Chocolate con churros
Esta Nochevieja he vuelto a escuchar lo de 'qué bien hablas español'
Uno. Parad de utilizar el discurso político para justificar la legitimidad de mis sentimientos. Lo vi escrito en la lista de resoluciones para el año nuevo del artista Alok V Menon y cuánta razón lleva. Y lo entiendo. Vivir en una actualidad en la que la ofensa es ridiculizada -y que cuestiona a las personas ofendidas en lugar de cuestionar por qué un acto ha sido ofensivo- es descorazonador. Principalmente porque anula nuestras experiencias vitales, nuestras vivencias.
– "Siempre acabamos hablando sobre este tema".
Estábamos de vuelta de la fiesta de año nuevo en Lamala, un local cerca de la Casa de Campo en la que unas amigas organizaron una fiesta en petit comité. Eran las 8 de la mañana, pedir un taxi en ‘hora punta’ era pura megalomanía así que decidimos andar hacia el metro para tomarnos unos chocolates con churros. Qué frío. Qué mala idea llevar chanclas y una chaqueta vaquera en pleno invierno. Qué todo. Google Maps indicaba que el metro más cercano estaba a menos de medio kilómetro. Yo seguía refrescando el app de Mytaxi. Al subir en el vagón, dos adultos se quedaron mirándome y soltando comentarios racistas.
– Nihao chinito. Ching chong Wang.
Yo solo quería volver a casa y ver el nuevo episodio de Black Mirror.
Dos. Sabed cuándo parar para cuidarse de uno mismo. Autocuidarse forma parte íntegra del activismo, de vivir como territorios políticos. No siempre es nuestra obligación hacer pedagogía como disidentes sexuales, racializadas, migrantes, mujeres… y es igual de válido no responder como responder, lo que en este caso no lo hice. Voy a hacer un inciso, a ver si a alguna de vosotras os pasa igual que a mí. Descubrí hace poco que cuando estoy en espacios donde la mayoría de las personas son personas no racializadas, busco cualquier excusa para hablar en español y que se me escuche para enseñarles de que yo ‘también soy español’. Como si legitimara mi identidad. Además del idioma, de pequeño tenía un complejo con la manera en la que pronunciaba las erres. Las exageraba más de la cuenta, como hacía Dalí en las entrevistas. Crecí con la idea de que los chinos no sabíamos pronunciarla bien, y de pronto la pronunciación de la erre se convirtió en una especie de medidor de mi legitimidad como ciudadano español.
"Qué bien habla español ese chino". "Vosotros también", les contesté. "Gente de mierda", escucho susurrar a Sara, con su cabeza arrimada a la barra del metro. Yo asentí con la cabeza.
Tres. Tened pocas pero buenas amistades. Llegamos a la Churrería de la Calle de las Peñuelas, 4 para llevarnos una docena de churros y un brick de chocolate a casa de Alex que vive en una corrala a dos manzanas. Desde hoy se estipula este lugar como la churrería del año nuevo, nos decíamos, en un momento agridulce en el que veíamos como un hombre echaba su vómito al suelo mientras fortalecíamos nuestra amistad. Recogimos y me pedí un taxi. Alex se fue al pantano de San Juan y las demás directas a sus casas.
- Por favor, ¿me podrías llevar a esta dirección?
–Sí, claro…
- Qué bien hablas español.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.