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Oscar Wilde entre canciones

David Selvas recrea 'La importància de ser Frank' en clave de musical de estética retro pop en el Teatre Nacional

Los actores de 'La importància de ser Frank'.
Los actores de 'La importància de ser Frank'.

Siendo una comedia perfecta, La importància de ser Frank, de Oscar Wilde, no sale indemne de la adaptación que David Selvas dirige en la Sala Petita del Teatro Nacional de Catalunya (TNC), con traducción de Cristina Genebat. Bajo el mantra de acercar la obra y su lenguaje al público de hoy, Selvas transforma la vitriólica comedia en una fábula musical contemporánea, con canciones de Paula Jornet acordes a la escenografía de estética retro pop del montaje. Entre canciones con aires de pop, rock e indie, el genio de Wilde emerge gracias al talento de Laura Conejero, Miki Esparbé y David Verdaguer al frente del elenco.

Mucho ha llovido desde el estreno, en 1895, del último gran éxito teatral de Wilde, The Importance of Being Ernest, traducido con buen tino al catalán como La importància de ser Frank, que mantiene el juego de palabras - earnest significa sincero o franco en inglés y se pronuncia igual que Ernest- que sustenta la trama. Como retrato ácido y despiadado de la hipocresía social de la burguesía victoriana, conserva más vigencia de la que debiera, dada la ola de represión y puritanismo que nos invade.

A esa modernidad se aferra Selvas en una lectura que, huyendo de los peligros que conlleva pretender hacer un montaje "a la inglesa" de este gran clásico sin ser inglés, potencia los lazos que conducen al teatro del absurdo. Y con un envoltorio escénico que remite al universo del Londres de los felices sesenta, la hipocresía y el sarcasmo de los personajes -que clavan ingeniosas frases como dardos envenedados- siguen sorprendiendo y cautivando.

Se respira la estética de las películas de Wes Anderson en los decorados y el vestuario, y es un acierto, pero también hay concesiones próximas al azucarado territorio de La La Land; hay quien levita con estos aires de modernidad, pero esa obsesión por divertir a toda costa, pasa factura, pues a veces, las canciones distorsionan el ingenio teatral de Wilde en aras del simple entretenimiento.

Su lenguaje afilado brilla en la estupenda caracterización de Laura Conejero, que está que se sale dando vida al gran personaje de la obra, Lady Bracknell, tan estrafalario como Falstaff y con toneladas de hilarante mala baba. Miki Esparbé y David Verdaguer forman una sensacional pareja que saca punta, con gracia y complicidad, al cinismo de John Worthing y Algernon Moncrieff, dandis treintañeros de la alta sociedad con doble vida y doble nombre en sus escarceos amorosos.

Actriz y compositora, Paula Jornet -toda una sorpresa- encarna con su punto rebelde a Cecily Cardew, cuyas cartas se convierten en esta adaptación en canciones que ella misma compone y en las que se inventa un pasado. Por su parte, Paula Malia tiene buenos momentos como Gwendolen Fairfax, aunque las dos jóvenes actrices deberían buscar un tono menos acelerado. Completan el reparto con acierto Norbert Martínez en el doble cometido de criado Lane y reverendo Chasuble y Mia Esteve como institutriz Leticia Prism.

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La duplicidad interpretativa, especialmente en el caso de Paula Jornet, que es la que más y mejor canta, tiene ventajas e inconvenientes. Resulta estimulante ver como los actores cantan en directo y tocan, como pueden, diversos instrumentos; pero en cuestiones de afinación, soltura y encanto interpretativo, hay que recomendar a quienes vayan a ver este montaje que no esperen milagros.

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