosada trataron de impedir la octava victoria consecutiva de los Verds de Vilafranca y se encomendaron al 3 de 9 net. Era un intento a todo o nada. El silencio en la Tarraco Arena Plaça era absoluto y se oían los gritos de Albert Martínez, cap de colla. “Tranquilidad”, clamaba, pero en la piña había de todo menos calma. Las bases del castell se montaron en un pis-pas y, con las grallas soplando a pleno pulmón, el sexto piso se apuntalaba con sincronía mientras la canalla, los pequeños de la colla, se apresuraban a escalar los cuerpos de sus compañeros. No había tiempo que perder porque los cimientos del castillo se empezaban a tambalear, sufriendo por el peso que soportaban hombros y cinturas. Era menester cargarlo para sumar el puñado de puntos que permitía adelantar a Vilafranca. “Venga, tranquilos y mala leche ahí”, vociferaba Martínez. Solo faltaba un paso, pequeño pero arriesgado. El tembleque del castell era notorio y el acotxador y el enxaneta lo notaban en primera persona, mientras trepaban agarrados a las fajas y a las camisas. En tales circunstancias, cuando la caída se mastica, hay que tener carácter para seguir mirando para arriba en lugar de decir “hasta aquí, señores”, y pegar media vuelta. El trompazo llegó, pero con él también se desencadenó un aplauso masivo de la plaza, del público y de la mayoría de colles.
A la postre, fue en el Concurs de Castells de 2018 cuando llegó el triunfo de la Vella, sin 3 de 9 pero gracias a una actuación colosal. “La Vella és la Vella”, les gusta repetir. Con el título en el bolsillo, esta temporada se afronta con la tranquilidad de los resultados logrados y con optimismo para abordar lo que el propio cap de colla califica de “deberes pendientes”. Entre estos, un nombre propio: el 3 de 9.
“Es un castillo al que no le tenemos tomado el encaje, no está muy claro cómo hay que trabajarlo”, concede Martínez. La observación y análisis de las caídas ha permitido a la Vella constatar que el castell se quiebra, siempre, por la izquierda y se sacude hacia la derecha. “Hace falta que los castellers entiendan cómo se forma el tronc y de qué manera se sienten más cómodos en él”, pero los ensayos, siempre fatigosos y con el tiempo y el personal limitado, han acostumbrado a pasar de puntillas sobre este castillo: “lo veíamos tan lejano que no valía mucho la pena perder el tiempo en él”, admite el cap de colla. Firme defensor de la teoría que apunta que “antes de ir a buscar cosas nuevas tienes que tener las viejas bien asumidas”, Martínez pone de relieve que no le hace perder ni un minuto de sueño poder ser los primeros en apuntarse un 3 de 9. “No me fijo en lo que hacen los otros, no me creará ninguna tensión este tema”, y añade que las ganas de darse “el gustazo de llevarlo a plaza” no pueden empañar la dificultad que entrañan otras estructuras que la colla ha logrado descargar de manera solvente. “No hay que quitarle valor a los que ya hacemos, porque siguen siendo muy difíciles. A ver si ahora va a resultar que un 2 de 8 es una tontería”, apunta.
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