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Cuando el sistema es hostil para tener hijos

Cada vez más jóvenes en la treintena se plantean congelar sus óvulos para aplazar el momento de tener hijos

May y Paula, de espaldas, dos mujeres que se plantean congelar sus óvulos.
May y Paula, de espaldas, dos mujeres que se plantean congelar sus óvulos. C. E. R.

May, Paula y Helena son tres amigas de Madrid que pasan los 30 años. Están en esa edad en la que el llamado “reloj biológico” aprieta. Se plantean que si quieren tener hijos debe ser en la próxima década. Pocos años para tomar una decisión que condicionará el resto de sus vidas. Las tres han contemplado la posibilidad de vitrificar (o congelar) sus óvulos porque creen que no se dan en sus vidas las condiciones adecuadas para tener un crío. Ya sea por falta de estabilidad económica, su carrera profesional o, sencillamente, porque consideran que aún no es su momento.

Los nacimientos han caído casi un 30% en España en la última década, coincidiendo con la crisis económica, la reforma laboral, el aumento de desempleo y empleos precarios y los recortes en políticas públicas de igualdad y de dependencia. Esto se suma a una generación de mujeres que están ahora en edad fértil y para las cuales “el desarrollo de la vida profesional no es un complemento, sino que es una prioridad”. Son palabras de Helena, de 33 años, que asegura que “en ese desarrollo, que no se planteaba de la misma forma a las generaciones anteriores" se han encontrado con un escollo: “El reloj biológico es una realidad”.

Para ella, que es médica, ahí está “la mayor dificultad, el desafío y la preocupación”. “Nosotras, al igual que los hombres, nos queremos desarrollar profesional y personalmente”, asegura, “tenemos inquietudes equiparables que nadie puede discutir y está demostrado que nuestra capacidad fértil disminuye exponencialmente a partir de los 35 años, teniendo en cuenta también que la conciliación laboral hoy es una utopía para muchas”.

Por todas esas razones, Helena ha escogido la posibilidad de la vitrificación de óvulos, que significa congelar los ovocitos para posponer la capacidad reproductiva de la mujer el tiempo que se desee y teniendo así la posibilidad de quedarse embarazada más adelante. “Es un elemento que te quita presión, ya sea porque ahora no tengas claro tener hijos, por tu situación personal o por tu situación profesional”, señala la joven, “además da libertad a las mujeres, que durante mucho tiempo hemos tenido hijos sin plantearnos si era la persona adecuada o el momento por ese reloj biológico que corre a nuestra contra”. Ella hizo la vitrificación teniendo pareja, pero era un momento en el que no quería tener hijos por motivos personales. “Así que no es una cosa exclusiva de mujeres solteras, y es la mejor decisión que he podido tomar”, asevera, “aunque es un procedimiento que exige una inversión y que no todas las mujeres se pueden permitir”.

Su amiga May, de 34 años, opina de la misma manera sobre este tratamiento, por lo que está barajando las posibilidades de hacerlo. Ella sí que tiene instinto maternal desde pequeña. “Aunque ahora no sé si es por la sociedad en la que vivimos o porque nos han educado así”. Ese instinto maternal “choca directamente con cómo es la vida ahora: Si estás soltera a los 34 se abre un mundo hostil ante tus ojos, porque si les dices a los hombres que quieres ser madre, se piensan que es ya mismo, que los ves como espermatozoides con patas”. Por eso cree que “congelar tus óvulos te evita problemas y te permite que en unos años puedas tirar de ello”.

A ella también le persigue esa frase de “se te pasa el arroz”, aunque intenta no pensarla. “Te pone contra la espada y la pared si miras la vida que nos rodea”, opina. Vive dentro del cordón de la M30 “en una casa minúscula en la que no podría tener espacio un bebé, ni siquiera una pareja”. Tiene tres trabajos diferentes —montadora de cine, comunicadora y profesora—. “Pero si sólo tuviese uno no podría pagarme la casa en la que vivo”, sentencia.

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La tercera amiga es Paula (nombre ficticio), que aún no se ha decidido por seguir el camino de sus compañeras, pero sí que se plantea las posibilidades que tiene. A sus 32 años, trabaja en un departamento de márketing: “No tengo pareja ni instinto maternal, como otras amigas, pero mi razonamiento es que no descarto que dentro de seis años no quiera tenerlos y tenga problemas biológicos”. A ella, lo que más le importa es “decidir llegado el momento y escoger racionalmente”.

En su entorno universitario “ninguna” tiene hijos: “No puedes pagarte el alquiler o no tienes pareja, y a estas alturas plantearte la maternidad sola es algo duro, así que hay una parte de estabilidad y económica obvia”. Pero, igual que sus compañeras, tiene claro que las mujeres de hoy no se plantean la vida como antes: “Para tener hijos hay que renunciar a mucho y hoy nos lo pensamos más”.

Según datos del INE en el último año se ha retrasado la edad de maternidad a los 31 años. En 2018 hubo un saldo negativo entre los nacimientos y las muertes. Las mujeres retrasan la maternidad una media de 5 años más de lo deseado. Una de las jóvenes, May, es contundente cuando le presentan estos datos: “Todo lo que nos rodea es hostil y va contra nosotras a la hora de tener hijos”.

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